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The Guardian en español

La verdad sobre Andrew Tate: “Más que una mansión de Hollywood, su casa parece una nave industrial destartalada”

Foto de archivo del streamer estadounidense Andrew Tate, quien fue detenido la semana pasada por violación y tráfico de personas en Rumanía.

Paul Kenyon

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Andrew Tate solía recorrer estas desaliñadas calles suburbanas a unos 15 kilómetros del centro de Bucarest, en Rumanía. Pasaba por delante de un vertedero, un cementerio y una hilera de semirremolques que no habrían desentonado en la serie de televisión Brookside. Se dejaba ver en su Lamborghini o Bugatti o cualquier otro ejemplar de su flota de automóviles de alta gama. Fumando un puro y ajustándose las gafas de sol a lo Michael Corleone. Golpeándose el pecho tatuado ante el semáforo en rojo.

Tate, a quien le gusta hacerse llamar Top G (en argot callejero, G significa gánster), dice que no ha hecho nada malo. Puede que parezca y se comporte como un gánster. Puede que se jacte de sus actividades mafiosas y diga que ha ganado miles de millones. Pero ahora, como recluso en el sistema penitenciario rumano, afirma que en realidad él no tiene nada de mafioso. Afirma ser un buen tipo.

El 29 de diciembre fue detenido por miembros armados de la unidad anticorrupción de Rumanía —los que detienen a los gánsteres— por presuntos delitos de trata de personas y violación. Los agentes, que llevaban pasamontañas, irrumpieron en el domicilio de Tate al amparo de la noche y dicen haber encontrado pistolas, cuchillos y grandes sumas de dinero en efectivo. Top G y su hermano menor, Tristan, de 34 años, fueron detenidos y esposados. También detuvieron a dos mujeres rumanas, Georgiana Naghel y Alexandra Luana Radu, exagente de policía. Los cuatro son sospechosos de formar parte de una red de trata de personas. Ellos mantienen su inocencia.

¿Esta historia es cierta?

Me dirijo a casa de Andrew Tate. Nunca había oído hablar de Tate hasta el verano pasado. Normalmente cubro guerras, crisis internacionales, casos de corrupción a la vieja usanza. Tate sonaba como otro egocéntrico que quiere llamar la atención en las redes sociales. “No lo es”, me dijo un colega. “Es una de las personas más buscadas en Internet. Tiene más visitas en las redes sociales que Rihanna. Ah, y dijo en un Twitch Stream que es el primer milmillonario del mundo”.

¿Esta historia es cierta? ¿Un exboxeador que nació en Estados Unidos y creció en Luton, Reino Unido, puede transformar su notoriedad en las redes sociales en una fortuna a escala de Elon Musk? Y lo que es más importante, al menos para Tate, ¿qué van a descubrir los investigadores rumanos sobre sus actividades lucrativas? Si se le declara culpable, podría cumplir 20 años de condena en una cárcel rumana.

Andrew Tate es un fenómeno de las redes sociales. Su contenido en TikTok ha sido visto más de 12.700 millones de veces. Nadie en la plataforma se le acerca. Afirma que domina los algoritmos de las redes sociales que hacen que las publicaciones se propaguen por el ciberespacio como si fuera una plaga. Domina a la perfección las palabras de moda, los hashtags, las frases hechas y el lenguaje incendiario.

Un negocio de 'webcams'

Su carrera no empezó en Internet: era boxeador. Un boxeador de éxito. En 2009 fue número uno de su división en Europa. Los comentaristas se quejaban de sus “técnicas multicapa” y de sus “afilados golpes al cuerpo”. Pero en 2016 Tate había abandonado el cuadrilátero y había entrado en otra arena pugilística, el reality Gran Hermano en Reino Unido. Parecía un provocador nato. “No me importa si no le caigo bien a nadie”, espetó a los demás concursantes. “Sé que soy la persona más inteligente de esta casa. Es un hecho”.

