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Bill Gates: “Antes de que muera, acabaremos con la malaria y la tuberculosis”

Bill Gates, presidente de la Fundación Gates y fundador de Microsoft

Juan Luis Sánchez

Lyon (Francia) —

Bill Gates habla de pie sobre un escenario, delante de una gran pantalla que ilustra su discurso con gráficos y alguna foto. Está a punto de hacer un anuncio importante, hay tensión en la sala. Pero no estamos en los 90 y el creador de Microsoft no está a punto de desvelar el sistema operativo Windows 95 o la nueva versión del Explorer. Estamos en Lyon, Francia, en octubre de 2019 y la sala no está llena de los primeros fanáticos de la tecnología comercial sino de presidentes de gobiernos de todo el mundo. Como hace veinte años, Bill Gates hace una pausa dramática y saca del atril un extraño dispositivo que había ocultado hasta ahora: una mosquitera.

“Aquí está la Interceptor G2”, dice Gates. “No lo parece a simple vista, pero esta red es pura innovación científica”. Gates ha cambiado las redes digitales por las redes que se colocan en las camas para protegerse de noche en zonas de máxima pobreza. La Fundación Gates, que preside junto a su esposa Melinda Gates, va a financiar 35 millones de estas mosquiteras para prevenir el contagio de la malaria por la picadura de mosquitos en África y Asia.

En conversación con eldiario.es, Gates hablará de mosquitos, heces y penes circuncidados con la misma pasión y precisión que en las entrevistas de hace 20 años hablaba de microprocesadores, iconos de escritorio o de Clippy, aquel asistente tan molesto del Microsoft Word. También hablará de política y de las contradicciones de la filantropía.

Pero antes de la entrevista, Bill Gates tiene cosas un poco más importantes que hacer. Al terminar su discurso se mete en una sala con Emmanuel Macron, presidente de Francia y anfitrión de esta conferencia de donantes del Fondo Mundial contra el sida, la malaria y la tuberculosis. Juntos intentan convencer a gobiernos de todo el mundo de que aporten lo que falta para llegar a los 14.000 millones de dólares, el objetivo de este año. “Están negociando con los últimos países, a ver si somos capaces de llegar a los 14.000 millones”, explican los asesores de Gates, que acaban de hablar con el aeropuerto y retrasar el horario que habían reservado para el despegue de su avión privado.

Al cabo de una hora, Macron y Gates aparecen juntos en el escenario. Con ellos viene Bono, el líder de U2. El presidente francés toma la palabra y explica que están muy cerca de conseguir los 14.000 millones dólares. “Y Bill me ha dicho… si tú pones 60 millones más, ¡yo te los igualo! Así que puedo anunciar que Francia pondrá 60 millones más y la Fundación Bill Gates también!”. El público aplaude, se pone de pie, vitorea, silba.

Termina el acto en un ambiente de extraña excitación. Bill Gates cambia el chip para meterse en un camerino portátil a responder las preguntas de eldiario.es.

¿Cómo son por dentro esas negociaciones de última hora? Sobre el escenario hemos visto casi una subasta en directo.

Anoche habíamos alcanzado los 13.850 millones. ¿Podríamos Francia y la Fundación Gates poner lo que faltaba para llegar hasta 14.000 millones? Yo dije: bueno, no estamos tan cerca, la diferencia es mucha. En el último momento hemos alcanzado los 13.920 y con un último empujón de Francia y la Fundación llegamos al objetivo. Macron no tenía duda de que llegaríamos. Nunca debería haberlo dudado. No es fácil decirle que no a Macron.

España redujo un 70% su cooperación al desarrollo tras la crisis e incluso abandonó este Fondo Global en 2011. Ahora Pedro Sánchez se ha comprometido a que España vuelva a aportar, con 100 millones.

Es fenomenal, es realmente fantástico. Que España haya regresado con esta gran contribución ha ayudado mucho para convencer a otros países. El anuncio de Pedro Sánchez en Nueva York durante la Asamblea General de la ONU fue muy bien recibido. El presidente tiene unos valores sociales muy claros.

Hablemos de resultados. ¿Qué avances podremos ver gracias al uso de estos fondos?

El objetivo es que dentro de tres años tengamos una píldora que con una dosis al mes evite la transmisión del VIH. [La profilaxis actual se destina a personas en casos extremo de riesgo y consiste en una dosis diaria]. Cambiar una dosis diaria por una dosis mensual es un salto muy importante. Creemos que es muy probable que lo consigamos.

Estamos muy dispuestos a gastar dinero en estas nuevas vacunas, nuevos medicamentos, nuevas herramientas de prevención. Tenemos un personal muy sofisticado y tenemos socios en la industria farmacéutica con los que trabajamos para conseguirlo.

¿Qué papel juegan esas farmacéuticas en este mecanismo? Están sometidas a mucha crítica internacional por la forma de comercializar medicamentos vitales y su lucha contra los genéricos.

