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EEUU denuncia a Irán por su supuesta implicación en la guerra de Yemen con pocas pruebas y muchas fotos

Nikki Haley, embajadora en la ONU, muestra el cuerpo principal del misil que los hutíes lanzaron sobre el aeropuerto de Riad.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Hace 14 años, Colin Powell se presentó en el Consejo de Seguridad de la ONU con lo que él creía que eran las pruebas definitivas sobre el programa iraquí de armas de destrucción masiva. “Irrefutable”, tituló su editorial The Washington Post. The New York Times dijo que se trataba de una presentación “sobria” y “basada en hechos”.

El Gobierno de Trump ha intentado repetir la misma jugada, no en la ONU, sino en una rueda de prensa de su embajadora en Naciones Unidas, Nikki Haley. El escenario no era nada convencional: una base militar en la que estaban expuestos los restos de misiles lanzados por la milicia yemení de los hutíes sobre territorio saudí, algunos de ellos de tamaño considerable.

El impacto no ha sido el mismo que el de 2003. El NYT no parecía muy convencido en el titular: “EEUU acusa a Irán de violar resoluciones de la ONU pero las pruebas son escasas”. La acusación de que Teherán había violado la resolución 2231, de 2015, sobre la prohibición de transferir misiles al exterior, en especial si pueden llevar una carga nuclear, no se sostiene con las pruebas presentadas. 

A preguntas de los periodistas sobre si sabían cuándo fueron enviados a Yemen esos misiles y por quién, los analistas del Departamento de Defensa admitieron que no lo sabían. Todo el material expuesto había sido facilitado por los saudíes. “La información que yo tengo no está tan clara”, respondió el embajador sueco en la ONU, miembro del Consejo de Seguridad, cuando le preguntaron si consideraba irrefutables las pruebas presentadas por la embajadora de EEUU. 

Haley tenía detrás el cuerpo de lo que EEUU describe como un misil Qiam de fabricación iraní. Perfecto y espectacular para las fotos. Se distribuyó a los medios más de 70 fotos y gráficos de distintos componentes de ese armamento para lo que se necesitó que el Pentágono las desclasificara.

Un misil similar cayó muy cerca del aeropuerto de Riad en noviembre sin causar muchos daños. La embajadora subió un poco el nivel de alarma para denunciar que Irán es una amenaza directa para EEUU y Europa.

“Cuando miras a este misil, es terrorífico, absolutamente terrorífico. Imaginen que este misil hubiera sido lanzado sobre el aeropuerto Dulles (de Washington) o el JFK (de Nueva York), o los aeropuertos de París, Londres o Berlín”, dijo Haley en la rueda de prensa.

Es un gran salto de imaginación el que pedía Haley. No es posible que un misil de esas características hubiera llegado hasta Europa o EEUU. Los hutíes aún no han ocupado New Jersey para atacar el JFK.

El ministro iraní de Exteriores, Javad Zarif, reaccionó denunciando la ayuda militar norteamericana a Arabia Saudí.

“Mientras Irán ha pedido un alto el fuego, ayuda y diálogo en Yemen desde el primer día, EEUU ha vendido armas permitiendo a sus aliados matar a civiles e imponiendo una hambruna. Ni los hechos alternativos ni las pruebas alternativas pueden ocultar la complicidad de EEUU en los crímenes de guerra”, escribió Zarif. Su Ministerio difundió un comunicado de varios folios denunciando la complicidad de EEUU con los saudíes con enlaces aparecidos en medios occidentales.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha dicho que los expertos de la institución aún están examinando estas pruebas y que no han llegado a un veredicto definitivo. Sí dijo que los misiles disparados el 22 de julio y el 4 de noviembre cuentan con una estructura y características de fabricación similares al iraní Qiam. Una hipótesis es que llegaran a Yemen por piezas y que fueran ensambladas allí, pero no hay pruebas de que haya “especialistas externos (extranjeros) en misiles trabajando en Yemen en apoyo de los ingenieros de los hutíes-Salé”, según escribieron los expertos de la ONU.

Los hutíes proceden del norte de Yemen y son de confesión chií. No hay pruebas de que hayan recibido ayuda militar significativa de Teherán, aunque no se puede descartar por completo. En cualquier caso, son un producto de la guerra civil yemení.

En su origen la suya no era una motivación religiosa ni tenían que ver con el duelo entre Arabia Saudí e Irán. Fue la lucha por el poder y contra el régimen de Ali Abdulá Salé lo que les llevó a la guerra. Consiguieron ocupar la capital del país años después gracias al apoyo, no de Irán, sino de su aliado de entonces, el expresidente Salé (eliminado hace dos semanas por los hutíes cuando intentaba cambiar de bando).

