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The Guardian en español

Gaza, al borde del caos: “Ya no hay nada para los débiles, sólo pueden sobrevivir los fuertes”

Palestinos se agolpan para conseguir ayuda humanitaria lanzada desde aviones sobre la Ciudad de Gaza.
Jerusalén / Malak A. Tantesh en Gaza —
10 de abril de 2024 22:06 h

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La Franja de Gaza se enfrenta al caos a medida que los últimos vestigios de orden civil se desmoronan. Según decenas de entrevistas con habitantes del territorio, analistas y altos cargos de organizaciones humanitarias, el vacío está siendo ocupado por bandas armadas, clanes, delincuentes y familias con poder.

Los entrevistados por The Guardian hablan de la amenaza constante de la hambruna y de las bombas de Israel, pero también de un mundo nuevo y despiadado donde las armas, los cuchillos y la intimidación terminan decidiendo quién recibirá la ayuda humanitaria que los gazatíes necesitan desesperadamente.

Tras casi seis meses de ofensiva militar israelí, el grupo palestino Hamás ha sido desalojado del poder en la mayor parte de la Franja, pero no ha sido sustituido por ninguna otra autoridad. El caos se ha visto exacerbado por los ataques sistemáticos de Israel contra la Policía de Gaza, a la que considera parte de Hamás, y por la excarcelación de cientos de presos por parte del grupo islamista al comienzo del conflicto.

“La guerra lo ha cambiado todo, pero ante todo no hay seguridad ahora; ya no hay nada para los débiles, ahora solo pueden sobrevivir los fuertes”, lamenta Osama Abdel Rahman Abu Daqqa, un líder comunitario de 52 años de la localidad de Rafah, en el extremo sur del territorio.

“Mogadiscio en el Mediterráneo”

Varios altos cargos de organismos humanitarios han usado la expresión “Mogadiscio en el Mediterráneo” (en referencia a la capital somalí) para describir el posible futuro que le espera a la Franja, pero la mayoría considera prematuras las comparaciones entre el territorio palestino y un Estados fallido como Somalia.

“Aún no ha habido una ruptura total de la ley y el orden, algo que en parte es cultural: hay mucha solidaridad, apoyo mutuo y compartir [con los demás], pero no creo que estemos muy lejos”, dice un alto cargo de un organismo de ayuda humanitaria que ha pasado los últimos meses en Gaza. “Sin duda, las cosas están empeorando. Ahora se oyen muchos disparos, sobre todo por la noche y, al parecer, son peleas entre familias o bandas, y no por la guerra”, explica.

Hamás tomó el poder en Gaza en 2007, después de ganar las elecciones legislativas en 2006. El grupo ha mantenido un férreo control de Franja hasta el comienzo de la actual ofensiva israelí, el 7 de octubre, en respuesta al ataque del grupo islamista contra comunidades del sur de Israel donde murieron unas 1.200 personas, en su mayoría civiles, y fueron secuestradas más de 200. En la guerra, han fallecido más de 33.000 personas, la mayoría mujeres y niños, según las autoridades locales.

Después de poco más de seis meses de conflicto, una gran parte del territorio gazatí está en ruinas y en torno al 80% de los 2,3 millones de habitantes han tenido que abandonar sus casas. En medio de los intentos por evitar una hambruna generalizada en la Franja, la atención internacional está en la poca ayuda humanitaria que llega a los habitantes. Según las agencias humanitarias, esa escasez es provocada en gran parte por la negativa del Gobierno israelí a permitir más vías de acceso.

Pero la ruptura de la ley y el orden es una amenaza para los más vulnerables que complica enormemente la distribución de la ayuda, alertan representantes de organismos humanitarios. Gente desesperada y bandas armadas organizadas han saqueado en las últimas semanas varias caravanas de vehículos cargados con asistencia humanitaria.

“La anarquía, que siempre fue un problema de fondo, ha pasado ahora a un nivel muy diferente”, señalan altos cargos de Estados Unidos. “Esto es producto, si se quiere, de la comercialización de la ayuda; bandas de delincuentes se la están quedando, robando y revendiendo, han convertido la ayuda humanitaria en una fuente de ingresos”, tal y como dijo a la prensa a principios de marzo un alto cargo anónimo de la Administración estadounidense.

