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Casar de Cáceres, el cariño de un pueblo y la integración de los menores migrantes

Los menores migrantes acogidos en el centro de Casar de Cáceres se han integrado en la vida del municipio extremeño.

Santiago Manchado

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En Casar de Cáceres hay muchas Luna. No brillan tanto como la voluntaria de Cruz Roja que esta semana atendía y consolaba a un inmigrante que acababa de llegar exhausto a Ceuta, pero sus 4.500 vecinos han recibido un reconocimiento público de la Junta de Extremadura por la hospitalidad que durante dos años han ofrecido a 24 menores migrantes sin referente familiar –los conocidos como menores no acompañados– procedentes de Marruecos.

La Consejería de Sanidad y Servicios Sociales inauguró en 2019 el centro de acogida Tecum, que ha estado gestionado por la organización Meridianos, por el que han pasado 20 chicos y cuatro chicas de entre 13 y 16 años que han logrado integrarse, superar la barrera del idioma, en algunos casos obtener formación reglada y, en otros, aprender un oficio.

Los casareños, como se denominan a los vecinos de este pueblo de unos 4.500 habitantes que está a solo diez kilómetros de Cáceres, han tenido un papel fundamental en la integración de los menores. Los inicios nunca son fáciles y tampoco lo fueron en esta ocasión. La situación de partida de ambos, menores y vecinos, era la desconfianza porque no sabían qué se iban a encontrar y el recelo, como admite el director de desarrollo de Meridianos, José Joya.

Algo lógico si se tienen en cuenta los mensajes racistas y la “mala prensa que suele acompañar a estos chavales, que son considerados casi como la quinta columna de la delincuencia juvenil”, señala el alcalde del municipio Rafael Pacheco. Pero ese obstáculo inicial quedó atrás enseguida por la calidad humana, el cariño y la empatía. Y también por la actitud positiva de los jóvenes y sus ganas de formar parte de una sociedad que los ha acogido con los brazos abiertos.

Pacheco admite la satisfacción que siente por el éxito del programa de inserción y la responsabilidad de su pueblo en que los niños y niñas migrantes se hayan sentido como parte de Casar de Cáceres porque “todos son chavales que por unas u otras circunstancias han pasado por una situación de pobreza y marginalidad y están intentando formarse una vida”.

Fútbol y banda de música

Mohamed, Soufiane, Abir... han participado en la actividad del municipio, en su vida social y se han formado en sus empresas. El pueblo ha contado con ellos y ellos han mostrado una actitud positiva e interés por formar parte de su sociedad. Algunos se han matriculado en el instituto Vía de la Plata, otros en un centro escolar de Cáceres, han formado parte de su equipo de fútbol, de la banda de música, de la escuela de teatro, han colaborado en la limpieza de los espacios verdes junto a otros vecinos, han participado en competiciones de atletismo y “han hecho amistades”, subraya el alcalde, y es que “se han portado como cualquier chico de su edad”. La Universidad Popular diseñó una programación para conseguir involucrar a los adolescentes e incluso se subieron a una de las carrozas de la Cabalgata de Reyes para repartir caramelos entre sus vecinos.

Su llegada a este centro de segunda acogida también ha tenido una parte positiva para los casareños. Han tenido que salir de su zona de confort y, como algunos afirman, les ha servido para “abrir las mentes”, conocer otras realidades y cambiar la forma de ver el mundo.

Dos años después, el programa de inserción ha finalizado en el centro de acogida, pero para algunos de ellos no es el punto final.

Trabajo y futuro

Dos de los menores han decidido quedarse en Casar de Cáceres. Han alquilado una vivienda y han conseguido un puesto de trabajo gracias a unas becas de inserción laboral del sistema de protección a la infancia. Uno de ellos, que cursó una formación en la escuela de pastores de la Fundación Coprado, se quedará trabajando en una explotación agrícola local. El otro menor desempeña su labor en el servicio de parques y jardines del Ayuntamiento. El director del centro, Sergio García, afirma que aún hay seis jóvenes que permanecen en Tecum porque se han detectado posibilidades de inserción en la zona.

El resto inicia ahora una nueva etapa en otras localidades, bajo la tutela de la Junta de Extremadura, pero con mucha mayor autonomía y con un futuro más despejado. El sistema de protección los avala hasta los 21 años bajo determinadas condiciones de obligado cumplimiento que tienen que ver con su comportamiento y con su inserción social y laboral.

Pero la implicación de Casar de Cáceres ha sido una pata de todo el proceso que, desde un punto de vista profesional, se ha realizado con estos chicos en el centro de acogida. La Consejería de Sanidad y Servicios Sociales apostó por un sistema de protección de menores innovador que ha llevado a cabo Meridianos para atender a los menores migrantes con herramientas diferentes a las que se usan con los menores españoles que son acogidos y tutelados por la Administración.

Respuestas diferentes a situaciones distintas

En primer lugar, las realidades socioculturales y las motivaciones son diferentes, precisa José Joya. “En los centros de acogida normalmente no se da respuesta a las motivaciones que empujan a estos jóvenes a salir de su país y no se tiene en cuenta su proyecto migratorio, que en algunos casos puede ser estar de paso hacia otro país o quedarse en España”, cuenta Joya.

Esta necesidad de dar una respuesta diferente a situaciones diferentes también la ha puesto en valor esta semana el consejero extremeño de Sanidad y Servicios Sociales, José María Vergeles, y ha animado al Gobierno a modificar los sistemas de protección para los menores migrantes que llegan a nuestro país.

El director del centro de Casar de Cáceres, Sergio García, explica que con estos jóvenes se ha trabajado su situación de riesgo y su autonomía orientada a la integración social y laboral, a través de formación y talleres prelaborales, como actividades auxiliares para la agricultura o mantenimiento de edificios.

Para lograr esta inserción y que los chavales tuvieran la actitud que han demostrado pusieron en marcha las figuras del coordinador del retorno para asegurar una vuelta a su país de origen con garantías y mejores opciones de futuro, siempre que los menores así lo deseen, y la del menor mentor. “El aprendizaje más óptimo es el que se da entre iguales, por lo tanto, un chico que ya haya pasado por esta experiencia puede ayudar mejor a otro recién llegado dadas las posibles dificultades de adaptación al idioma o a los valores sociales y culturales”, afirma García.

Extremadura acogerá ahora a 11 menores migrantes procedentes de Marruecos que ya se encontraban en centros de Ceuta. Aún no se sabe si tendrán la suerte de encontrar oportunidades como las que han tenido los 24 jóvenes de Casar de Cáceres, que han logrado silenciar los mensajes que injustamente los asocian con el incremento de la delincuencia y que refutan las estadísticas oficiales.

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