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Pablo Ferrer, el comandante que pagó con su vida su rechazo a Franco: “Era militar, pero ante todo defendía la legalidad”

Severa, ahijada de Pablo Ferrer Madariaga, sostiene una fotografía de su tío

Esther Ballesteros

Mallorca —
21 de diciembre de 2025 22:29 h

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“Era militar, pero ante todo defendía la legalidad”. Severa, 97 años de edad, recuerda a su tío, Pablo Ferrer Madariaga, sin apartar la mirada de una de sus fotografías. La luz entra tamizada por la ventana y dibuja su perfil: las manos, la piel fina, el gesto pausado de quien da testimonio de una vida larga y silenciosa, marcada por la ejecución del hermano de su madre, el 3 de diciembre de 1936 en Melilla, por mantenerse fiel al Gobierno legítimo de la Segunda República.

Sobre la mesa, una campana dorada y pequeños objetos cotidianos son testigos de su relato: “Lo recuerdo como una persona seria y muy buena”, rememora con nostalgia la fillola (ahijada) de aquel que se negó a secundar la sublevación fascista, aunque su rechazo le costara la vida: su negativa lo convirtió en objetivo inmediato de los militares rebeldes, siendo arrestado de inmediato, sometido a un consejo de guerra sin garantías y, finalmente, asesinado.

Ocho décadas después, sentada en el sillón de su casa, donde conserva unos pocos recuerdos dispersos de su padrino -no así la carta que les envió cuando ya sabía que lo iban a fusilar, aunque la recuerda como si hubiera sido escrita ayer-, Severa reconstruye su memoria en voz baja, como quien por fin puede contar lo que durante años su familia apenas había susurrado.

El militar mallorquín, nacido en Palma en 1896, era comandante del Batallón de Cazadores número 7 de Ceuta, trasladado en ese momento a Melilla. Cuando estalló el golpe de Estado de julio de 1936, Ferrer se encontraba en uno de los epicentros del levantamiento. “Yo era muy pequeña cuando lo mataron. Recuerdo que venía a vernos y siempre le decía a mamá que quería quedarse conmigo porque no tenía hijos. Y mi madre le respondía: 'Ya veremos, ya veremos'. Ya entonces yo era muy coquetona”, narra.

Era militar, pero ante todo defendía la legalidad. No quiso apoyar lo que sabía que era un golpe contra un gobierno legítimo

Severa Ahijada de Pablo Ferrer Madariaga
Severa, sobre su padrino: "Lo recuerdo como una persona seria y muy buena"
Fotografía de Pablo Ferrer Madariaga, sobre la mesa

Los militares que no aceptaron el golpe

El caso de Pablo Ferrer Madariaga revela una realidad incómoda para el franquismo: hubo oficiales que se negaron a traicionar su juramento constitucional y rechazaron alzarse contra el Gobierno republicano, lo que desmonta el mito difundido en la dictadura acerca de un Ejército homogéneo, heroico y “salvador de España” frente al supuesto caos republicano. El recuerdo de estos militares, sometidos a fusilamientos, ejecuciones durante la posguerra, a condenas penitenciarias y a su expulsión del Ejército por ser considerados un desafío directo a la legitimidad que el franquismo decía encarnar, fue sistemáticamente borrado de la memoria oficial, mientras sus viudas y familias eran arrojadas a una extrema vulnerabilidad: sin pensiones, sin reconocimiento público y, en muchos casos, señaladas socialmente.

El caso de Pablo Ferrer Madariaga revela una realidad incómoda para el franquismo: hubo oficiales que se negaron a traicionar su juramento constitucional y alzarse contra el Gobierno republicano, lo que desmonta el mito difundido en la dictadura acerca de un Ejército homogéneo, heroico y "salvador de España"

En el libro Leales y rebeldes, el historiador británico Paul Preston analiza precisamente cómo numerosos oficiales se mantuvieron fieles a la República y cómo esa lealtad jurídica y constitucional -y no la sublevación- implicaba asumir el riesgo de cárcel, destierro o ejecución. Ferrer Madariaga no fue una excepción, sino parte de un grupo más amplio que la historiografía franquista eliminó de los discursos oficiales y de los manuales escolares.

