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Moto X: la revolución que Google necesita para independizarse de Samsung y quitarle el polvo a Motorola

Moto X

David G. Ortiz

No es el secreto mejor guardado de Google, pero tampoco es sencillo hacerse una idea clara de lo que nos vamos a encontrar cuando Motorola, subsidiaria de la 'gran G', anuncie esta noche el esperado Moto X. La expectación es máxima y las reacciones a cada nuevo rumor sobre el dispositivo describen la oscilación de una montaña rusa: tan pronto es la revolución que devolverá a Motorola a sus años de gloria como una decepción o un producto mediocre hinchado por el marketing.

Hace un par de semanas el dispositivo se ganó unos cuantos enemigos (y seguro que algún amigo) tras filtrarse un vídeo de la operadora canadiense Rogers en el que se desvelaba una de sus funcionalidades 'estrella': el teléfono estará en escucha permanente, incluso cuando la pantalla esté apagada, para reaccionar de inmediato a las órdenes del usuario gracias a Google Now. ¿Cómo? ¿Qué va a oír todo lo que digamos? Ahora que sabemos cómo se las gasta la NSA, gracias a Snowden, la conspiración (o no) está servida.

Polémicas aparte, lo único que verdaderamente está claro es que Google ha metido muchos de sus huevos en la cesta de Moto X. Una nueva imagen corporativa para Motorola, una multimillonaria campaña de publicidad, directivos que posan para la ocasión con un terminal que aún no ha salido al mercado... La 'gran G' se puede estar jugando gran parte de su futuro a esta carta y necesita (¿desesperadamente?) que el dispositivo sea una revolución, o al menos lo parezca. Solo así podrá salir de las faldas de Samsung y asegurar un plácido porvenir a Android.

Tirando de talonario

500 millones de dólares (más de 380 millones de euros). Casi la mitad de lo que costó comprar Motorola Mobility (1.200 millones) hace casi dos años. Esta desorbitada cifra es, según The Wall Street Journal, el presupuesto que Google ha puesto en manos de Motorola para promocionar su próximo buque insignia.

El bombardeo empezó con una campaña de publicidad en los principales diarios estadounidenses. El 3 de julio, la víspera del Día de la Independencia, cabeceras como The New York Times o The Washington Post llegaron a sus lectores con un anuncio a toda página en el que se exaltaban las dos virtudes del Moto X que sus responsables quieren grabar a fuego en la mente de los consumidores: la personalización, de la que más tarde hablaremos en detalle, y el 'springsteeniano' lema 'born in the USA'.

No podían haber elegido mejor día. “Mañana comerás hamburgesas, disfrutarás de los fuegos artificiales y celebrarás la libertad de poder ser quien tú quieras. Con ese mismo espíritu traemos para ti algo nuevo”, rezaba la patriótica campaña. Y es que el terminal será ensamblado en una fábrica de más de 46 kilómetros cuadrados en Texas, que generará (al menos temporalmente) miles de puestos de trabajo. Un teléfono 100% estadounidense de la mano de dos compañías tan americanas como el 'country' y las pelis del oeste.

No hay mejor reclamo, habrán pensado desde Google, para devolver a Motorola a los viejos tiempos, cuando los Estados Unidos reinaban en el panorama tecnológico gracias a la firma de Illinois. Durante décadas, fueron los reyes de la telefonía móvil, y ahora que se comen un paupérrimo 1% del pastel de los 'smartphone' quieren recobrar el resplandor perdido.

Por si fuera poco, con este mensaje Google responde con un órdago al envite de su archienemiga Apple. Si aún sois de los que ojean a diario la prensa en papel, probablemente os habréis topado con una campaña de la firma de la manzana mordida que también apela al patriotismo para vender iPods. “Designed in California”, dicen los de Tim Cook. “Nosotros no solo lo diseñamos, también lo fabricamos en Estados Unidos”, parecen responder los de Larry Page.

Pero si la sombra del gigante de las búsquedas no está suficientemente definida en toda esta estrategia, hay al menos otros dos detalles que huelen a Google a kilómetros. El primero, bastante evidente, es el rediseño de la imagen corporativa de Motorola, cuyo logo ahora luce el caracterísitico multicolor propio de la firma de Mountain View y el aclaratorio subtítulo “A Google company”.

