La deuda, ¿eterna?
El término “deuda externa” no siempre es del todo comprendido por los ciudadanos de países desarrollados. Desde el primer mundo, solo oír este concepto no es suficiente para hacerse una idea de la gran cantidad de implicaciones que tiene para los pueblos a los que afecta.
La deuda externa es un conjunto de obligaciones que tiene un país con otros, en forma de deuda monetaria contraída por el Estado, o de deuda privada si es este sector el que la ha asumido. Esta deuda se da con frecuencia a través del Banco Monetario Internacional o del Banco Mundial. Estas responsabilidades tienen a menudo serias repercusiones sobre las probabilidades de desarrollo de los países deudores.
El origen de la mayoría de estas deudas se remontan a 1973, cuando el precio el petróleo se multiplica por tres, y los países productores hacen con ello grandes fortunas, sumando esta circunstancia a la devaluación del dólar. Los intereses de los bancos en este momento son irrisoriamente bajos, pero esto no durará siempre. Se conceden numerosos créditos bancarios a países empobrecidos.
En 1979, los intereses de los préstamos subirán hasta multiplicarse por cuatro, lo que precipita una serie crisis de deuda en torno a 1982. Esto lleva a pedir más créditos, para pagar el primero, y se crea una situación persistente hoy en día, en la que los países endeudados, y en vías de desarrollo, invierten más en pagar muy poco a poco esa deuda, que en su propia salida adelante, a esto se suma que las importaciones del sur no tienen apenas valor si no son de petróleo, la fuente de ingresos también se ve limitada.
Causas y consecuencias
Un país puede verse inmerso en esta situación por diversos motivos que le lleven a solicitar a los países desarrollados ingentes cantidades de capital: catástrofes naturales, epidemias, inversiones en cultivos o industria, o mala administración de los propios fondos, son algunas de las circunstancias que pueden provocar un endeudamiento masivo que, actualmente, ningún país desarrollado parece dispuesto a “perdonar”.
El Forum 2004 de Barcelona, fue la primera vez que se hizo uso del término “deuda indigna”, como aquella que se contrajo y se permitió contraer por los países prestamistas, pese a saber que ocasionaría serios problemas a la economía y al desarrollo del país que la solicitaba.
Como consecuencias a esta situación, la mayoría de los países con grandes deudas, se ven en la imposibilidad de obtener nuevos créditos, se les imponen duras condiciones por parte de los acreedores [como, por ejemplo, políticas económicas restrictivas] que impiden competir en igualdad de condiciones en el mercado internacional, o un serio crecimiento de la inflación.
Las deudas llegan a ser tan grandes, que los países en vías de desarrollo no pueden asumir el pago, ni siquiera de los intereses, por lo que la deuda crece y crece, en un ciclo que parece no tener un fin muy cercano.
Países en deuda
Las deudas contraídas por los países en desarrollo, han de evaluarse en relación al PIB total del Estado en cuestión. A la vista de este baremo, observamos que: en el caso de República Democrática del Congo, Nicaragua y Angola, la deuda supera el 220% de su PIB; les siguen los países en los que la deuda se sitúa entre el 100 y el 200 % sobre su Producto Interior Bruto, que son Mauritania, Costa de Marfil, Zambia, Mozambique, Etiopía, Siria y Jordania; el tercer grupo en orden de gravedad de su situación lo conforman Bulgaria, Camerún, Jamaica, Sierra Leona, Panamá, Honduras, Madagascar, Vietnam o Tanzania, entre muchos otros. La deuda de los últimos está en torno al 80% del total de su PIB.
Aunque a día de hoy no existe una cuantificación precisa del total de la deuda externa en su conjunto, contabilizando a todos los países, los últimos datos (de 1996) afirman que entonces la cantidad ascendía a 2,09 billones de dólares, según el Banco Mundial.
¿Soluciones?
La deuda externa supone una extracción de recursos del país endeudado que supera con creces a la ayuda al desarrollo que por otra parte reciben. Muchas ONG por el desarrollo critican que esta situación crea mecanismos de control indefinidos de los países acreedores sobre los endeudados.
En este sentido, los responsables de la campaña “¿quien debe a quien?” [por el cese de la deuda externa] afirma que “Los programas de alivio de la deuda y los préstamos de los países del Norte traen consigo líneas de comercio y medidas económicas y políticas neoliberales en los países del Sur que profundizan su endeudamiento”.
Movimientos por la condonación de la deuda exigen, además del “perdón”, medidas e iniciativas que garanticen que estas situaciones no se repitan nunca más, como la realización de auditorias integrales de la deuda, la anulación de todas las deudas ilegítimas y el reconocimiento y redistribución de las deudas históricas, sociales, ecológicas.
Estas iniciativas reclaman que “los países ricos deben cumplir las condenas que se fijen y retornar el dinero que fue robado al Sur. A la condonación de la deuda debe acompañarle un precedente que impida que se vuelvan a dar los mecanismos de endeudamiento. Debe darse una reforma de los procesos de financiación internacional y una reformulación de los organismos multilaterales. Al Estado español, por ejemplo, le exigimos que acabe con los créditos de Fondo de Ayuda al Desarrollo”.
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