Para los países más pobres de los países en desarrollo, siempre tenemos la regla de que solo se paga por el coste de fabricación. No permitimos que las empresas imputen en el precio los costes de investigación o costes de estructura o beneficios. Cuando el Fondo Mundial compra, no hay margen de beneficio para las farmacéuticas.

[En este momento, tocan a la puerta del camerino. “Perdón por interrumpir, pero el presidente Macron quiere despedirse y darle las gracias”, dice un asistente. Bill Gates se disculpa y sale al espacio común de esta zona reservada, donde están el camerino de Macron, el de Bono y el de Gates. Tras unos segundos de despedida, Gates vuelve al cubículo y se sienta de nuevo en un sillón negro.]

¿Por dónde íbamos?

La tuberculosis y la malaria mataron a más de dos millones de personas en 2017. ¿Veremos una mejora radical en los próximos 10 años?

Depende de la generosidad continua y de la innovación. Yo soy optimista. Nosotros, como fundación, vamos a seguir aquí dentro de cinco y dentro de diez años. No soy un cargo electo, no se me acaba el mandato ni la legislatura. No quiero hacer promesas que no pueda cumplir, porque somos una organización muy analítica y científica, pero tengo una meta: antes de que muera, vamos a deshacernos de enfermedades como la malaria y la tuberculosis. En todo caso, sé que las muertes continuarán disminuyendo. Y ya eso es increíble.

¿Qué puede interponerse en ese objetivo?

El cambio climático, por ejemplo. El cambio climático hace que todo sea más difícil. Y tenemos que asegurarnos de que entendemos que en África en particular, el crecimiento de la población es un desafío. Eso quiere decir que ahora hay muchos niños, que están ahora en la edad más vulnerable para la malaria, pero que luego serán adolescentes y tendrán la edad más peligrosa para contraer el VIH. Tenemos que prepararnos para tratar en unos años a más personas con VIH y evitar que el virus se extienda también con iniciativas como convencer a los hombres de que circunciden, cosa que parece increíble pero en realidad hace mucho para reducir la transmisión.

¿Es posible erradicar estas enfermedades sin que se erradique la pobreza primero?

Bueno, la única enfermedad humana que ha sido erradicada es la viruela, que mataba a más de 2 millones de personas al año. Llegó la vacuna y en 1980 se pudo dar por erradicada. Y no lo hicieron deshaciéndose de la pobreza sino a través de la ciencia.

Sigamos con los obstáculos. ¿Cree que la tendencia reciente a una política más nacionalista e identitaria suponen un problema para la salud global?

Sí. El trabajo que estamos haciendo depende de que las personas se preocupen por otros seres humanos incluso cuando no viven en su mismo país. Hay que pensar que el hecho de una madre pierda a un hijo es igual de trágico, tanto si sucede en tu barrio como si sucede en un país lejano. Ojalá pudiéramos hacer que más personas visitaran esos países y vean lo importante que es este trabajo. Las personas tienden a convertirse en cuanto pasan un tiempo sobre el terreno.

El líder de U2, Bono, acaba de estar junto a usted en el escenario y ha sido muy claro en su ataque contra Trump.

Bono ha sido mucho más claro de lo que yo puedo ser. Él cumple un rol y yo tengo que cumplir otro. La paradoja es que EEUU es, de lejos, muy de lejos, el mayor contribuyente a este fondo global. Son tiempos complejos, ya sabes.

Espero que los jóvenes, que están volcados con el cambio climático, renueven ese espíritu por el que los países europeos descubrieron tras la Segunda Guerra Mundial cómo depender unos de otros. Solo que ahora tienen que ser alianzas globales.

Más allá de los nacionalismos, hay un fenómeno evidente: las grandes empresas se enriquecen con recursos de países empobrecidos y luego parte de ese dinero regresa a través de una fundación privada y personal. ¿Entiende que haya críticas a la filantropía?

Bueno, todos estamos de acuerdo en que los países tienen que volverse autosuficientes. Nuestra fundación está ayudando a esos países a aprender unos de otros. Estamos ayudando a inventar herramientas que nunca pudieron imaginar. Algunos países no tienen presupuesto de I+D ni cimientos para la ciencia.

Hay países como India, Indonesia, Vietnam que han visto el crecimiento económico que generan las mejoras en salud y educación. Estos países que han sido receptores de mucho dinero, se graduarán… y el dinero que les fue destinado irá a los países aún más pobres, principalmente en África.

Ahora mismo los retos son tremendos. Cambio climático, desnutrición, muertes. Estoy seguro de que prefieren tener filantropía a no tenerla. Y a la larga, recaudarán sus propios impuestos y serán autosuficientes.

Esos impuestos para ser autosuficientes se recaudarían a nivel local. Algunas empresas multinacionales saben muy bien dónde colocar su sede para no pagarlos. ¿Cómo encaja la necesidad local de recursos públicos con la organización global de las finanzas?