Está claro que los últimos ataques con misiles sobre Arabia Saudíes son obra de los hutíes en respuesta a la campaña de bombardeos llevada a cabo por Arabia Saudí y los Emiratos sobre Yemen. ¿Cuál es el origen de esos misiles?

La alianza con Salé permitió a esta milicia disponer del armamento y soldados de la mayor parte del anterior Ejército yemení, al menos del que aún era leal al expresidente.

Su Ejército había recibido mucho tiempo antes de la guerra cargamentos de misiles procedentes de la Unión Soviética que se utilizaron en la guerra civil de 1994. Posteriormente, se sabe que Yemen continuó comprando versiones de misiles Scud a Corea del Norte.

En diciembre de 2002, un buque de guerra español interceptó un buque que transportaba 15 misiles similares al Scud, en concreto el norcoreano Hwasong-5, que venían de Pyongyang. Por entonces, Salé y su Gobierno eran firmes aliados de EEUU en la guerra contra Al Qaeda, por lo que al final se permitió que el cargamento llegara a su destino. Salé prometió no seguir comprando armamento a Corea del Norte.

Ya en la guerra actual, Salé ordenó lanzar misiles de ese tipo en junio de 2015 contra una base militar saudí en el sur del país. Por entonces, se pensaba que era Salé, y no los hutíes, quien conservaba en su poder esa parte del antiguo arsenal del Ejército.

Varios análisis indican que los hutíes han conseguido introducir las mejoras técnicas necesarias para ampliar el alcance de esos misiles. Le pusieron como nombre Burkan-1 y en su primer ataque en octubre de 2016 se lanzaron sobre una base aérea saudí a 525 kilómetros de la frontera. Un mes después, los hutíes dijeron haber atacado el aeropuerto de Yeda a 630 kilómetros, lo que desmintieron los saudíes.

Una versión posterior, a la que llamaron Burkan-2, se utilizó contra una base militar a cerca de 800 kilómetros. Hasta entonces, la capacidad técnica de los hutíes en materia de misiles balísticos hacía dudar de que pudieran conseguir esos progresos. Es probable que estuvieran recibiendo ayuda de fuera.

El ataque contra el aeropuerto de Riad, a unos 980 kilómetros del probable punto de origen, es el más serio realizado hasta ahora y del que existen más pruebas. Los saudíes dijeron haberlo derribado con sus baterías de misiles de Patriot, vendidas por EEUU. Una investigación del NYT llegó a la conclusión de que eso puede no ser cierto, ya que las pruebas existentes, fotos y vídeos, indican que el misil no fue alcanzado, sino que impactó en las inmediaciones de una de las pistas de aterrizaje del aeropuerto.

En un análisis en Jane’s, se plantea como posible que los misiles Burkan sean un desarrollo de antiguos misiles Scud adquiridos por Yemen antes de la actual guerra: “Sin embargo, si esa arma se consiguió de Corea del Nortes antes de la guerra, parece extraño que los rebeldes esperaran 18 meses antes de lanzar uno de estos misiles. Es por eso más plausible que hayan pasado este tiempo modificando esas versiones del Scud para ampliar su alcance, así como construyendo lanzaderas capaces de disparar misiles de mayor tamaño”.

El bloqueo naval que los saudíes han impuesto sobre Yemen hace casi imposible que los hutíes hayan recibido misiles o elementos de un tamaño similar al mostrado por Haley en la rueda de prensa. Otra posibilidad es que ingenieros militares iraníes hayan entrado en el país para ayudarles a mejorar las características de los misiles que ya tienen en cuanto a alcance o carga explosiva. Es posible, pero no hay pruebas de ello, como decía el informe citado de los expertos de la ONU. Pero si han conseguido ampliar su alcance, no se puede decir lo mismo de la precisión de los ataques.

De lo que sí se tiene constancia es del impacto de la campaña de bombardeos aéreos que saudíes y emiratíes han lanzado sobre Yemen para doblegar a los hutíes, hasta ahora sin éxito. Más del 60% de los civiles que han muerto en la guerra han perecido a causa de esos bombardeos, según un informe de Naciones Unidas. Ese cálculo estima que son 3.233 civiles muertos en ataques contra viviendas, mercados, hospitales, escuelas y hasta funerales. El bloqueo naval ha agravado la hambruna y la extensión de enfermedades como el cólera y la difteria. Ni siquiera los pescadores se han librado de la pesadilla.

Los ataques no han sido sólo contra las milicias hutíes, sino también contra la infraestructura civil del país más pobre de Oriente Medio, una estrategia que define a los crímenes de guerra.

En esos ataques, los saudíes y sus aliados han recibido la asistencia de EEUU, Reino Unido y otros países, tanto en forma de venta de armamento como de información de inteligencia y valoración de eficacia de los bombardeos.

Evidentemente, nada de esto apareció en la denuncia que hizo Nikki Haley.

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