La respuesta a los ataques de Ankara y Berlín no debe ser la que esperan los terroristas
Los terroristas están ganando. ¿Por qué vamos a fingir lo contrario? Los crímenes de Ankara y Berlín, donde se atacó y asesinó deliberadamente a familias que estaban preparándose para celebrar la Navidad, deben conmocionarnos y horrorizarnos. Atrocidades como éstas son malos presagios. Millones de personas han visto el vídeo en el que Mevlut Mert Altıntas, un oficial de policía fuera de servicio, asesina al embajador de Rusia en Turquía, y grita a la cámara, logrando diseminar hábilmente un mensaje político a un público masivo.
El responsable de Interior de Berlín, Andreas Geisel, fue desafiante: “Lo que pasó fue horroroso”, dijo.“Pero no va a cambiar nuestra forma de vivir aquí en Berlín”. Es cierto que Berlín tiene una actitud más resistente a este tipo de atrocidades que otras ciudades europeas, pero estaríamos engañándonos a nosotros mismos si pensáramos que el terrorismo no ha cambiado ya nuestra forma de vivir.
Los terroristas islámicos y el populismo de derechas en auge en Occidente están trabajando en conjunto. Se están alimentando los unos a los otros. Son interdependientes. A cada uno lo beneficia la fortuna del otro. Esta mañana, Nigel Farage tuiteó: “Llegan terribles noticias de Berlín, pero no nos sorprende. Este es el legado de Merkel”. ¿Qué clase de persona despreciable mezcla el terror con la vindicación? Desde Donald Trump a Marine Le Pen en Francia, y a Geert Wilders en los Países Bajos, el populismo de derechas debe estar en este momento calculando cómo sacar provecho político del horror. Todos los musulmanes serán un poco más sospechosos que antes.
Y eso es precisamente lo que quieren los extremistas. No lo digo yo: escuchad aNicolas Hénin, un francés que sobrevivió después de ser rehén del Estado Islámico. Tras el atentado en el teatro Bataclan, escribió que sus captores seguramente estarían leyendo las redes sociales y celebrando: “Estamos ganando’, dirían los extremistas. Cada reacción excesiva, cada señal de división, de miedo, de racismo, de xenofobia, ellos irán a buscar cada ejemplo de fealdad en las redes sociales”. Lo que escribió salta tristemente a la vista de cualquiera que reflexione sobre el tema más de un segundo, y sin embargo el guión escrito por los extremistas se seguirá al pie de la letra.
Necesitamos aprender las lecciones. El acosado partido opositor turco HDP, en un país que está convirtiendo rápidamente en una dictadura, “condenó con dureza” el asesinato del embajador. Además, dicen que este asesinado demuestra que “lamentablemente, Turquía ya no es un país seguro por culpa de los acontecimientos políticos nacionales e internacionales”. El régimen turco ha apoyado a los rebeldes fundamentalistas que ahogaron lo que parecía ser un grito de libertad en Siria.
Todavía no sabemos con exactitud qué llevó a Altıntas a cometer el asesinato, pero mirad cómo los medios de comunicación occidentales aceptan que la política exterior podría ser una explicación, remarcando que su motivación expresa fue una venganza por Alepo y Siria. Como escribió el periodista Mehdi Hasan: “A los analistas occidentales les encanta vincular los ataques terroristas con la política exterior rusa, pero nunca con la política exterior de Occidente”.
Aquí está el peligro de lo que se viene. Vendrán más ataques terroristas islámicos. La derecha populista y xenófoba seguirá en auge y sacará provecho político de las atrocidades. Crecerá el odio contra los musulmanes y los pedidos de castigos colectivos. Perderemos libertades civiles. Cada vez más, se verá como enemiga a la izquierda que se opone al racismo y que apoya la compasión hacia los refugiados. Se socavará la democracia. Occidente continuará su inexorable deterioro, no por culpa de la amenaza de la “islamización”, sino en parte por las consecuencias políticas que surgen del miedo a los extranjeros y a los musulmanes. Imaginaos cómo reaccionará Donald Trump ante el primer ataque terrorista grande. Si dentro de cien años los historiadores se preguntan por qué Occidente cayó en una espiral de decadencia, la respuesta no será que nos vencieron los extremistas, sino que nos vencieron sus intenciones.
Pero no tiene por qué ser así. Sin embargo, a menos que la razón y el sentido común derroten al odio, 2016 marcará el comienzo de una nueva y oscura era.
Traducido por Lucía Balducci