La mayoría de estos problemas se dan entre países ya desarrollados. Unos tienen impuestos más altos, otros más bajos. La OCDE está estudiando nuevas formas de abordar los impuestos a las empresas. Ojalá eso genere muchos nuevos recursos para los países en desarrollo, pero solo esa reforma por sí sola no será sustancial. Siempre hay que ir actualizando las normas impositivas. Las reglas actuales puede que no estén dando el resultado que la gente espera. Algo con lo que estoy de acuerdo es con aumentar la transparencia. Algunos países han hecho progresos, pero no es suficiente.

A finales de los años 90, Bill Gates era ya el gran magnate de la tecnología y estaba acusado de prácticas monopolísticas o de abusar de la propiedad intelectual. Una nueva generación de desarrolladores veía entonces a Gates y Microsoft como el mal encarnado. “Don't be evil”, decía Google. Han pasado 20 años y esa generación lidera Facebook o Google, que están involucrados en asuntos aún más delicados como la libertad de expresión, la privacidad o la injerencia política. ¿Cómo le hace sentir eso?

[Se queda pensando] Bueno, a medida que la tecnología se mueve hacia el centro de nuestras vidas, el diseño de los productos y las decisiones que toman las compañías tecnológicas tocan cada vez más fibras. En aquellos años, las polémicas sobre Microsoft vinieron por los precios, que eran tan bajos que nuestros competidores lo tuvieron muy complicado. Eso nos hizo enfrentarnos a problemas legales en EEUU y en Europa. Y fue muy duro, no gustábamos a todo el mundo. Pero a la vez, éramos muy populares entre nuestros clientes.

Hoy, los problemas son más trascendentales que en mi época. ¿Cómo le pones freno al acoso? ¿Cómo le paras los pies a la influencia política extranjera? Si las personas que leen medios de izquierda y las que leen medios de derechas no están de acuerdo ni en cuáles son los hechos, ¿la democracia está funcionando tan bien como debería? Son problemas muy complejos.

Creo que los líderes tecnológicos van a hacer todo lo posible para reaccionar ante esto, pero no son problemas fáciles de resolver. Microsoft, aunque ya no esté en el centro de esto, está jugando un papel constructivo por ejemplo en cuanto a reconocimiento facial, que es una herramienta muy buena para encontrar a un niño perdido aunque también pueda tener usos políticos. El número dos de Microsoft, Brad Smith, acaba de escribir un libro llamado Armas y Herramientas que habla bien de las ventajas y los peligros.

¿Cree que Facebook y Google están contribuyendo a un mundo mejor?

Absolutamente sí. Y creo que las personas que trabajan allí son buenas personas. Sí que creo que por la forma en que se usan sus productos, tienen que minimizar la parte mala, y para eso hacen falta ideas nuevas.

¿Como cuáles? ¿Cómo hacemos para que el big data de su fundación para poder distribuir medicamentos, si cae en otras manos, no sirva para el uso opuesto para el que fue pensado?

Cualquier herramienta en las buenas manos es buena y en las manos equivocadas se vuelve mala. Una pistola que impide un atraco es buena y si se usa para el terrorismo es mala. La mayoría de los gobiernos mantienen la estabilidad, recaudan impuestos, ponen en su sitio a los criminales. Así que ayudar a esos países a que sean más eficaces es algo bueno. Si no te gusta ese gobierno, entonces no querrás que sea eficaz, pero habría que negarle los coches, los aviones, los ordenadores, cualquier cosa. Así que tendremos que estar constantemente pensando cómo minimizar la parte negativa de las herramientas.

Usted ha financiado el diseño de un reactor nuclear que no se enfría con agua sino con metal líquido. Dicen que así consiguen que sea mucho más seguro que el de Chernobyl o Fukushima…

Es el proyecto que tiene más riesgos y no sé si alcanzaremos los objetivos [el Gobierno de EEUU les ha retirado el permiso para probarlo en plantas nucleares de China], pero con el cambio climático vamos a tener que explorar muchos caminos diferentes de innovación. No se puede dejar de usar gasolina, carbón, gas natural, así por las buenas, porque es de donde sacamos el 90% de nuestra energía. Así que estaría bien poder tener un super-reactor nuclear pensado para ser seguro.

Se acaba de difundir un documental de tres capítulos en Netflix sobre algunos de los proyectos que ha puesto en marcha. ¿Por qué ahora?

La gente probablemente no conozca mucho sobre lo que hace la fundación. Hablamos de saneamiento, de nuevos diseños para baños en África. O sobre cómo acabamos con la polio, una enfermedad que queremos erradicar en tres años y a la que dedicamos muchos esfuerzos. Es un momento crucial.

En el documental usted también se abre a hablar de su vida personal, aparece su familia y se tocan algunos problemas importantes en su pasado. ¿Por qué ha querido compartir todo eso?

Yo quería hablar de los proyectos de la fundación. El director del documental me dijo que para hacerlo interesante tendríamos que hablar de mí. A mí esa idea no me entusiasma pero la gente quiere ver la parte humana. Así que supongo que tengo que admitir que soy humano.

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