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ENTREVISTA

Fabiola Campillai, ciega por una agresión policial y aspirante a senadora en Chile: “La política es de todos”

Fabiola Campillai. EFE/ Elvis González

John Barlett

Santiago —

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Una tarde de noviembre de 2019, Fabiola Campillai se dirigía, a la luz del atardecer, a su turno de trabajo nocturno en una planta procesadora de alimentos.

Desde hace semanas, Chile vivía una ola de protestas masivas contra la desigualdad social, pero había pocos indicios de manifestaciones en Cinco Pinos, el barrio tranquilo a las afueras de Santiago donde vive Campillai. “Esa tarde no había protestas. Un hombre cruzó la calle frente a mí para comprar pan”, recuerda Campillai. “Eso fue lo último que vi”.

Patricio Maturana, un agente de la fuerza policial chilena de Carabineros, disparó un bote de gas lacrimógeno contra Campillai desde una distancia de 50 metros. Le golpeó en toda la cara. Un estudio calculó que el cilindro metálico habría alcanzado una temperatura de 200 grados en el momento del impacto. De ahí en adelante, Campillai no recuerda nada.

El impacto le quebró el cráneo e hizo que el fluido cerebroespinal le llegara al cerebro, dejándola sin vista, olfato y gusto. En lugar de ayudar a Campillai, que yacía inconsciente, los agentes lanzaron más gas lacrimógeno, se retiraron a un paso bajo nivel y se marcharon. Fueron los vecinos quienes la subieron a un coche y la llevaron a un hospital.

Esta desgracia que le cambió la vida ha convertido a Campillai en la víctima más visible de la violencia policial del país. Tras meses de intervenciones quirúrgicas y rehabilitación, Campillai empieza a reconstruir su vida en la oscuridad total. Se presentará como candidata independiente a las elecciones de Chile de este domingo en las que también se elegirá al próximo presidente.

“Nunca recuperaré mis ojos”, dice mientras la luz se refleja en las dos esferas protésicas que tiene en las cuencas oculares reconstruidas. “Pero quiero convertir esta tragedia en una fortaleza y seguir luchando. No solo desde las calles, como antes, sino desde la legislatura. Quiero estar ahí para ayudar a cambiarlo todo”.

El 21 de noviembre, así, Campillai podrá ser elegida como uno de los cinco senadores de Santiago. Competirá contra un exministro de Sanidad, Jaime Mañalich, que confesó en un programa televisivo que “no tenía idea” de la pobreza y hacinamiento que hay en el sur de Santiago, donde nació y creció Campillai.

400 chilenos han perdido visión

El porche de su casa le sirve de sede de campaña, mientras continúa recuperándose junto a su marido y tres hijos. En el pasado hizo de bombera voluntaria, fue jugadora de fútbol y activista comunitaria, pero hoy Campillai no puede salir de casa sola ni levantar cargas pesadas porque el esfuerzo podría hacer que el fluido vuelva a filtrarse a su cerebro.

Se mueve por casa siguiendo los bordes de la alfombra en la sala de estar, y se agarra ligeramente de la cintura de su marido cuando caminan por el barrio.

Desde que comenzaron las protestas en 2019, más de 400 chilenos han perdido la visión parcial o totalmente después de que la policía les disparara o golpeara, y el caso de Campillai es uno de los más emblemáticos.

Las grabaciones del ataque captadas por las cámaras corporales de los agentes muestran a la policía agolpada detrás de sus escudos antidisturbios en una calle tranquila y un oficial alentando al agente Maturana para que dispare. Cuando el bote de gas lacrimógeno golpea a Campillai, otro exclama “¡Buen tiro!”. Luego los oficiales discuten sobre el incidente: “Le dio, ¿no? Creo que le dio...”.

Los carabineros tardaron más de ocho meses en finalizar su investigación interna y despedir a Maturana. Está bajo arresto domiciliario mientras la Fiscalía desarrolla una segunda investigación y se enfrenta a una condena de 12 años en la cárcel.

Pero el juicio todavía no ha comenzado –aunque ya han presentado su testimonio más de 70 testigos, agentes y médicos. Un portavoz de los carabineros dijo que el cuerpo no podía hacer declaraciones mientras el juicio estuviera en curso. “Ni el Gobierno ni Carabineros me han contactado”, dice Campillai, “Ni ofrecieron ayuda, ni disculpas ni reconocimiento”.

Pero mientras continúa la espera por una justicia nacional, Campillai trabaja arduamente para lanzar su carrera política. “Un Chile digno tendría mejor educación, sanidad pública, vivienda y jubilaciones”, dice. “Eso haría que fuera un lugar mejor para la mayoría y yo quiero participar en ese movimiento”.

Las reivindicaciones por un Chile más justo han encontrado apoyo mientras el país empieza a ampliar la participación política e incluye a voces independientes, como la de Campillai, más allá de los partidos tradicionales. Desde el regreso de la democracia en Chile tras la dictadura del general Augusto Pinochet en 1990, solo 10 candidatos independientes han sido elegidos para la Cámara de Diputados y solo uno para el Senado.

“Antes era imposible ser elegido como candidato independiente”, dice Kenneth Bunker, un politólogo que edita Tresquintos, una web de análisis político. Pero un cambio en las reglas para la elección de la Convención Constitucional en mayo redujo las barreras para la participación y 41% de los candidatos fueron independientes.

“Está muy claro que cuando la gente ve una lista más diversa de candidatos, elegirá a los independientes. Y la historia de Capillai se refleja en la de muchos otros”, dice Bunker. Aunque las elecciones del domingo se rijan por las viejas reglas, hay proyectos de ley en el Congreso que podrían abrir el campo de juego.

Tras meses de operaciones y de rehabilitación, Campillai espera poder seguir estudiando y volver a trabajar en la fábrica en un puesto de oficina.

“Justicia sería que me devolvieran lo que me han robado”, dice, “pero eso nunca podría suceder, no importa cuántos años [Maturana] pase en la cárcel. Así que voy a producir el cambio yo misma. Quiero transmitir el mensaje de que la política es de todos, no solo de los de siempre”.

Traducción de Ignacio Rial-Schies.

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