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Sobre este blog

Interferencia (Wikipedia): “fenómeno en el que dos o más ondas se superponen para formar una onda resultante de mayor o menor amplitud”.

Interferencias es un blog de Amador Fernández-Savater y Stéphane M. Grueso (@fanetin), donde también participan Felipe G. Gil, Silvia Nanclares, Guillermo Zapata y Mayo Fuster. Palabras e imágenes para contarnos de otra manera, porque somos lo que nos contamos que somos.

Criaturas

via @modeselektor

Silvia Nanclares

Mi hermano mayor pasa últimamente mucho tiempo cuidando a sus criaturas. Ayer va y le dice a mi madre en el parque: “Este es el trabajo más ingrato del mundo, ¿no? Nadie se para ni una vez a darte las gracias o a decirte: ”Joer, macho, qué bien lo has hecho“. Joer, macho. Mi madre se da cuenta en ese momento, una tarde de primavera nublada a las seis de la tarde, de lo poco que ha reconocido su trabajo su hijo hasta hoy. Pero está bien, piensa. Mejor tarde que nunca. Mi sobrina, por la noche, mientras le leo un cuento cuyo protagonista ha de pedir un deseo para nosequé de completar una misión, expresa el suyo: ”Que no se mueran mis padres“. Se queda callada. ”Bueno, mejor, que no se muera nadie“. Yo pienso en semejante pesadilla demográfica. En el crack de la Seguridad Social. Tengo dos amigas de doce y nueve años. Las sigo en Instagram. Me mandan mails con muchos emoticonos. Las he visto nacer y ahora escuchan a Adele. Mi sobrina de tres años se sabe de pe a pa la canción de El Pirata Cojo de Sabina. No sé si reirme o llorar. Nos tragamos juntas una peli de Disney. Hay algo de adoctrinamiento previo: ”Los DVD's falsos destruyen la creatividad y la magia“, dice una de las cuñitas pre-peli. Joer, macho, digo yo. ”Qué rollo“, dice ella. Las criaturas no se tragan cualquier cosa. Prefieren domir como un cesto a aburrirse con historias innecesarias.

Las criaturas son de mainstream, los padres de normcore. mainstreamnormcoreY en la franja del medio, los que ponen nombre a todo. Yo a veces quisiera tener de inmediato una criatura MÍA entre los brazos. Otras me horrorizo imaginándome la paliza y la casi continua renuncia que supone tener que cuidarlos 24/7 tal y como está planteada la crianza en la ciudad. “Los niños son tuiter”, me dijo una vez un amigo. Este verano, en la playa, Jimena, de dos años, me preguntaba: “¿Por qué te sale zumo de la cabeza?” al ver los churretones de color naranja que salían de mi pelo teñido y empapado. Sí, son especialistas en soluciones creativas. Triunfarían en cualquier feria de emprendedores.

Las criaturas suelen poner a los adultos en contacto con cosas bastante concretas: comida, mierda (ups!), heridas, costras, sangre, mocos, manchas, pesadillas, primeras veces. Pesan, cansan, hablan demasiado, demandan atención continua, son cabezones, tiran del pelo, se pegan entre sí, tienen pataletas, son caprichosas, pierden cosas, se manchan como cerdos, piden límites y te dan los envoltorios arrugados cuando acaban de comer algo como si fueses una papelera.

Las criaturas te aterrizan a hostias (perdón) para luego hacerte despegar con cucamonas. Dice la ciencia que son tan monos para que no los tires por la ventana cuando logren por fin acabar con tu paciencia. Porque te desquiciarán. Se negarán a bañarse cuando tú lo digas, gritarán en el médico, romperán la jarra, preguntarán catorce mil veces lo mismo en el autobús. Te cabrearán a conciencia para después desarmarte con la típica réplica increíble o ese abrazo de koala letal. Y eso mucho antes de empezar a pedirte una tablet o permiso para hacerse un tatuaje.

Las criaturas no son siempre frágiles, a veces siento que vienen armadas hasta los dientes de no se qué sabiduría aprendida en los columpios. Y a mi mundo, lleno de intangibles, de cosas abstractas y relaciones intermitentes, le viene de vez en cuando bien un buen baño en el barro. Críos. Cuando no puedo más y me peta la cabeza con tantísima información y estares y pareceres simultáneos y esfuerzos continúos por seguir estando atenta para conseguir ese nuevo trabajo que me ayudará a llegar a pagar la cuota de autónomos el día 30, robo una criatura cercana y me lanzo a pasear. Cuando me da el bajón químico después de un fin de semana de máquina de baile, me voy a buscar a mi sobrina al colegio, como si fuera un vampiro de su estabilidad pidiendo paso. Porque ella está más cerca del suelo. Y eso es un hecho.