Severa, junto a su hija Margalida Rosselló: "Era un militar de carrera, culto, formado, que entendía que no se podía romper el orden constitucional por la fuerza"

Un comandante “culto y formado”

“Era un militar de carrera, culto, formado, que entendía que no se podía romper el orden constitucional por la fuerza”, recuerda Margalida Roselló, una de las hijas de Severa, quien hace en ese instante acto de presencia. El origen familiar de Ferrer Madariaga ayuda a entender tanto su trayectoria como sus convicciones. La madre, Severa Madariaga Basterrechea, de Gernika, fue una mujer intelectualmente activa, una maestra “muy culta” -como subraya Margalida- y gran defensora del acceso de las mujeres a la educación. Llegó a Mallorca tras casarse y acabaría siendo reconocida en la localidad de Inca como hija adoptiva del Ayuntamiento por su labor pedagógica, aunque ese tributo le llegaría a título póstumo, ya en democracia. “El fallecimiento de su hijo le provocó un disgusto tan enorme que murió poco después. Sus exalumnas pedían que se le hiciera algún homenaje porque había hecho un trabajo importantísimo por las mujeres de la época, pero no lo lograron nunca porque, para las autoridades, su hijo era una mancha negra”, relata.

Las ex alumnas [de la madre de Ferrer Madariaga, maestra y defensora del acceso de las mujeres a la educación] pedían que se le hiciera algún homenaje, porque había hecho un trabajo importantísimo por las mujeres de la época, pero no lo lograron nunca porque, para las autoridades, su hijo era una mancha negra

Margalida Roselló Sobrina nieta de Pablo Ferrer Madariaga

Sobre el padre, Pedro Ferrer Alzina, Rosselló recuerda su perfil militar -era coronel de infantería-, lo que motivó que el futuro comandante creciese en un entorno castrense. Esa mezcla entre una educación ilustrada y un ambiente militar profesional explica, según la familia, por qué Pablo siguió la misma carrera que su progenitor sin renunciar nunca al respeto por la legalidad republicana que defendió hasta su último aliento: en él convergían disciplina y valores cívicos aprendidos en casa.

“Con 16 años se fue a estudiar a la Academia de Salamanca y llegó a coincidir con Franco. Después lo destinaron al Fuerte de Cabrerizas de Melilla, en el Protectorado de Marruecos, y participó en el desastre de Annual”, continúa relatando Margalida. Su madre interviene: “Recuerdo sobre todo cuando el tío venía a vernos cuando vivíamos en Palma. Mi abuela también estaba”. Sin embargo, las palabras de Severa se entrecortan cuando recuerda la muerte de su tío: “Fue porque Franco...”. Guarda silencio y dice: “Que no me hablen de Franco porque no sé cómo llamarlo. Y esto que hizo con el tío...”.

Severa, en un instante de la entrevista

Severa rememora a su padrino: "Recuerdo sobre todo cuando venía a vernos cuando vivíamos en Palma. Mi abuela también estaba". Sin embargo, sus palabras se entrecortan cuando recuerda su muerte: "Fue porque Franco...". Guarda silencio y dice: "Que no me hablen de Franco porque no sé cómo llamarlo. Y esto que hizo con el tío..."

Su hija toma la palabra y describe los días previos al fusilamiento del militar. En el momento en que se produjo el golpe de estado, él estaba en Melilla, destacado a las órdenes de Manuel Romerales Quintero -también asesinado por los sublevados-, y la consigna que tenían los golpistas que el 17 de julio “debían tener controlados los cuarteles militares africanos para al día siguiente hacer el alzamiento”. Sobre aquello, Margalida alude a un libro, ¡Marruecos. 17 a las 17!, que narra las dieciséis horas que transcurrieron entre el comienzo de la sublevación -a las 15.00 horas del día 17 de julio de 1936- y la victoria de los militares rebeldes en territorio del Protectorado. Cuando se llevó a cabo la insurrección, prosigue Rosselló, “hubo una serie de militares de oficiales que no la secundaron porque aquello era un golpe de estado y la razón que los llevó a negarse fue la de defender el gobierno legítimo que había sido elegido por la gente”. Ferrer Madariaga era uno de ellos.