Pocos días después, Tate fue expulsado tras salir a la luz unas imágenes en las que se le veía azotando a una exnovia con un cinturón (aunque tanto Tate como la mujer niegan los malos tratos y aseguran que el clip mostraba sexo consentido). Desde entonces se ha sabido que también estaba siendo investigado por la policía de Hertfordshire por acusaciones de violación. En 2019, la Fiscalía del Estado decidió no seguir adelante con las acusaciones.

Tate montó un negocio de webcams en Reino Unido, retransmitiendo shows de sexo en directo con mujeres que él mismo reclutaba. Promocionó su marca en las redes sociales, convirtiéndose en Tate, el “macho alfa” influyente. Arremetió contra el feminismo radical y declaró que los hombres jóvenes debían recuperar su masculinidad. “La vida es una guerra”, decía. “Es una guerra por la mujer que quieres. Es una guerra por el coche que quieres. Es una guerra por el dinero que quieres. Es una guerra por el estatus. La vida de los hombres es una guerra”.

Los hombres jóvenes y descontentos comenzaron a seguirlo en masa. Querían más. Tate respondió con mensajes más polémicos. En las redes sociales, habló de golpear a las mujeres, de agarrarlas por el cuello. Luego, en 2017, declaró que las mujeres violadas tenían parte de la responsabilidad. Como era de esperar, en 2022 fue expulsado de las plataformas de redes sociales más importantes.

“Matrix”

En los últimos dos años, han sido los seguidores de Tate, y no él mismo, quienes han ayudado a aumentar su presencia en TikTok. Los hay de todas las clases sociales, credos y países. Tras convertirse públicamente al islam en octubre del año pasado, Tate fue visto recientemente llevando un ejemplar del Corán a un tribunal en Rumanía, lo que aumentó su popularidad entre los jóvenes islámicos. Las escuelas del Reino Unido están tan preocupadas por la radicalización de los alumnos que siguen a Tate que los profesores están recibiendo directrices sobre cómo combatir las opiniones misóginas del influencer.

El ejército digital de seguidores de Tate afirma que su detención en Rumanía es un montaje orquestado por lo que ellos llaman “Matrix”, una conspiración mundial de los principales medios de comunicación y políticos que intentan silenciarle y controlarle. Yo formo parte de Matrix. Probablemente tú también. Cualquiera que piense que la misoginia violenta de Tate es nociva forma parte de Matrix. “Matrix me ha atacado”, tuiteó Tate tras su detención, “pero lo entienden mal, no se puede matar una idea”.

Para socavar las protestas de su amplia base mundial de seguidores (los fans de Tate salieron a la calle en Atenas para reivindicar su inocencia) y ayudar poco a la defensa de Tate están las extrañas autoinculpatorias conferencias en las redes sociales que ha hecho a lo largo de los años. Posiblemente sean útiles cuando se trata de pulir sus credenciales de gánster para un público online crédulo, pero no lo son tanto cuando te enfrentas a un fiscal rumano del mundo real que trata de demostrar que estás implicado en el crimen organizado.

Custodia preventiva

Cuando Tate llegó por primera vez a Rumanía hace seis años, a la edad de 30, le preguntaron por qué había decidido mudarse a ese país. “Me gusta Europa del Este en general”, explicó, “porque la corrupción está mucho más al alcance de la mano”. En Reino Unido, reflexionó, sólo las élites consiguen eludir la responsabilidad por sus delitos, dando a entender que en Rumanía la impunidad era generalizada.

A continuación, se quejó de que en Reino Unido las acusaciones de violación se persiguen con demasiada dureza para su gusto, quizá en referencia a su propia experiencia. “En los sistemas legales occidentales”, dijo, “ya sea Reino Unido, Estados Unidos o cualquier otro país, si una chica afirma haber sido violada no necesita demostrarlo... vendrán y te arrestarán. Es una locura y pensé: no puedo seguir viviendo bajo este sistema, así que tuve que mudarme a algún sitio con leyes basadas en el sentido común”.

