El Brexit, el inesperado pegamento que mantiene unida a la Unión Europea
En Bruselas, en París y en Berlín, en Roma y en Varsovia, los relojes marcarán la medianoche del 29 de marzo de 2019 y justo en ese momento se hará historia: por primera vez en la historia de la integración tras la postguerra en Europa, un país abandonará la Unión Europea. Mientras Europa hace la cuenta atrás para la salida de Reino Unido, el Brexit ha demostrado ser una inesperada fuerza unificadora.
Alexander Stubb, ex primer ministro de Finlandia, asegura que nunca había visto al bloque tan unido. Después de la votación del Brexit y de que Donald Trump fuera elegido presidente de EEUU en 2016, “muchos líderes europeos se dieron cuenta de que no podían seguir vapuleando a la UE como lo hemos hecho en los últimos 25 años”, explica a The Guardian.
Pero no fueron solamente estas votaciones sísmicas las que trastocaron la unidad de la UE. El terremoto político de Reino Unido y el vasto estancamiento burocrático del Brexit ofrecieron sus propias lecciones. Un alto diplomático cuenta que concluyen a menudo sus reuniones sobre el Brexit reflexionando sobre lo difícil que es salir de la UE. “A menudo terminamos diciendo que hace mucho frío ahí fuera”.
Cualquiera que esté inmerso en el inmenso esfuerzo de las negociaciones quizá olvide que el Brexit sigue siendo un duro golpe contra el orgullo geopolítico de Europa. “El Brexit es muy malo, doloroso y traumático, no solo para Reino Unido, también para la Unión Europea”, explica Luuk van Middelaar, historiador y exasesor del anterior presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy. “Va en contra de la propia imagen que Europa tiene de ser un club de todos los estados europeos, básicamente, con excepción de Noruega y Suiza”.
El Brexit fue “visto como un ataque frontal” contra la UE y, por esta razón, el historiador predice que la tarea de mantener a Europa unida se traduce en un Brexit duro, porque es “con diferencia la vía más fácil de negociar”. Hacer grandes concesiones a Reino Unido significaría erosionar el valor que tiene ser miembro de la UE. “El precio político de un Brexit suave es mayor que el precio económico de un Brexit duro”.
Stubb, un veterano en las negociaciones de la UE, emplea argumentos similares cuando sostiene que es poco probable que Reino Unido logre dividir a los estados miembro con llamamientos a los intereses egoístas de cada país. “Lo que impedirá que muchos estados miembro tengan acuerdos bilaterales será el miedo a que Reino Unido esté mejor fuera de la Unión Europea”.
El Brexit es el pegamento inesperado que mantiene unido a la UE, pero hay muchos otros asuntos polémicos.
Presupuestos, migraciones y democracia
En Bruselas se dedica al menos la misma atención al próximo presupuesto de la UE y a cubrir la brecha que podría ser de 10.000 a 14.000 millones de euros que deja la salida de Reino Unido, en un momento en el que hay cada vez más peticiones para gastar más dinero.
En esta ocasión, el típico tira y afloja entre pagadores netos y beneficiarios netos se producirá a la vez que conflictos más profundos que versan sobre la naturaleza de la unión. Algunos países, como Italia, quieren vincular los fondos de la UE con la acogida de refugiados. Otros, como Francia, están a favor de vincularlos a una mayor armonización fiscal. A varios les gustaría que los fondos europeos se congelen cuando un país viola los valores democráticos, una idea que cada vez resuena con más fuerza en medio de la alarma sobre la reincidencia de países como Polonia, Hungría y Rumanía.
“Si hay un gran problema que causará una crisis real en la UE es el grado en el que los estados miembro acuerden las formas en las que el estatus de la democracia de cada uno es controlado por los demás”, explica Rosa Balfour, investigadora principal del think tank German Marshall Fund. “Si la UE quiere tener un futuro a largo plazo, tiene que abordar este asunto”.
De manera más inmediata, la UE está tratando de reformar la legislación migratoria y la renovación de la Eurozona para evitar que se repitan los dramas de los rescates del pasado.
Las últimas elecciones en Italia son una muestra de cómo ambos problemas alimentan a los partidos euroescépticos. Los votantes rechazaron al Partido Demócrata, ya que muchos se sintieron abandonados por la UE en asuntos migratorios después de que 455.000 personas llegasen en tres años por el Mediterráneo. Las tensiones derivadas de la migración aumentaron en un contexto de desigualdad que el primer ministro saliente Paolo Gentiloni describió como “intolerable”.
Para Balfour, las últimas elecciones muestran que las políticas eficaces no siempre se traducen en éxitos electorales. “No se trata de resultados, se trata de si el Gobierno se ve como parte de la élite, en otras palabras, como algo de lo que deshacerse”. Cree que a lo largo de toda Europa hay un éxito del populismo euroescéptico como una expresión de algo que “no funciona en nuestras democracias, donde la gente no se ve representada”.
A pesar de que se ha producido un pequeño repunte favorable al sentimiento europeo, la población sigue muy lejos del entusiasmo por el proyecto europeo que se produjo a finales de la Guerra Fría. Solo el 40% de los europeos tenía una imagen positiva de la UE en 2017, en comparación con el 70% en el año de la colapso de la Unión Soviética. La gente en general apoya mucho menos a la UE que las personas que ocupan posiciones importantes.
En el último año en el que Reino Unido es miembro de la Unión, restablecer la confianza en la UE será una prioridad primordial para la canciller alemana Angela Merkel, el presidente francés Emmanuel Macron y otros líderes. Especialmente porque las elecciones europeas se celebrarán en mayo de 2019.
“Si fueras Merkel o Macron y tuvieras que hacer frente a los populismos antieuropeos querrías poder decir claramente que es lo que diferencia el estar dentro o fuera”, dice Middelaar. “Y esto también va a tener un impacto en la dinámica del Brexit”.
Traducido por Cristina Armunia Berges