Las peleas por la ayuda humanitaria se han vuelto mortales, con apuñalamientos y tiroteos letales, que se suman a las muchas víctimas fallecidas en las últimas semanas por disparos de las fuerzas israelíes contra los palestinos que acuden al reparto de esa asistencia.

Robos, peleas y muertes por un saco de harina

“Mi marido y mi hijo consiguieron sacar un saco de harina de uno de los camiones, pero a la vuelta los detuvo un hombre con un cuchillo grande y tuvieron que regresar a casa con las manos vacías”, relata Nariman Salman, de 42 años. “Comíamos arroz, judías y algo de hierba, para mi hija embarazada tuvimos que pedir alimentos a los vecinos”, agrega Salman, que se vio forzada a abandonar su hogar en el norte de la Franja y ahora vive en Rafah –donde se hacinan más de un millón de desplazados de otras partes de Gaza–.

Poco después de hablar con The Guardian, su hijo mayor murió apuñalado mientras trataba de conseguir algo de ayuda humanitaria que era arrojada desde el aire.

Entre los problemas mencionados por los gazatíes entrevistados, figuran los pequeños robos recurrentes y las peleas entre familias por conseguir un lugar en refugios temporales y campamentos abarrotados. Otros hablan del pillaje generalizado en casas abandonadas o bombardeadas y del aumento en el consumo de drogas tras el saqueo de farmacias abandonadas. No ha sido fácil confirmar estas informaciones de manera independiente, pero muchas han sido respaldadas por múltiples fuentes.

“En varias ocasiones me robaron cosas valiosas y otras que realmente no valían nada”, afirma un comerciante de ganado de 51 años, Jalal Muhammad Harb Warsh Agha, en Rafah. “Tenía seis kilos de café que esperaba vender porque el precio del kilo era de 350 shekels, me lo robaron. En otra ocasión, le robaron los zapatos a mi hijo durante la oración del viernes”, detalla. “Es un fenómeno nuevo en nuestra sociedad, nunca había sido tan común”.

Otras personas han denunciado incidentes similares, como un robo en una mezquita. “Estaba en la mezquita haciendo las abluciones antes de la oración del viernes, me robaron el teléfono y algo de dinero del bolsillo de la chaqueta que dejé en la pared de al lado”, denuncia Moamen Abu Jarad, estudiante de 25 años.

Uno de los factores que más han contribuido al caos creciente en la Franja de Gaza es el ataque sistemático de Israel a la Policía local, a la que acusa de formar parte de Hamás. En declaraciones el pasado febrero, el enviado de EEUU para Asuntos Humanitarios en Oriente Medio, David Satterfield, afirmó que la Policía del territorio incluía “sin duda elementos de Hamás”, pero también a personas vinculadas con otros grupos palestinos y a personas sin afiliación política.

Ahora los que controlan la situación son bandas y personas con acceso a armas ilegales, y a otros recursos

Agente de la Policía de Gaza

“Ahora los que controlan la situación son bandas y personas con acceso a armas ilegales, y a otros recursos”, según el agente de Policía de 45 años Wesam Yousif Rajab, que dejó de trabajar debido a los ataques israelíes contra los policías, sus coches y las comisarías. “Una de las causas principales de la actual ola de delincuencia es la liberación al principio de la guerra de delincuentes condenados por parte de las autoridades locales, temían por la vida de los prisioneros si las bombas caían sobre las cárceles”.

Sin Policía ni seguridad, ni una autoridad

La falta de un cuerpo de seguridad representa un desafío para los organismos de ayuda humanitaria. Algunos han tenido que recurrir a “empresas de seguridad privada” de reciente creación. “Cuando llevamos asistencia a la zona, ahora dependemos de hombres armados de la población general para proteger la caravana que transporta la ayuda”, indica Salem Abu Haloub, gestor de un campo de refugiados en Rafah.

