El error de los conservadores de Baviera: perder a los moderados intentando recuperar a los radicales
En palabras del medio alemán Der Spiegel, lo que ocurrió ayer en las elecciones de Baviera fue similar a un humillante descenso del omnipotente Bayern de Múnich, el equipo de fútbol con más premios en la historia alemana, solo que con consecuencias de mucho mayor alcance.
La CSU, el partido hermano de la CDU de Angela Merkel, lleva seis décadas dominando la política bávara, con mayorías absolutas en 12 de las últimas 13 elecciones. Y no lo ha hecho mal: la tasa de empleo en este adinerado estado del sur de Alemania, donde tienen su sede las empresas Siemens y BMW, es la más alta del país. La de delitos, la más baja.
Sin embargo, el apoyo del partido ha pasado del 47,7% en las elecciones estatales de hace cinco años a un 37,3% este domingo. En un nuevo caso de votantes europeos alejándose de sus partidos tradicionales de Gobierno, el SPD, rival de centro-izquierda de la CSU (centro-derecha), también ha visto su apoyo reducido a la mitad: desde casi un 21% en 2013 hasta un 10,6% ayer.
En un escenario político cada vez más fragmentado, donde los grandes partidos son cada vez más pequeños y los pequeños cada vez más grandes, los triunfadores de la elección de ayer no fueron precisamente los favoritos de los medios de comunicación. Uno de ellos es el partido de extrema derecha Alternative für Deutschland (AfD). En su debut electoral en Baviera, el partido contra la inmigración cosechó un 11% de los votos, llegando así por primera vez al Parlamento estatal. Pero al partido de los Verdes, que están a favor de la Unión Europea y de acoger a los refugiados, les fue aún mejor: casi multiplicaron por dos su porcentaje de votos, hasta un 18,5%. También avanzaron Electores Libres, una escisión de la CSU, y el FDP, un partido defensor de las empresas.
Las consecuencias del drástico cambio de suerte de la CSU se harán sentir con fuerza en Baviera, en Berlín y tal vez también en Bruselas. Ahora que la CSU va a sufrir la humillación de armar una coalición para gobernar, rodarán cabezas entre los cargos estatales.
La desastrosa campaña electoral de la CSU fracasó en sus dos objetivos clave. Lo primero que hicieron los conservadores bávaros para reaccionar a la crisis migratoria de 2015 (cuando más de un millón de personas entraron en Alemania bajo el régimen de puertas abiertas de Merkel), fue intentar marcar distancias con la CDU de la canciller. Lo hicieron de manera tan agresiva que este verano el ministro de Interior de Merkel y presidente de la CSU, Horst Seehofer, estuvo a punto de poner fin a la coalición de Gobierno nacional en un duro y arriesgado enfrentamiento con la CDU por la política de refugiados que, inevitablemente, terminó perdiendo.
Alarmado por la forma en que la CSU perdía votos a favor de AfD, el primer ministro de Baviera, Markus Söder, lanzaba al mismo tiempo desde Munich una descarada ofensiva populista para tratar de ganarles por la derecha. Alardeando de la misma retórica nacionalista del partido de extrema derecha, llegó a votar por una polémica ley que obliga a exhibir crucifijos en los edificios públicos de Baviera.
Las dos estrategias terminaron siendo contraproducentes. No sirvieron para recuperar a los votantes más conservadores de la CSU, que lo habían abandonado para irse con la AfD, y distanciaron a los partidarios moderados que, de acuerdo con los análisis, parecen haber acudido en su mayoría a los Verdes.
Al menos uno de los dos pesos pesados de la CSU (que pasaron gran parte de la campaña señalándose los defectos) tendrá que pagar ahora por la derrota. Lo más probable, según la mayoría de los expertos, es que sea el más mayor, Seehofer.
Su caída podría provocar un terremoto en el Gobierno federal. La débil e ineficaz coalición con que gobierna Merkel desde Berlín (CDU, CSU y SPD) ya está dividida por luchas internas, choques de personalidades y diferencias políticas. Que uno de sus miembros haya sido humillado en las urnas, y el posible cese del ministro de Interior, podría inmovilizarla aún más.
Aunque paradójicamente el mal desempeño de la CSU también podría terminar fortaleciendo a una Merkel que se ve acorralada. Estas elecciones no han sido un referéndum sobre Merkel y la CDU. Fue la propia CSU la que presentó el voto como una forma de validar sus políticas, tanto en lo referido al gobierno de Merkel como a la extrema derecha.
Los votantes de Baviera han emitido su veredicto y, como resultado, Merkel, cuya autoridad se vio cuestionada de forma nunca vista en las elecciones federales del año pasado, podría beneficiarse del hecho de que dos de sus principales rivales conservadores hayan sido rechazados por los votantes.
Pero eso no significa que su gobierno vaya a transformarse de repente. Sin ideas audaces ni el coraje para aplicarlas, lo que mantiene unida a la coalición que gobierna Alemania es, ante todo, el miedo a la alternativa. Por desgracia para Alemania y para Europa, el resultado de las elecciones de Baviera no va cambiar nada.
Traducido por Francisco de Zárate