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Brasil: consecuencias sanitarias de ser el mayor importador de pesticidas del mundo

Zona de residuos de envases agrotóxicos en Lucas do Rio Verde, donde el promedio de exposición de los habitantes por agrotóxica es muy superior al promedio nacional

Luana Rocha

Agência Pública y Repórter Brasil —

El pequeño Kalebi Luenzo tenía poco más de 2 años cuando, de repente, comenzó a andar con dificultad. Preocupada, Elisângela, su madre, llevó al niño al médico: tenía leucemia. Kalebi creció cerca de una plantación de algodón, en Lucas de Rio Verde, conocida en el estado de Mato Grosso como la capital de la agroindustria.

El mecánico de tractores, Antonio Correa, se mudó a Tangará da Serra en busca de oportunidad de empleo en el creciente sector agropecuario de Mato Grosso. Después de dos años trabajando en cultivos de soja, tuvo a su primera hija, Emanuelly, que nació con espina bífida –tipo de malformación congénita que provoca problemas motores y compromete el funcionamiento de la vejiga y del intestino–.

Giovana Carvalho trabajaba como coordinadora del Centro de Referencia de Salud del Trabajador de Sinop, también en Mato Grosso, cuando comenzó a sentir dolores en la región lumbar y en la espalda. Cerca de un mes después, se le descubrió un tipo de cáncer en el pulmón que afecta a mujeres no fumadoras de entre 30 y 39 años.

Los tres casos tienen mucho en común. Primero, ocurrieron en la zona rural de algunos de los más ricos municipios del estado que es líder en la producción de granos en Brasil, así como en el consumo de pesticidas. Otro punto que las historias tienen en común es que esas familias han estado expuestas a diferentes pesticidas, incluyendo al glifosato y a la atrazina. Aunque estén entre los más consumidos en el país, esas sustancias están asociadas al desarrollo de cáncer y a la malformación fetal, según investigaciones realizadas en Brasil y en el resto del mundo.

En regiones con mayor uso de pesticidas como la atrazina se ha identificado una tasa más alta de malformación, según el análisis publicado en un artículo de la Universidad Federal de Paraná. Este producto está prohibido desde 2004 en la Unión Europea, que asocia la sustancia a la aparición de trastornos endocrinos, problema que afecta al sistema hormonal.

El glifosato, clasificado por la International Agency for Research on Cancer como “probable cancerígeno”, está en medio de un intenso debate internacional sobre sus efectos negativos en la salud. En marzo, un jurado en los Estados Unidos lo identificó como un “factor importante” en la relación con el desarrollo de cáncer en un hombre de 70 años.

El equipo de Repórter Brasil y de la Agência Pública, en conjunto con investigadores de Public Eye, han visitado tres ciudades en el interior de Mato Grosso en busca de los posibles efectos de esas sustancias químicas. Aunque no sea posible concluir que los casos encontrados estén relacionados con los pesticidas, hay diversos puntos que enlazan las historias de Kalebi, Emanuelly y Giovana a una de las grandes preguntas planteadas por médicos e investigadores de todo el mundo: ¿están contribuyendo silenciosamente los pesticidas al desarrollo de algunas de las peores enfermedades de nuestra generación?

Niebla de algodón sobre la casa de Kalebi

La relación de la familia de Kalebi con pesticidas fue muy intensa a partir de 2015, cuando su papá comenzó a trabajar como mecánico de tractores usados para la pulverización en la empresa multinacional de maquinaria agrícola John Deer. Nueve meses después de haber conseguido el empleo, su hijo fue diagnosticado con leucemia.

La madre de Kalebi lavaba la ropa de trabajo de su marido en casa, en la misma máquina usada para lavar la ropa de Kalebi y de sus otros dos hijos. La familia vivía detrás de una algodonera, bien cerca del local donde se lavaba y embalaba el algodón. “El polvo del algodón caía encima de la casa, parecía una neblina”, cuenta Elisângela dos Anjos. “Cuando mi marido supo de la enfermedad de Kalebi, estaba desesperado. Creo que se sintió culpable porque trabajaba con eso e, incluso sabiendo que no podía, abrazaba a los niños cuando llegaba del trabajo con la ropa contaminada”, recuerda. La madre está convencida de que esa múltiple exposición a los pesticidas llevó a su hijo a desarrollar la leucemia.