Esas leyes basadas en el sentido común han llevado a la fiscalía rumana a mantener a Tate y a su hermano entre rejas en lo que denominan “custodia preventiva” para evitar que huyan, manipulen testigos o provoquen algún tipo de disturbio al estilo Trump en los juzgados rumanos. Los hermanos pueden estar en prisión preventiva hasta finales de junio. Después deberán ser puestos en libertad o juzgados. Rumanía no tiene sistema de jurado popular. Si son juzgados, los jueces decidirán su destino.

El sistema judicial rumano nunca ha experimentado tal escrutinio global, y los hermanos Tate ya están invocando “Matrix” como la causa de esta situación. Al salir de una vista de apelación fallida en enero, Tristan gritó ante las cámaras: “Preguntad a los políticos, preguntad a los jueces, os estáis acercando a la verdad”.

Método “loverboy”

Estoy conduciendo hacia el domicilio de Tate, escuchando una grabación suya de una publicación que apareció en Twitter. Es una especie de tutorial, pronunciado al galope con un manoseado acento estadounidense-lutón. Sus padres emigraron a Reino Unido cuando él tenía unos cinco años. Su padre, Emory, fue un pionero campeón de ajedrez afroamericano que murió repentinamente durante un torneo en 2015. Su madre trabajaba como ayudante de catering en Luton y se dice que ahora está en Kentucky, donde vive con una hermana de Tate, que es abogada. El propio Tate afirma haber sido un prodigio del ajedrez. Sigo escuchando la grabación mientras las cosas toman un feo cariz. “No es posible”, dice, “tener chicas que trabajen para ti a las que no te hayas follado. Es imposible. Tienes que follártelas y ellas tienen que quererte. Es esencial para el negocio, porque si no las mujeres no tienen lealtad”.

Tate habla de curar la baja autoestima de los hombres jóvenes —sin duda un problema— y aconseja a sus seguidores en Internet que se levanten temprano, entrenen en el gimnasio, fortalezcan sus cuerpos y sus mentes, que se esfuercen por encontrar la autorrealización. Dice que no conseguirán nada si se pasan el día sentados frente a sus pantallas (lo sé, ahí es donde le están viendo), y habla ferozmente de la necesidad de “sufrir” para triunfar, una referencia a los años que pasó en el ring de kickboxing, donde dice que vio morir a gente.

El tutorial ha pasado a mejor vida. Tate quiere enseñar a sus devotos a reclutar mujeres en la industria de las webcams para protagonizar contenidos sexuales por los que los espectadores pagan entre dos y diez dólares el minuto. Algunos reciben mucho más. Rumanía cuenta con la mayor industria de webcams de Europa (se dice que emplea a unas 200.000 mujeres), probablemente otra de las razones por las que Tate eligió Bucarest como lugar para establecerse.

La voz de Tate inunda mi automóvil. Me está explicando cómo captar a mujeres reacias a desnudarse delante de una cámara. “Si estás en una cita y tratas de mencionar [el negocio de la webcam], mierda, no funciona, las desanima. Sigues como si nada”, dice. “No mencionas la webcam. Te follas a la chica, después de habértela follado... entonces empiezas a mencionar cosas como: 'Tienes siempre mucho trabajo, podrías trabajar para mí'”.

Para cerrar el trato, debería llevarla a cenar con una chica webcam que ya esté a tu servicio y que te ayude a darle la vuelta a la tortilla. “Martinis, martinis, martinis”, dice, chocando copas imaginarias, “bang, trío... pon a las dos chicas juntas en cámara el primer día, dales una botella de vodka”. El dinero llegará a raudales, dice, y se quedarán enganchadas. “Así es como se recluta a las chicas”, afirma con rotundidad. “No puedes reclutar chicas de otra manera”.

Puedes imaginarte al equipo legal de Tate escuchando la grabación por primera vez. Suena a coacción psicológica de manual. Engañar a una mujer haciéndole creer que es tu novia y luego presionarla para que se desnude delante de una cámara. En Rumanía, las autoridades le acusan de haber utilizado el método “loverboy”. En Reino Unido, suena como lo que llamaríamos grooming (técnica de captación).

