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Un “videojuego” de Unicef provoca la espantada del público asistente

Jaime Pérez

Todos los años se celebran varias ferias y conferencias sobre videojuegos en las principales ciudades del planeta. Unos eventos que sirven como escaparate para que el público general y la prensa especializada puedan ver y probar de primera mano los lanzamientos de los principales estudios y editoras del sector.

En esta ocasión se celebraba la convención de la Video Gamers United en la capital estadounidense, un evento que no cuenta con el peso del E3 de Los Angeles o la Gamescom de Colonia, pero que es capaz de atraer a un gran número de entusiastas de los videojuegos a sus múltiples presentaciones y entregas de premios.

Lo que no sabían los asistentes era la que les tenía preparada Unicef en una de las conferencias donde se presentaba en exclusiva un nuevo juego: Elika’s Escape.

Aunque la VGU-con tuvo lugar durante el mes de Agosto, Unicef no publicó el vídeo en su canal de youtube hasta el pasado 11 de Diciembre.

La conferencia comienza con la aparición del presentador, que con el habitual tono animado y desenfadado de este tipo de eventos, presenta un avance a modo de primicia de su nuevo juego, una mezcla de shooter en primera persona y survival horror, ambientado en un entorno postapocalíptico. Hasta ese momento todo parecía perfectamente normal, pero enseguida comenzaron las sorpresas.

A medida que se desvelaban las características de un juego que a priori, no parecía nada fuera de lo común, las caras y los gestos del público asistente fueron cambiando progresivamente de la alegría a la estupefacción. Y es que en Elika's Escape el jugador encarna a una niña de 7 años que tendrá que luchar por sobrevivir en un lugar devastado por la guerra.

El argumento del juego comienza con la madre de Elika muriendo de cólera y con su hermano ejecutado por un grupo de hombres armados mientras intenta defender a la pequeña. Tras huir de esa dramática escena con su hermano pequeño herido tras un disparo en la mejilla, Elika consigue llegar a un campo de refugiados donde no hay comida y donde tiene que soportar el hedor de la diarrea que rebosa el precario sistema de alcantarillado.

Para sobrevivir y que los medidores de hambre y deshidratación (emulando las típica “barra de vida” de los juegos) no lleguen a niveles críticos, Erika debe tomar la difícil decisión de prostituirse y conseguir así el dinero que necesita para poder alimentar a su hermano pequeño.

Llegados a ese punto, la presentación fue demasiado para los espectadores, y parte del público asistente comenzó a abandonar la sala.

Por supuesto, el videojuego Erika’s Escape no existe como tal, y todo era parte de una campaña de concienciación sobre la situación que se vive en Sudán del Sur. Aunque el juego no era real, el argumento sí está tomado de acontecimientos reales, concretamente es la historia de Mari Malek una joven sudanesa que aparece en escena para explicar al público que su misma historia se está repitiendo y que muchos otros niños están pasando por ese mismo calvario en estos momentos.

Tras semejante puesta en escena y con centenares de foros echando humo, las opiniones parecen mantenerse divididas entre los que apoyan la iniciativa; los detractores que piensan que no era el lugar ni el momento de poner en marcha la campaña; y los gamers ofendidos por utilizar los videojuegos como medio para difundir una idea que se podía haber contado sin tapujos.

Sea correcta o no la iniciativa, el mensaje de fondo no puede ser más potente, y como mínimo resulta chocante que nos indigne un videojuego con un argumento así de crudo, mientras ignoramos a diario y con total naturalidad, los hechos reales en los que se basa.

Siempre se pueden buscar argumentos a favor de cualquier opinión, y aunque se puede entender que una persona que busca divertirse asistiendo a la presentación de un videojuego se pueda sentir engañada, o lo escandaloso que podría resultar un videojuego con semejante trama, no se debe perder la perspectiva.

Situaciones desesperadas requieren de medidas desesperadas, y teniendo en cuenta la magnitud del drama, ni una convención sobre videojuegos debería considerarse un escenario fuera de contexto para una iniciativa de este tipo. Se pueden cuestionar las formas, porque al fin y al cabo no parecía el mejor lugar donde llevar a cabo la campaña, menos aún de forma encubierta, pero una vez se conocen los motivos tras el “engaño”, todos deberíamos ser capaces de redirigir rápidamente nuestra indignación hacia el lugar correcto.

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