El segundo, más sútil pero también ilustrativo, es la (¿casual?) aparición de Eric Schmidt, antiguo CEO de la 'gran G', con el Moto X. Que un alto cargo de Google sea el encargado de filtrar imágenes de un producto de una de las muchas marcas de Android no solo es poco habitual, sino también motivo suficiente para que el resto de socios levanten la ceja cuando vuelvan a escuchar, porque los 'googlers' lo repiten a menudo, que Motorola no está recibiendo trato de favor alguno.

La de Schmidt, filtraciones de blogs y medios especializados aparte, no ha sido la única aparición del Moto X en público. El terminal también se ha dejado ver de fiesta, en manos de otro peso pesado de la firma, Rick Osterloh, jefe de producto de Motorola. O estos ejecutivos son muy descuidados o el secretismo no es precisamente su estrategia, sino más bien calentar el ambiente de cara a la presentación y que la marca vuelva a estar en boca de todos por primera vez en muchos años.

Moto X from Bogdan on Vimeo.

Muchos millones y mucho esfuerzo, ¿verdad? ¿Pero sabéis qué es lo más paradójico de todo? ¿No? Os va a dejar helados... ¿Sabéis quién está a cargo del marketing de Motorola? Brian Wallace, un alto ejecutivo de Samsung que Google reclutó a finales del pasado año.

Salir (escopetados) de las faldas de Samsung

En el mundillo tecnológico, y especialmente en la industria móvil, no faltan amistades peligrosas. Sin ir más lejos, Apple lleva años encargando la fabricación de varios de los componentes del iPhone a Samsung, su principal competidor. Pero si hay dos compañeros de cama con más riesgo de divorcio que una pareja de 'Matrimoniadas' son sin duda Google y los surcoreanos.

Gracias a su sistema operativo Android, líder indiscutible a nivel global, Google tiene bajo control el mercado de los teléfonos inteligentes, pero depende para ello de los fabricantes que deciden sumarse a su ecosistema y fabricar terminales con la esencia del robot verde. Como todos sabemos, la punta de lanza de este ejército es, desde hace ya tiempo, Samsung, que se lleva el 95% de los beneficios derivados de las ventas de dispositivos Android.

Hasta el momento ese escenario no ha supuesto mayores complicaciones para el todopoderoso buscador, que no hace caja con el 'hardware', sino gracias a su próspero negocio de publicidad. En 2012, la firma del buscador facturó más de cuatro millones y medio de dólares y acaparó más del 50% del pastel de los anuncios para móviles, según los datos de eMarketer, que prevé que esos ingresos se dupliquen a lo largo de este año.

El caso es que mientras la gran mayoría de los usuarios tengan en sus manos un terminal con Android, a Google le da igual quién lo fabrique, pero cualquier variación del actual 'statu quo' podría ser letal para el modelo de negocio de la compañía. Por eso necesitan cubrirse las espaldas reforzando Motorola.

Pero, ¿cuál es el miedo? ¿Qué podría pasar? Que Samsung decidiera seguir el ejemplo de Amazon, que sacó a Google de su propio ecosistema colocando una versión altamente modificada de Android en sus tabletas Kindle Fire o, aún peor, que los surcoreanos decidieran cambiar de sistema operativo. De momento Windows Phone 8, con el que ya han coqueteado en la gama Ativ, no parece una alternativa creíble y, por lo tanto, no supone una amenaza.

Distinto es el caso de Tizen, la plataforma de código abierto que Samsung está desarrollando con la ayuda de Intel. ¿Se trata de un farol o de un as en la manga? Como mínimo, parece un mensaje para Google de parte de sus aliados: ahora estamos contigo, pero podríamos estar contra ti y seríamos muy peligrosos.

Una última pregunta: ¿y no le saldrá a Google el tiro de Motorola por la culata si Samsung se siente amenazada? Efectivamente eso puede suceder. Por eso decíamos que Google tiene mucho en juego y necesita que el Moto X sea una auténtica revolución.

Y ahora sí: ¿cómo va a ser el teléfono?