Un hombre bastante decepcionante

Aparcamos en un descampado junto a la casa de Tate, en el barrio de Pipera, en Bucarest, una mezcla de chalés nuevos con ínfulas y feos bloques postcomunistas. Los perros callejeros ladran a lo lejos. La verja es convenientemente masculina: pesada, negra y corredera. La puerta de entrada parece a prueba de bombas. Tate no está allí, por supuesto, pero dos de sus hombres vestidos con trajes negros patrullan una modesta piscina, donde he visto a Tate posando sin camiseta en imágenes de Internet.

Das la vuelta por el lateral y te das cuenta de que la casa de Tate no es tanto un refugio de Hollywood como una desvencijada nave industrial del sector cárnico. Falsos ladrillos, canalones goteando, ventanas oscuras. Hay una pila de escombros donde cabría esperar que estuviera el jardín, y una lámpara de Ikea rota. A pesar de la fama de multimillonario y de sus publicaciones periódicas sobre sus aviones privados, yates oceánicos y su flota de deportivos, la residencia de Tate es bastante decepcionante.

Hay muchos barrios exclusivos en Bucarest, llenos de hermosas villas. Están equipadas con pistas de tenis, piscinas y dependencias para el personal, y cuestan millones. Si Tate tiene realmente la riqueza que dice tener, ¿por qué no vive en Primaverii (el antiguo barrio de Ceaușescu), Kiselev o Dorobanti? Sus seguidores dicen que necesita “esconderse” en su extraña guarida para pasar desapercibido. Pero en Bucarest hay muchos mafiosos que viven en barrios elegantes y pasan desapercibidos, sin publicar sus movimientos en Internet ni actuar como “gánsteres”.

A la vuelta de la esquina, en la propiedad de Brookside, nos dicen que Tate alquila una casa para algunos de sus artistas de la webcam. La cruzamos y tropezamos con una obra en construcción. La casa está limpia, encalada y en mejor estado que la de Tate, aunque sus ventanas diminutas hacen que parezca un centro de detención. Una joven está en el portal. 

Jasmina es una rumana de unos 20 años, guapa y encantadora. Tiene muchos tatuajes. Uno, en el brazo, dice “Tate”. Otros llevan una marca similar: “La chica de Tate” o “Propiedad de Tate”. Al día siguiente nos encontramos con una segunda mujer en la misma dirección. También está tatuada con la marca Tate.

Acoso, maltrato y sugestión

Una exnovia de Tate en Reino Unido afirma que fue manipulada por él. “Sophie” no quiere que su nombre real salga a la luz porque los seguidores de Tate pueden llegar a ser bastante desagradables en Internet. Dice que Tate contactó con ella por primera vez a través de Facebook. “Al principio no había ninguna señal de alarma”, dice. “Simplemente se interesó por mi día a día, quería saber qué me gustaba, qué me hacía feliz”. Sophie voló a Bucarest sin haber conocido a Tate, emocionada por ver a su nuevo novio. Vivió en la casa con Tate y su hermano. Al cabo de un tiempo, cuenta, Tate le planteó la cuestión de trabajar con webcam. “Deberías hacerlo, ganarías una fortuna, pero si no quieres, no tienes que hacerlo”. Entonces empezó la presión. “Si me quieres, deberías hacerlos. Si te importo, lo deberías hacer”.

Sophie había trabajado antes como modelo y había hecho baile en barra, así que no era una completa desconocida en este mundo. Es probable que por eso contactara con ella. Pero se fue a Bucarest para ser la novia de Tate y se enamoró de él. Entonces ella dice que él empezó a atacarla.

Al final, ella accedió al trabajo de webcam. Afirma que estaba bajo el hechizo de Tate. Habría hecho cualquier cosa para ganar su aprobación. Sophie nunca había visto su tutorial en línea sobre cómo convencer a las mujeres para actuar en webcams.