Cuando llego a buscarla está de un humor de perros porque aún no ha merendado (¡y a mí siempre se me olvida llevarle merienda!), y encima su colegio está en un barrio medio raro sin panaderías, así que siempre acabamos en un bar pidiendo magdalenas y entonces enseguida se le pasa el cabreo. Es ahí cuando me acuerdo de este texto de Robert Fulghum, que tiene ese halo medio-moñas-autoayuda norteamericano, pero que, a veces, también reconforta.

Dice así:

*Todo lo que necesito saber lo aprendí en la Escuela Infantil*

Todo lo que realmente necesito saber sobre cómo vivir y cómo ser, lo aprendí en la Escuela Infantil. La sabiduría no estaba en la cima de la montaña de los títulos académicos, sino en el arenero del patio.

Estas son las cosas que yo aprendí:

Compartirlo todo.

Jugar sin hacer trampas.

No pegar a la gente.

Poner las cosas en su sitio.

Arreglar mis propios líos.

No coger las cosas de otros.

Decir “lo siento” cuando hiero a alguien.

Lavarme las manos antes de comer.

Tirar de la cadena.

Las galletas y la leche son buenas.

Vivir una vida equilibrada: aprender algo, pensar algo, dibujar, pintar, bailar, jugar y trabajar algo todos los días.

Echarme la siesta cada tarde.

Cuando salgo al mundo, tener cuidado del tráfico, agarrarnos de la mano y permanecer juntos.

Estar atento a las maravillas.

Recordar la pequeña semilla en el vaso: las raíces van para abajo y las plantas crecen hacia arriba y realmente nadie sabe cómo ni por qué, pero nosotros somos igual que eso.

Los peces de colores, los hámsters, la tortuga e incluso la primera semilla del vaso se mueren, así que también lo haremos nosotros.

Y recuerda los cuentos y la primera palabra que aprendiste, la palabra más importante del mundo: MIRA.

Todo lo que necesitas saber está ahí, en alguna parte. Coge cualquiera de estas normas y ponla en los sofisticados términos de los adultos y aplícala a la vida en tu familia o en tu trabajo, al gobierno o al mundo y seguirán siendo verdaderas, claras y firmes.

Piensa que una sociedad mejor puede ser si todos nosotros, el mundo entero, tiene leche y galletas a las tres todas las tardes y luego se puede echar la siesta en las colchonetas. Y que si todos los gobiernos tuvieran siempre como política básica colocar las cosas en su sitio y arreglar sus propios líos...

Comprobarás que continua siendo cierto, no importa cuál sea tu edad, que cuando sales al mundo, lo mejor es darse la mano y permanecer juntos*.

Las criaturas tienen el poder de parar el tiempo a base de ese extraño sentido común. Detienen el tiempo como si quisieran decirte: mírame, soy nuevo, derrocho toda la energía que tú estás perdiendo por días. Probablemente, cuando tú no estés aquí, yo seguiré. Y es quizá esa ventaja vital la que les permite pensar de manera muy poco común sobre lo común, adelantándonos de refilón y dejándonos otra vez sin palabras.

Hoy estoy cansada, muy cansada. Es día 23, estoy sin blanca y, no, yo tampoco he decidido aún si votaré el domingo. Así que me voy a casa de Jonás, que tiene un año y medio. Últimamente ha entrado en la fase del NO. Parece ser su palabra favorita.

Le pregunto a ver:

— Jonás, tú qué: ¿Podemos o Partido X?

— Jamón.

Claro. Cómo no. Jonás tambień es sabio. Y tiene hambre.

—Venga, va, que te hago una papilla. Y luego nos bajamos al parque.

Sobre este blog

Interferencia (Wikipedia): “fenómeno en el que dos o más ondas se superponen para formar una onda resultante de mayor o menor amplitud”.

Interferencias es un blog de Amador Fernández-Savater y Stéphane M. Grueso (@fanetin), donde también participan Felipe G. Gil, Silvia Nanclares, Guillermo Zapata y Mayo Fuster. Palabras e imágenes para contarnos de otra manera, porque somos lo que nos contamos que somos.

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