Las sospechas no son infundadas. Las regiones central y sur de Mato Grosso, que incluye Lucas do Rio Verde, presentan una mayor incidencia de leucemias y linfomas, según la investigación coordinada por la Universidad Federal de Mato Grosso, la UFMT. En esas localidades, el estudio apunta que entre los 20 pesticidas más utilizados están el glifosato y la atrazina. La investigación observa que hay mayor cantidad de personas de regiones con alta producción agrícola entre los pacientes internados con cáncer infantil y juvenil en el Hospital de Cáncer de Mato Grosso.

Pero la familia nunca habló alto y claro sobre esa sospecha en Lucas do Rio Verde. El algodón es uno de los sectores en expansión en la región y mueve la economía local. El estado debe liderar la producción nacional de la fibra según la previsión del Instituto Mato-grossense de Economía Agropecuaria para la zafra de 2018 y 2019. A pesar de generar más empleos, el alza del sector también significa más pesticidas para la población local: la aplicación de pesticidas en el algodón puede ser hasta tres veces mayor que en plantaciones de soja y maíz. Y eso incluye el uso de la atrazina y el glifosato.

Lucas do Rio Verde tiene hoy 63.000 personas que viven en el centro de un territorio cercado de cultivos de soja, maíz y algodón por todos lados. Grandes multinacionales del negocio agrario, por ejemplo Bunge, Louis Dreyfus, Cargill y Cofco, tienen sede en el municipio. El sector porcino y ovino también destaca. “En la época [del diagnóstico de Kalebi], ningún médico de Lucas hizo esa relación del pesticida con la enfermedad de mi hijo, pero creo que no dicen nada porque están en un área del negocio agrario”, opina Elisângela.

En la ciudad donde Kalebi creció, el glifosato aparece como el producto más vendido en la empresa Agrológica Agromercantil. La tienda vende en exclusiva los productos de Syngenta, empresa suiza que tiene en Brasil a su principal mercado consumidor. En la misma tienda, la atrazina es la cuarta más vendida. La ciudad tiene una posición destacada en el uso de pesticidas. En 2015, la exposición por habitante en el país era de 3,6 litros por año, pero para los pobladores de Lucas la media saltaba a 136 litros anuales, según el cálculo de la investigación hecha por la UFMT.

El equipo de reporteros ha buscado los principales sectores productivos que usan glifosato y atrazina en el Mato Grosso. En respuesta, las asociaciones de productores rurales han enviado una nota a través de Agrosaber, plataforma en línea que representa al sector y a fabricantes de pesticidas lanzada el 23 de abril durante una reunión del Frente Parlamentario Agropecuario, en Brasilia. Cuestionado sobre la asociación de los pesticidas con la malformación y el cáncer, el grupo afirma que “si son utilizados dentro de las recomendaciones de uso, estos productos son seguros para la salud humana y la de los trabajadores del campo”. El comunicado señala que aún no existe “otra manera eficaz de combatir plagas sin pesticidas” y que el no uso de los químicos podría generar una pérdida del 20% al 40% de toda la producción nacional“.

Tras la publicación del reportaje, Agrosaber envió una nota a la redacción afirmando que estudios realizados en Francia y en Estados Unidos “muestran que los agricultores tienden a tener mejor salud y menos índice de cáncer que otros grupos”. La segunda nota afirma incluso que la Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria (EFSA) revisó 164 publicaciones concluyendo que “aunque algunos estudios hayan revelado asociaciones entre la exposición ocupacional a defensivos agrícolas y un cáncer en específico, como linfoma, leucemia y cáncer de próstata, otros estudios no lo hicieron. Los revisores de la EFSA han recomendado llevar a cabo estudios adicionales para evaluar los efectos de la exposición en la infancia y la leucemia antes de llegar a conclusiones finales”.