Un día, dice, la inmovilizó contra la pared y la abofeteó con fuerza. En otra ocasión, durante el sexo duro, dice que la estranguló hasta que se desmayó. Sophie está ayudando al fiscal rumano en la investigación. Es la primera denunciante británica, y se puede entender por qué está preocupada por una reacción violenta.

Las dos mujeres tatuadas que encontramos en la casa alquilada de Tate llevan años con él. El fiscal las trata como víctimas, pero ambas afirman que no son víctimas en absoluto. “Nunca (los dos hermanos) han sido agresivos o groseros. Siempre han respetado a la gente”, declaró Jasmina a la cadena de televisión rumana Antena 1. Aparentemente inconsciente de la posibilidad de coacción psicológica, dijo a los periodistas: “Nunca privaron a las chicas de su libertad... la puerta siempre estuvo abierta”.

“No es realista ganar tanto dinero”

Si hay que creer a Tate, su negocio de webcams fue extremadamente fructífero. Contó en un podcast que, en su momento álgido, llegó a tener 75 mujeres trabajando para él en cuatro lugares distintos, con las que ganaba 600.000 dólares al mes (unos 560.000 euros). Encontramos a dos de ellas en Bucarest. Un informante de la fiscalía rumana dijo que ciertamente no encontraron a las 75 webcammers que Tate asegura tener.

En el centro de Bucarest se encuentra un centro comercial reconvertido en oficinas. En la sexta planta está Best Studios, uno de los mayores y más exitosos operadores de webcam de la ciudad, con unas 200 mujeres en nómina. Una de sus jefas, Maria Boroghina, me enseña las cerca de 40 habitaciones, con camas enormes pensadas para la actividad diaria. Vestida elegantemente con una blusa de seda cara, el pelo cortado y teñido de rubio, ella misma fue modelo de webcam y ganó 20.000 dólares (18.670 euros) al mes en 2012. Ahora, con más de 30 años, es la directora de operaciones y viaja por el mundo representando a la industria webcam de Rumanía, asistiendo a cumbres en Colombia y Portugal.

María conoce a todo el mundo en la industria. ¿Conocía a Tate? No, hasta que vio su detención en televisión. ¿Es posible que haya ganado decenas de millones con la industria de la webcam? “¡Oh!”, dice desconcertada. “Si él afirma eso, me gustaría que viniera a formarme, porque no somos capaces de hacerlo”. Luego, con más firmeza dice: “En esta industria no es realista ganar tanto dinero con sólo unas pocas modelos”.

Enseñanzas misóginas

Aunque Tate tiene muchas más empresas. Quizá haya ganado la fortuna que afirma tener con otro negocio. Mientras llamamos a la oficina de registro mercantil, nos detenemos en una elegante cafetería de Bucarest. Se han congregado adolescentes adinerados de un prestigioso instituto local. ¿Han oído hablar de Tate? Hay una oleada de entusiasmo. “¡El Top G!”. Un joven de 16 años con aire de estudiante toma el mando. “Nos encanta Andrew Tate”, dice sonriendo. “Nos enseña lecciones importantes sobre la vida y cosas que no nos enseñan en el colegio”.

“¿Como qué?”

“Como cómo actuar cuando quieres montar un negocio”.

Ahora bien, en aras de la exhaustividad, las enseñanzas de Tate van más allá de los tríos y el vodka. Algunos de los consejos empresariales son relativamente ortodoxos. Sin embargo, resulta difícil valorar sus discursos más allá de la misoginia.

Les pregunto si creen que está bien acosar a las mujeres. “Depende de la chica”, grita alguien. Hay risas y algunos gritos. “Si encuentras a una chica educada, no la acosarás... pero si hablas con una puta...”. El chico se encoge de hombros y me dedica una sonrisa cómplice.