De acuerdo con el testimonio de personas que trabajan para organismos de ayuda humanitaria, los ataques contra camiones de alimentos están cada vez más organizados. Según esos testimonios, en el sur de Gaza hay “observadores” que informan de los movimientos de los convoyes a los líderes de grupos que preparan emboscadas más al norte.

El caos se ha visto agravado por la decisión del Ejército israelí de usar a contratistas privados, fuera del sistema de la ONU, para el transporte de alimentos y de artículos de primera necesidad. Israel ha emprendido una batalla contra la principal agencia de Naciones Unidos en la Franja, la UNRWA.

En el sur de la Franja siguen siendo “prácticamente funcionales” los ministerios gestionados por Hamás, como el de Sanidad y el de Desarrollo Social. El grupo está tratando de mantener la administración de los asuntos públicos también en otros lugares. Según funcionarios de ayuda humanitaria, hace poco pudieron alcanzar el norte de Gaza dos convoyes de alimentos, después de que un alto cargo de seguridad de Hamás diera la orden de protegerlos en nombre de las “fuerzas de seguridad palestinas”.

Dos días después, el Ejército israelí informó a través de un comunicado que Faiq Mabhuh, jefe de la seguridad interna de Hamás, había sido “eliminado” en un asalto al hospital Al Shifa, el más grande de Gaza. Israel lo acusaba de organizar atentados terroristas, pero las autoridades locales aseguraron que era el encargado de coordinar la entrega de ayuda humanitaria en el norte de la Franja.

Según los analistas, Israel está cerca de lograr su principal objetivo bélico, desmantelar la capacidad militar y administrativa de Hamás, pero sigue sin un plan viable para sustituir al Gobierno islamista en Gaza. Por ello, empieza a tomar forma la idea de que, tal vez, no haya un “día después” sino una crisis crónica, algo que hace especialmente urgente la estabilización del territorio, incluso antes del fin de las hostilidades.

El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ha rechazado en varias ocasiones la propuesta estadounidense de que el territorio sea administrado por una “revitalizada” Autoridad Nacional Palestina –la ANP fue expulsada de Gaza por Hamás cuando asumió el poder en 2007–. Además, también veta a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA), que desempeña funciones de gobierno básicas.

Por el momento está resultando difícil llevar a cabo el plan israelí de apoyarse en palestinos con poder y sin vinculación con Hamás o con la ANP. El plan sufrió un importante revés a mediados de marzo, cuando unos desconocidos asesinaron en la zona central de la Franja al líder de un clan. También se ha visto dificultado por el compromiso al que llegaron decenas de dirigentes comunitarios de la Franja: no colaborar con Israel sin el permiso de Hamás o de Al Fatah (la facción que lidera la ANP y que gobierna en la Cisjordania ocupada).

Si no hay Hamás, ni Autoridad Palestina, ni UNRWA, y los israelíes no aceptan sus responsabilidades, ¿qué queda entonces?

Alto cargo humanitario occidental

“Si no hay Hamás, ni Autoridad Palestina, ni UNRWA, y los israelíes no aceptan sus responsabilidades, ¿qué queda entonces?”, dijo un alto cargo humanitario occidental que lleva en Gaza desde el principio del conflicto. “Si no hacemos frente ahora mismo al derrumbe total de la capacidad de gobernar, será pronto”.

Para llenar el vacío de poder, muchos lugares han formado comités informales de barrio. “Para que la sociedad no se derrumbe por completo tratamos de resolver los conflictos en lugar del Gobierno, la Policía y las autoridades”, asegura Abu Daqqa, responsable de uno de esos comités en Rafah.

Algunos comités son totalmente nuevos y agrupan a “líderes comunitarios, islamistas, diferentes facciones políticas palestinas, históricas, y de todo tipo”. Otros se basan en asociaciones anteriores al conflicto, que llevaban décadas funcionando.

“Son las únicas personas con las que podemos tratar para evitar que nos roben la ayuda de manera automática, pero no es una solución a largo plazo”, lamenta una persona que forma parte de una organización de ayuda humanitaria y tiene mucha experiencia. “Mi temor es que de todo esto salga algo peor de lo que tenemos ahora, esta es una sociedad muy resistente, pero después de seis meses las cosas se están desmoronando”.

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