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Obama echa el resto para hacer posible la victoria de Clinton

Obama en un mitin en favor de Clinton el domingo en Kissimmee, Florida.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Nueva York —

Nunca antes en los últimos 100 años un presidente de EEUU al final de su segundo mandato se había lanzado a la campaña con tanta intensidad como Barack Obama para facilitar la victoria de su partido en las elecciones presidenciales en las elecciones de este martes. En el último día de campaña, Obama viajó a Michigan, New Hampshire y Pennsylvania para pronunciar largos y apasionados discursos en favor de Hillary Clinton y, sobre todo, contra Donald Trump.

Obama echó el resto no lanzándose a la carretera, sino en el Air Force One. Cuando el presidente utiliza el avión oficial por motivos relacionados con su partido, hay que reembolsar al Estado el coste que habría supuesto un vuelo chárter, una cantidad muy inferior a los 206.337 dólares la hora que se suele citar como coste de poner en el aire el avión presidencial (un cálculo aproximado y quizá no del todo exacto).

La presencia de Obama –y de su esposa Michelle en el mitin de Filadelfia– es la constatación de dos hechos aceptados por todos. La escasa popularidad de Hillary Clinton y los números muchísimo mejores del presidente en su final de mandato. Según Gallup, el apoyo a Obama está ahora en un 54%, cuando la media de sus dos años en la Casa Blanca se encuentra en el 48%. 

Los lugares visitados el lunes por Obama dicen mucho de las prioridades de la campaña de Clinton y de la desventaja con que afronta Trump el día de las elecciones. Michigan y Pennsylvania son dos estados que llevan muchos años votando a demócratas en elecciones presidenciales. El problema del candidato republicano es que necesita ganar uno de los dos para asegurarse la victoria. No le vale con ganar en Ohio y Florida, y si pierde alguno de estos dos casi no tiene ninguna posibilidad. 

“No hay un camino para la victoria de Trump que no pase por ganar en dos de estos tres estados; Pennsylvania, Carolina del Norte y Florida”, dice Jefrey Pollock, presidente de la consultora política Global Strategy Group. Pollock también dirige encuestas para Priorities USA, un grupo (SuperPAC) que hace campaña por Clinton y los demócratas. Es parte interesada, pero su análisis lo comparten no sólo expertos de medios de comunicación, sino también responsables de la campaña de Trump. 

Kellyanne Conway, directora de la campaña de Trump, dijo el lunes que ganar en Michigan o Pennsylvania será crucial para poder alcanzar la victoria. El problema para su equipo es que ningún republicano ha vencido en esos dos estados desde 1988, cuando George Bush, padre, derrotó al demócrata Michael Dukakis.

Eso no le impidió ver la botella medio llena. Conway dijo que la decisión de su campaña de ir a por la victoria en Michigan ha puesto a Clinton a la defensiva y le ha obligado a visitar estados –a ella y a Obama– que los demócratas suelen tener asegurados en los días finales. 

Obama defiende su legado

La apuesta de Trump está también justificada por sus propias dificultades en otros estados. El previsible aumento de la participación de la comunidad latina a favor de Clinton perjudica al millonario en varios lugares, como Florida, Nevada, Colorado o incluso Arizona, donde desde 1952 sólo ha ganado un demócrata en las presidenciales (Clinton en 1996). 

Lo mismo se puede decir para todo el país en relación al voto femenino. Trump está 30 puntos por debajo del apoyo que recibió el republicano Mitt Romney en 2012 entre las mujeres con título universitario. En el total del voto de las mujeres, es posible que Trump ni siquiera llegue al 40%.

Las diferencias en Michigan y Pennsylvania no son tan amplias como para que la estrategia de Trump parezca desesperada. Todo puede reducirse a un puñado de puntos. Es sólo que lo tiene muy difícil. Para asegurarse de que siga siendo así, Obama se aplicó duro contra el millonario. Primero, defendiendo su legado. Recordó el rescate de la industria automovilística, tan importante en Michigan –al que Trump se opuso–, por haber servido para salvar los puestos de trabajo de miles de personas. 

En el plano del ataque personal, Obama dijo que el millonario no da la talla para ocupar el puesto que ambiciona. Y se burló de él por la información aparecida en varios medios que cuenta que los asesores de Trump le han prohibido utilizar la cuenta de Twitter para lanzar mensajes que a estas alturas le hacen más daño que bien. Desde hace unos días, la cuenta sólo se ocupa de anunciar actos electorales y tuitear fotos de los mítines, con un estilo convencional que tiene poco que ver con lo que se había visto antes en @realDonaldTrump

“Veamos, si tus asesores más cercanos no se fían de ti para tuitear, entonces ¿cómo podemos fiarnos de él para entregarle los códigos nucleares?, dijo Obama refiriéndose a los códigos necesarios para el lanzamiento de misiles nucleares.

“¡Encerradla!”

Trump se aplicó en los ataques directos a Clinton que han caracterizado las semanas finales de la campaña. “Hillary es el rostro del fracaso. Mirad lo que ha hecho con los emails. Ha sido todo un completo desastre”, anunció ante una multitud que coreaba de vez en cuando el “¡Encerradla!” que se ha hecho habitual en sus mítines. 

“Clinton y Trump son los candidatos menos queridos en tiempos modernos, casi desde que se hacen las encuestas que conocemos ahora”, explica Jefrey Pollock. “El rechazo a Trump está en el 60%, y el de Clinton, cerca, en el 57%. Los votantes ven a Obama como al único adulto que queda en la habitación”. 

Trump tiene que ganar en estados muy diferentes para poder acercarse a la victoria. Las encuestas nacionales de los últimos dos días coinciden en situarle tres o cuatro puntos por debajo de Clinton en otro ejemplo del efecto rebaño tan habitual en algunos países. Casi su única esperanza reside en que haya un voto oculto, con el que muchos de sus votantes hayan mentido a los sondeos a causa de la deplorable imagen de Trump en los medios.

Pollock lo ve poco probable y recuerda el caso de una encuesta que se hizo por partida doble –por teléfono e Internet– en las mismas fechas, precisamente para detectar esa tendencia. “La diferencia entre ambas fue sólo de medio punto, y se supone que en una encuesta online, sin el encuestador delante o por teléfono, nadie tiene miedo a admitir su voto”, explica. 

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