Ideas tradicionales

Rumanía es mi patria espiritual. Conocí a mi mujer en Bucarest hace casi 30 años. Por aquel entonces, reinaba la intolerancia de todo tipo. La homosexualidad podía llevarte a la cárcel. Ha habido grandes avances, sobre todo desde que el país entró en la UE en 2007. Pero persisten las ideas tradicionales sobre los roles de género. No es raro, ni ofensivo para la mayoría, que se diga que el lugar de la mujer está en el hogar, criando a los hijos. Las esposas cocinan; los maridos traen la comida a casa. Se espera que los hombres sean duros y protectores, y que tengan una apariencia viril. El pelo largo no gusta mucho.

Los delitos sexuales no han sido tradicionalmente una prioridad para los tribunales rumanos. Tampoco lo ha sido la trata de personas. Sobre todo si el acusado tiene un estatus social alto y la denunciante no. Eso está cambiando. No obstante, ¿habrían perseguido las autoridades rumanas este asunto con tanta diligencia si la primera denunciante de los hermanos Tate hubiera sido una mujer rumana pobre?

De hecho, era una ciudadana estadounidense. En abril de 2022, la policía asaltó la casa de los hermanos tras recibir un aviso de la embajada de Estados Unidos de que una estadounidense de 21 años estaba retenida contra su voluntad. La policía se llevó a los hermanos para interrogarlos. Fueron liberados poco después, pero la redada y la información obtenida fueron el catalizador de la detención de los hermanos justo después de Navidad.

15 casinos en Rumanía

En Bucarest, seguimos rastreando el dinero. Y los casinos están en el punto de mira porque Top G dice que es propietario de una cadena. A Tate le viene como anillo al dedo. “La historia es”, cuenta a sus seguidores en un videoclip, “que había tres hermanos, mafiosos (naturalmente) que poseían 400 casinos en toda Europa del Este. Me acerqué a ellos...”. Afirma que se involucró. Hizo una fortuna. Diseñó un modelo de negocio.

Tate dice que posee una cadena de 15 casinos y que le hacen ganar un millón de dólares al mes (unos 933.000 euros). Pues parece que no, según el registro mercantil en Bucarest. Buscamos por todas partes y no encontramos pruebas de que posea un solo casino. Al menos, no de la variedad Bond y Martini. Hay un débil vínculo histórico con una cadena que opera máquinas tragaperras. Sí, se conocen como casinos en Rumanía. Pero no lo son. Esa empresa está siendo investigada por presunta extorsión y crimen organizado con participación de la mafia rumana.

Tate ya ha afirmado en otras ocasiones que es el propietario de algunos salones recreativos en Rumanía, gracias a un acuerdo comercial con la empresa de máquinas tragaperras. Su táctica en uno de ellos era desviar las colas de un Starbucks vecino. Ofrecía café gratis para tentar a la gente a entrar, y ellos metían el dinero del almuerzo en sus máquinas tragaperras. Sin lugar a dudas, una muestra de su espíritu emprendedor. ¿Pero suficiente para ganar un millón de dólares al mes?

Curiosamente, poco después de que la policía llamara a la puerta de Tate en abril del año pasado, parece que se deshizo de una empresa rumana llamada Groundbreaking Developments, una consultoría de negocios y gestión, y la puso a nombre de una mujer que más tarde fue detenida como parte del mismo caso de trata de personas. La empresa se transfirió de nuevo a otra mujer, que resultó ser una actriz porno de Grimsby. Ahora la empresa está en Dubai y no podemos saber cuánto queda en sus cuentas.

Es difícil averiguar cuánto valen realmente las empresas rumanas de Tate. Sólo podemos encontrar declaraciones de impuestos de una de ellas: Talisman Enterprises, listada como un negocio de portal web. Tiene una deuda de 1,2 millones de libras (1,36 millones de euros).

Hustlers University

Hace poco tuiteé sobre las finanzas de Tate, sugiriendo que quizá no tenga tanto dinero como se dice. Recibí 2,3 millones de visitas y coloridas respuestas de jóvenes con gorras de béisbol MAGA (Make American Great Again). Creían detectar la mano de “Matrix”. Me llamaron imbécil, parásito, falso periodista y cosas mucho peores.