Emanuelly, ¿contaminada durante la gestación?

Cuando dejó Cuiabá, capital de Mato Grosso, rumbo a Tangará da Serra, a 240 kilómetros de distancia, Antonio tenía el objetivo de buscar un nuevo camino profesional. Luego consiguió un trabajo como “bandera”, que consiste en estar de pie en el cultivo agarrando una bandera roja para indicar el lugar donde el avión debe pulverizar. Seis meses después de la llegada a Tangará, su pareja se quedó embarazada, pero después del nacimiento se descubierto que Emanuelly, hoy con 5 años, tenía espina bífida.

“La ciudad no es muy grande, pero allá es región de caña de azúcar y soja, por lo que está rodeada de plantaciones. En la época, además de trabajar en la hacienda, yo también vivía cerca de una plantación de caña”, recuerda Antonio. Tangará da Serra, en las últimas dos décadas, se ha destacado por el crecimiento económico. Gracias al negocio agrario, el PIB del municipio pasó de 1.400 millones de reales (321 millones de euros) en 2010 a 2.900 millones en 2016 (664 millones de euros).

Antonio recuerda que, en la época, él trabajaba con poca protección y sentía en el cuerpo los efectos del uso de los químicos. “El olor era insoportable en la época de la pulverización. En el trabajo usaba una máscara simple, tipo quirúrgica, y algunas cosas de plástico para proteger el cabello, pero ningún equipamiento más”, cuenta. “Tenía náuseas y dolor de cabeza después del trabajo y ellos decían que era por el sol. Yo ni sabía cuál era el producto que usaban porque ponían seguridad armada protegiendo los almacenes donde se almacenaban los pesticidas”, revela.

Además de la investigación que analizó datos de Paraná, investigadores de UFMT monitorearon la relación de los pesticidas con las malformaciones. En 2011, los especialistas de la universidad compararon datos de todos los hospitales públicos, privados y de referencia que atienden a embarazadas en Mato Grosso y encontraron pruebas que relacionaban la exposición a los pesticidas con la enfermedad. En otro estudio de la misma universidad, los investigadores analizaron la exposición a los pesticidas de mujeres antes de quedar embarazadas y en el inicio de la gestación en los ocho municipios del estado que más usaron estos productos entre 2000 y 2009. Una vez más, se identificó una correlación entre la incidencia de la enfermedad y el uso de pesticidas en esas ciudades.

Para la toxicóloga y doctora del trabajo Virginia Dapper, diversos estudios han mostrado la relación entre pesticidas y los efectos negativos para la salud de los niños. “La exposición prenatal a los pesticidas, incluso en bajas dosis como aquellas provenientes de residuos en alimentos, sí puede provocar alteraciones en el desarrollo neurológico de los niños expuestos”, afirma.

Con el diagnóstico de la dolencia, Emanuelly comenzó su tratamiento en el Hospital Sarah Kubitschek en Brasilia, referencia nacional en problemas motores. Según Antonio, los médicos que atendían al niño hablaron con él sobre la posible asociación entre los químicos y la espina bífida. “Los médicos preguntaban si yo vivía en la ciudad o en el interior y sobre el contacto directo con pesticidas. Ellos ya hablaban de la posibilidad de la existencia de una relación entre la espina bífida y el veneno”, dice el padre de Emanuelly.

La cuidadora que enfermó

Los casos de Kalebi y Emanuelly no son aislados, sospechas similares rondan también a profesionales que trabajan directamente con la prevención de los efectos de los pesticidas. Ese fue el caso de Giovana Carvalho, excoordinadora del Centro de Referencia de Salud del Trabajador en Sinop, donde atendía empleados rurales de 14 municipios. “Veíamos que muchos trabajadores lavaban las ropas que usaban en la aplicación del veneno junto con las piezas del resto de la familia o lavaban los recipientes de los productos con agua corriente”, recuerda Giovana. Según ella, los trabajadores no entendían los riesgos a los cuales estaban expuestos: “cuando sentían mareos o dolores de cabeza, creían que era como consecuencia del trabajo bajo el sol”.