Severa, junto a su hija

La sentencia de muerte

El militar mallorquín fue detenido junto a otros oficiales que tampoco se sumaron al golpe. Acto seguido fue sometido a un consejo de guerra en el que una primera sentencia lo condenó a treinta años de arresto. Sin embargo, Margalida relata que hubo “órdenes de arriba” -se muestra convencida de que las instrucciones provenían del propio Franco- para repetir el consejo. La sentencia definitiva, fechada el 19 de noviembre, lo envió al paredón.

La resolución, derivada del Sumario 445/1936 -conservado en el Archivo del Tribunal Militar Territorial Segundo, en Sevilla-, consideraba probado que Ferrer Madariaga compartió, junto a otros “muchos jefes y oficiales”, teorías “disolventes contrarias a la organización de la Nación, a los principios de autoridad y justicia y a los más puros ideales patrios probado”. Y ello “con motivo de las actuación del Gobierno defensor de las teorías del llamado Frente Popular encaminadas a implantar en España el marxismo y Comunismo, instaurándose un régimen de desorden en el que fueron atropelladas las leyes, vejadas las personas de orden y desconocido el principio de autoridad, conduciendo tal modo de proceder de los gobernantes a la desolación y ruina de la nación”.

La sentencia de muerte, derivada del Sumario 445/1936, consideraba probado que Ferrer Madariaga compartió, junto a otros "muchos jefes y oficiales", teorías "disolventes contrarias a la organización de la Nación, a los principios de autoridad y justicia y a los más puros ideales patrios probado". Y ello "con motivo de las actuación del Gobierno defensor de las teorías del llamado Frente Popular encaminadas a implantar en España el marxismo y Comunismo"

Parte del fallo lo recoge en una de sus investigaciones Joaquín Gil Honduvilla, historiador y teniente coronel del Cuerpo Jurídico Militar, para quien el caso del militar mallorquín, junto al de muchos otros, evidencia la arbitrariedad y retroactividad del derecho penal militar franquista y el uso de consejos de guerra como instrumentos de legitimación del golpe. En este aspecto cobra especial relevancia la construcción del delito de rebelión para silenciar a quienes defendieron la legalidad republicana y en cómo se utilizó la reforma penal llevada a cabo el 30 de julio de 1936 para castigar conductas anteriores al golpe. “Aunque no lo dijeran los textos legales, esa reforma fue aplicada de una manera retroactiva contra todo y contra todos aquellos que hubieran defendido de alguna manera la legalidad republicana anterior a la nueva situación creada desde el 17 de julio de 1936”, incide el investigador en su tesis.

La sentencia contra Ferrer fue así un ejemplo paradigmático de la justicia militar sublevada, más orientada a sancionar disidencias y fidelidades republicanas que a juzgar delitos reales, y revelaba así que los “hechos probados” no bastaban para sustentar su condena: su figura, lejos de la caricatura que ofrecieron los sumarios, se perfila como la de un militar profesional ejecutado no por actos violentos, sino por permanecer fiel a su juramento y al Estado legítimo.

La sentencia contra Ferrer fue, según el historiador y teniente coronel del Cuerpo Jurídico Militar Joaquín Gil Honduvilla, un ejemplo paradigmático de la justicia militar sublevada, más orientada a sancionar disidencias y fidelidades republicanas que a juzgar delitos reales. Su figura se perfila como la de un militar profesional ejecutado no por actos violentos, sino por permanecer fiel a su juramento y al Estado legítimo

La ahijada de Ferrer Madariaga, en su habitación, pensativa

Fusilado junto a otro mallorquín

Ferrer Madariaga fue asesinado el 3 de diciembre junto a otro mallorquín, Josep Rotger Canals, del que, sin embargo, “nadie sabe nada”, como señala Margalida: “Los fusilaron a los dos, no sabemos si juntos o por separado el mismo día. Los golpistas sabían perfectamente días antes quiénes eran los que no estaban con ellos”.