Una aventura empresarial de Tate destaca como la fuente probable de sus ingresos. (No es que Tate esté en la cuerda floja; algo debe explicar los 3,6 millones de euros en deportivos de lujo y relojes que los rumanos dicen haber incautado en su casa). En 2021, Tate creó algo llamado Hustlers University, que prometía libertad financiera a través de tutoriales en línea con profesores que son “expertos multimillonarios de talla mundial”. El sitio web parece una película de Vin Diesel. Explosiones. Bolas de fuego. Ferraris a la deriva. Pero cuando entras en materia, parece que hay algunos buenos consejos de inversión. Los profesores parecen villanos de Bond. Pero están en la Universidad de Hustlers. ¿Qué se puede esperar? Uno tiene la cara pixelada.

Hustlers University tenía un método de reclutamiento poco ortodoxo. Se pagaba a los estudiantes una parte de la cuota de matrícula por cada nuevo alumno que consiguieran atraer. Esto proporcionó a Tate una fuerza de ventas altamente incentivada de la noche a la mañana. Si le parece un esquema piramidal, no sería el primero. Tate dice que no lo es.

Las suscripciones cuestan 49,99 dólares al mes (46,7 euros). Tate afirma que tiene más de 100.000 alumnos. Eso parece un poco exagerado. Un estudiante dijo que eran más bien 30.000. Pero incluso eso habría hecho rico a Tate. Hustlers University se ha rebautizado y abierto de nuevo como The Real World.

Si Tate realmente tiene una inmensa riqueza, me cuesta encontrarla. Sin embargo, hay un lugar donde no hemos podido mirar, y es la cadena de bloques. Tate habla regularmente de criptomonedas en las redes sociales, y en un podcast de octubre de 2022 dijo a los oyentes que había invertido 600.000 dólares (560.000 euros) en bitcoins en marzo de 2020, convirtiéndolos en 12 millones de dólares de beneficio (11,2 millones de euros).

Parece que tiene al menos una cartera digital, pero no podemos mirar dentro. Las fuerzas de seguridad rumanas tampoco pueden, pero pueden rastrear cualquier transacción que entre o salga. Hay precedentes legales, al menos, para que congelen lo que haya allí.

Un hombre creado en el ciberespacio

De vuelta al complejo de Tate en Bucarest, los deportivos ya hace tiempo que no están. Fueron incautados por las autoridades en relación con la investigación sobre la presunta trata de personas. Un vecino, cargando con la compra, se acerca a saludarnos. “Ellos no han hecho nada malo”, dice señalando la casa de Andrew Tate. “Son los políticos los que están detrás de todo esto. Intentan impedir que disponga de su dinero”. Tate estaría sin duda de acuerdo.

No es probable que él y su hermano vuelvan a casa en mucho tiempo. Los tribunales tienen hasta finales de junio para comenzar el juicio o ponerlos en libertad. Una fuente de la fiscalía rumana ha indicado que esperan que el juicio comience antes de esa fecha, momento en el que los hermanos Tate serán trasladados de un centro de detención a un centro penitenciario, donde las condiciones serán probablemente más duras. Y el clima no es propicio a los hermanos. El juez prorrogó su detención en enero aludiendo a la “capacidad y esfuerzo de los hermanos para ejercer un control psicológico permanente sobre las víctimas... incluso recurriendo a constantes actos de violencia”.

Si son condenados, es posible que pasen muchos años en una cárcel rumana. Tate, un hombre creado en el ciberespacio, vería su dinero reducido a código binario encerrado en una cartera virtual a la que ningún humano puede acceder.

Andrew Tate no respondió a la solicitud de comentarios para este artículo.

Paul Kenyon es periodista y autor del libro Children of the Night: the Strange and Epic Story of Modern Romania. La investigación de su equipo sobre Tate, Living With Andrew Tate, está disponible en BBC File on 4 y BBC Sounds.

Traducción de Emma Reverter.

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