El año pasado, la propia Giovana recibió el diagnóstico de un tipo de cáncer de pulmón poco común. “Es algo tan nuevo para la medicina que ni siquiera tiene nombre, afecta a mujeres que nunca fumaron”, explica. Ella recibe tratamiento en el Hospital de Barretos, en el interior de São Paulo, donde conoce a otros diez pacientes provenientes de la misma ciudad, Sinop.

Giovana siempre vio relación entre la alta prevalencia de enfermedades en su región y el uso de las sustancias. Durante el periodo en el Cerest, alertaba a los trabajadores sobre los riesgos. “Existen barrios en Sinop que están prácticamente dentro de las plantaciones y en las que el avión fumiga cerca de las casas, de las escuelas”, dice. “En Mato Grosso no existe fiscalización, es necesario cambiar eso. Existe una relación entre las enfermedades y los pesticidas, sí”, alerta.

Incluso con la variedad de estudios sobre los riesgos que los pesticidas representan para la salud humana, especialistas alertan que las políticas públicas todavía no han cambiado de acuerdo con esas evidencias. En algunos casos, los cambios parecen producirse en la dirección opuesta.

En Mato Grosso, un decreto de 2013 redujo las distancias permitidas para la aplicación terrestre de los pesticidas. O sea, hoy está permitido aplicar incluso más cerca de poblaciones, ciudades y cursos de aguas. La distancia mínima autorizada era de 200 metros, y en 2013 fue reducida a 90. Otros cambios implementados en el mismo año redujeron la transparencia en el uso de las sustancias. El órgano estatal que antes publicaba las sustancias y las cantidades de pesticidas utilizadas en cada municipio ya no lo hace.

Entre los críticos de los pesticidas, algunos defienden que las políticas solo van a cambiar cuando se hagan más estudios. “Se necesitan más investigaciones científicas para encontrar esa prueba definitiva de la relación de los pesticidas con enfermedades como el cáncer y la malformación congénita”, afirma João de Deus, biólogo y especialista en seguridad del Ministerio de Salud, que actualmente vive en Sinop. “Pero, cuando se recortan los recursos para la ciencia, es cada vez más complicado de probar”. Él se refiere al recorte, hecho el año pasado por el gobierno de Michel Temer, de 400 millones de reales (92 millones de euros) en el presupuesto del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPQ).

Otros investigadores entienden que los estudios existentes son suficientes para los cambios en las políticas públicas, como sucedió en la Unión Europea, que prohibió la atrazina y hoy debate la posible prohibición del glifosato. “Las evidencias científicas disponibles a nivel mundial y nacional son concretas, ya nos ayudan en el proceso de transición para nuevos modos de producción y de minimización de los efectos nocivos de los pesticidas en la salud humana”, afirma Marina Soares, investigadora de la UFMT. “Sin embargo, los intereses políticos y económicos de Brasil pasan por encima de cualquier estudio”.

Desde 2016, las autorizaciones han batido récord en Brasil ―que desde 2012 es el mayor importador de pesticidas del mundo. Solo durante el año pasado, 450 nuevos productos comenzaron a comercializarse. Y todo indica que, en este año, el número va a aumentar: desde enero de 2019, el gobierno de Bolsonaro ha publicado la aprobación de 197 nuevos registros de productos pesticidas –más de uno al día de media–. De estos, 56 son clasificados como extremadamente tóxicos. Aunque los ingredientes activos de los productos ya se venden, los nuevos registros autorizan el uso en nuevos cultivos, la fabricación por nuevas empresas o las combinaciones con otros químicos.

Este reportaje forma parte del proyecto Por Trás do Alimento (Detrás del Alimento), una alianza de Agência Pública y Repórter Brasil para investigar el uso de pesticidas en Brasil. La cobertura completa está en la página web del proyecto.página web del proyecto

Traducción Diajanida Hernández

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