Ferrer Madariaga fue detenido junto a otros oficiales que tampoco se sumaron al golpe. Acto seguido fue sometido a un consejo de guerra en el que una primera sentencia lo condenó a treinta años de arresto. Sin embargo, "órdenes de arriba" -según Margalida, provenientes de Franco- hicieron repetir el consejo. La sentencia definitiva lo envió al paredón. Lo fusilaron junto a otro mallorquín del que, sin embargo, "nadie sabe nada"

El cuerpo del comandante fue enterrado en Melilla. Durante años, incluso la localización exacta de su tumba fue incierta para la familia. Severa recuerda que conservan una foto de la lápida, pero “nadie ha ido nunca”. Sí se desplazaron hasta allí la madre y la mujer del comandante, Pilar Vera Santana -con quien se había casado en 1922-, quienes pagaron la tumba durante cinco años. “La abuela fue disposta a enterrar a su hijo, pero ya se encontró todo arreglado”.

A partir de ese momento, la memoria del comandante quedó sepultada dentro de la familia durante décadas. “Su historia se cubrió con un tupido velo. Nadie hablaba de él. Mi hermana Antònia decía: 'Nosotros estamos con el régimen de Franco y no queremos saber nada'”, recuerda Severa, quien apunta al “miedo” que existía “de hablar sobre según qué cosas”. La atmósfera que describe era la del franquismo cotidiano. Ella misma evoca la contienda y la dictadura como “muy duras”, especialmente cuando era niña, cuando la vestían con el uniforme falangista y debía convivir con la amenaza de la vigilancia permanente: “Ahora, por ejemplo, están las persianas abiertas. Pero entonces tenías que poner periódicos en los cristales”.

Piedra de la memoria en homenaje a Pablo Ferrer Madariaga
Severa, durante el acto de homenaje celebrado el pasado 3 de diciembre en el Cuartel General Luque de Inca

Horas antes de su fusilamiento, Ferrer Madariaga envió una carta a su familia, pero nunca volvió a ser vista. Cuando Severa se interesó por la misiva, una de sus primas le respondió tajante: “Los muertos están bien donde están, no te preocupes”. Fue su tía Pili quien le explicó qué decía el militar en su escrito: pedía que su memoria y su honor fuesen algún día restituidos cuando España recuparase la democracia y que se supiera que hizo “lo que debía hacer, que era defender el gobierno legítimo de la República”. La Asociación por la Memoria Militar Democrática (AMMD) solicitó al Ministerio de Defensa la presencia de una unidad militar para rendir los honores que por ordenanza le corresponderían como comandante caído en acto de servicio. La petición, respaldada por la familia y por la Asociación Memoria Histórica de Mallorca, fue ignorada por Defensa.

Su historia se cubrió con un tupido velo. Nadie hablaba de él. Mi hermana Antònia decía: 'Nosotros estamos con el régimen de Franco y no queremos saber nada'

Severa Ahijada de Pablo Ferrer Madariaga

El Gobierno central sí hizo llegar a la familia la Declaración de Reconocimiento y Reparación Personal, amparada por la Ley de Memoria Democrática, que declara ilegal e ilegítimo el procedimiento que le condenó y reconoce su figura como parte esencial de la historia democrática.

El pasado 3 de diciembre, el Ayuntamiento de Inca llevó a cabo un acto de homenaje y reparación de la memoria del comandante mallorquín, quien, como tantos militares republicanos, pagó con su vida su fidelidad a la legalidad democrática. La dictadura los etiquetó como “traidores”, una inversión deliberada del significado real de su lealtad jurídica y constitucional. El tributo recientemente celebrado rompe el silencio que lo rodeó durante décadas y rescata una memoria la dictadura no permitió pronunciar. Severa mira la fotografía de su tío y sonríe con la serenidad de quien ha esperado toda una vida para poder contar aquello que le arrebataron siendo niña. Su fillola se emociona al recordar: “Estoy contenta. Mamá hizo lo que pudo y nosotros también. Ya no se puede hacer nada más, pero ya no será un desconocido y él lo reconocerá desde donde esté”.

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