¿Hay razones más allá del marketing para pensar que el Moto X va a ser esa revolución que tanto necesita Google? Depende, porque aquí entramos en un terreno pantanoso donde todo lo que se sabe son rumores, a menudo contradictorios. Separando el grano de la paja, lo más probable es que estemos ante un terminal de gama media-alta en cuanto a especificaciones, capaz de competir con los grandes por la relación calidad-precio, al más puro estilo Nexus 4.

También parece seguro que uno de los principales elementos diferenciadores de este teléfono, como suele suceder con Motorola, será la batería, que tendrá una mayor autonomía que la de sus más directos competidores. Se habla de 4.000 mAh, muy por encima de los 2.600 del Galaxy S4 y los 2.300 del HTC One. Además, es probable que venga de fábrica con Android 4.2.2, a pesar de que la siguiente versión (4.3) ya fue presentada por Google la semana pasada junto con la nueva Nexus 7. No pasa nada: lo normal es que la actualización no tarde mucho en llegar a Moto X. Sería, en cualquier caso, un Android prácticamente puro, como mucho con una capa muy fina de personalización añadida por Motorola, pero con una experiencia muy fiel a la de los Nexus.

En cuanto a la pantalla, se esperan entre 4.7 pulgadas a 1.280 x 720 de resolución, un procesador Qualcomm Snapdragon S4 Pro de doble núcleo a 1.7 GHz, gráfica de cuádruple núcleo Adreno 320, 2GB de RAM y una cámara trasera de 10.5 megapíxeles (2 megapíxeles para la frontal). Como veis, nada del otro mundo, sobre todo teniendo en cuenta que las grandes apuestas de la competencia (Samsung Galaxy S4, HTC One, Sony Xperia Z...) ya están en el mercado y tendrán varios meses de ventaja en el 'boca-oreja' cuando salga al mercado Moto X.

¿Se han guardado su cartucho para el final adrede? ¿Por qué? ¿Cómo piensa Motorola desbancar al resto de fabricantes de Android? ¿Es solo una cuestión de precio?

Para gustos están los colores

“El primer 'smartphone' que puedes diseñar tú mismo”. ¿Os acordáis? Al principio hemos dicho que, además del patriotismo, la personalización es el otro gran mensaje que Google y Motorola quieren fijar en nuestra mente a través de su costosísima campaña de publicidad. Aquí se suponía que iba a estar la clave de la revolución, aunque hay serias razones para dudarlo.

En un primer momento, cuando nos dijeron aquello de fabricar nuestro propio dispositivo nos hicimos ilusiones. Las cosas como son: ya soñábamos con un móvil al que pudiéramos poner la cantidad de RAM que considerásemos necesaria, nuestro procesador favorito, la pantalla... En definitiva, creíamos que nos iban a dar el poder de decidir sobre el 'hardware'.

Sin embargo, una información revelada por la cadena de televisión ABC News desató la oleada de pesimismo y hoy prácticamente nadie confía en esa posibilidad. Las opciones de personalización serán solamente estéticas, nos dicen. Podremos elegir el color de la carcasa, el fondo de pantalla que vendrá preinstalado y puede que un diseño o un texto que será grabado en el dispositivo. En principio, nada más. Y eso solo si lo compras a través de la página web (sin contrato con ninguna operadora) y en los Estados Unidos, porque nadie asegura que vaya a llegar a Europa. ¿Lo ves revolucionario o te sabe más bien a poco?

Lo cierto es que, desde el punto de vista económico, es lo único que tiene sentido. Los teléfonos a la carta atentan contra la economía de escala, que es la llave que permite fabricar dispositivos con un precio asequible, más aún si estamos hablando del Moto X, que está llamado a ser un terminal barato. Y, claro, probablemente para los más 'geeks' las opciones de 'maquillaje' no signifiquen nada al lado de unas buenas especificaciones, pero el usuario medio se deja llevar a menudo por factores más emocionales cuando se decide a adquirir un 'smartphone'.

Uno de ellos es sin duda el diseño, otro el precio y uno más, por qué no, podría ser el patriotismo. ¿Qué opinas ahora? ¿Será el Moto X la revolución que Google necesita para salir de las faldas de Samsung y devolver el esplendor a Motorola? Habrá que estar atentos: 500 millones dan para mucho y el bombardeo no ha hecho más que empezar.

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