Salmorejo vs Liderazgo: una lección inesperada en mi cocina

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Una mañana cualquiera, en mi cocina recién estrenada —blanca, impoluta, la joya de la casa— me encontraba preparando uno de mis platos favoritos: el salmorejo. Tenía todos los ingredientes perfectos: tomates maduros, un diente de ajo, aceite de oliva virgen extra, pan remojado que esperaba para mezclarse con el resto. Aquello prometía; se me hace la boca agua solo pensarlo.

Justo estaba intercambiando mensajes con mi amiga Elsa. Teníamos que hablar de un tema y le mandé una foto de todo preparado. Le dije que en cuanto terminara el salmorejo la llamaba. Ella comentó que no sabía que yo supiera hacer salmorejo y yo le respondí algo como: “Querida Elsa, estás ante uno de los mejores salmorejeros de España, jeje”.

Y entonces, cuando lo tenía todo dentro de la batidora, le di al botón y… CRACK.

El vaso de la batidora se rompió por la base y, en segundos, el salmorejo se desbordó. El caos fue absoluto. La cocina blanca quedó teñida de naranja: encimera, suelo, paredes, techo, mi ropa, mis pies… y mi orgullo como salmorejero.

Como podréis imaginar, en aquel momento sentí lo que cualquiera sentiría: sorpresa, frustración, rabia. Pero, unos días después, pensando en ello, me di cuenta de algo más profundo: aquella escena tan doméstica se parecía mucho a lo que vivimos como líderes cuando irrumpe una crisis.

Del orden al caos en segundos

En las organizaciones también ocurre: parece que todo va bien y, de repente, algo falla. Una entrega que no llega, un cliente que se va, una pieza clave que deja de funcionar. El orden se rompe. Como mi salmorejo, todo se desparrama y mancha más de lo que imaginábamos.

Una persona líder se encuentra, de pronto, rodeada de desorden. Y en ese momento, lo más importante no es evitar el desastre (ya está ocurriendo), sino cómo lo enfrentamos.

Es justo en ese instante donde el verdadero liderazgo entra en juego.

Contener antes que resolver

Mi primera reacción fue el pánico, y no os voy a mentir: durante unos segundos me sentí paralizado. Literalmente, gotas de salmorejo caían de mi cara, de la encimera, del techo al suelo…

Te aseguro que para mí fue la misma sensación que la de enfrentarme a una de las muchas crisis vividas en un entorno profesional. Pero después de esos primeros segundos, me di cuenta de que tenía que actuar. ¡No había espacio para el drama, sino para la acción!

Lo primero que hice fue detener la fuga de salmorejo como pude: papel de cocina, toallas, lo que tuviera cerca.

Eso es exactamente lo que se espera de una persona que lidera una crisis: no soluciones mágicas inmediatas, sino capacidad de reacción, de contención, de frenar el daño para luego poder reconstruir.

Adaptarse con lo que hay

Con el salmorejo esparcido, no podía simplemente limpiar a lo loco. Tenía que priorizar: empezar por las áreas críticas, tomar decisiones rápidas sobre qué limpiar primero y cómo hacerlo. Me di cuenta de que no tenía suficientes trapos a mano, pero no podía detenerme a buscarlos, así que tuve que ser creativo. Usé toallas, papel de cocina y hasta alguna que otra camiseta improvisada.

Lo mismo ocurre en entornos inciertos: no siempre contamos con todos los recursos previstos, pero un liderazgo efectivo no se detiene por lo que falta, sino que actúa con lo que tiene.

Es común que, en momentos de alta incertidumbre, los recursos que esperabas tener no estén disponibles. Y entonces, como líder, es esencial saber aprovechar el #Talento que tienes a tu disposición.

En una crisis laboral, la adaptabilidad no es opcional; es la competencia invisible que sostiene al equipo mientras todo tiembla.

Atiende los pequeños fallos antes de que estallen

Lo más revelador vino después. Aquella batidora ya venía dando problemas. Yo lo sabía. Lo había notado. Pero, en lugar de resolverlo, fui postergando: “Otro día busco la pieza”, “No tengo tiempo ahora”, “Con cuidado aguanta”.

Hasta que no aguantó.

Y esa es una de las grandes trampas del día a día en los equipos: las personas líderes a veces vemos señales de alerta, pero postergamos la solución. Ponemos parches, miramos hacia otro lado, o nos decimos que no es el momento. Pero lo que hoy parece menor, mañana puede colapsarlo todo.

El equipo también lo nota

Cuando evitamos enfrentar esos problemas estructurales, no solo arriesgamos un fallo operativo: ponemos en juego la percepción que el equipo tiene de nuestro liderazgo. Y eso es más difícil de recuperar que una cocina salpicada de tomate.

La confianza se debilita, la motivación se erosiona y el equipo empieza a cuestionar si estamos realmente preparados/as para liderar en tiempos complejos.

Liderar es también limpiar salmorejo

Ese día mi cocina fue un desastre, sí. Pero también fue una metáfora viva del liderazgo. Porque liderar no es solo brillar cuando todo va bien, sino saber actuar con firmeza, empatía y claridad cuando todo se desordena. Y, además, aprender de ello.

Yo aprendí que los pequeños fallos no atendidos siempre regresan. Que hay que mirar el caos de frente y decidir actuar, aunque sea con lo que tengas a mano. Que liderar también es prevenir, contener, comunicar, adaptarse… y, a veces, limpiar.

Aprendí que, como líderes, cada crisis es una oportunidad para aprender. Después del caos, es fundamental pararnos a reflexionar —y si es con el equipo, mucho mejor—: ¿Qué podríamos haber hecho mejor? ¿Cómo podemos prevenir que esto ocurra de nuevo? ¿Qué hemos aprendido de esta situación?

Y, sobre todo, aprendí que, después de todo, siempre habrá más tomates para hacer un nuevo salmorejo. Nuevos proyectos, nuevas oportunidades. Y que las mejores lecciones de liderazgo pueden aparecer, literalmente, cuando menos lo esperas.

Así que la próxima vez que una crisis golpee al equipo que lideras o a tu empresa, recuerda: aunque parezca que todo está desparramado como mi salmorejo en la cocina, tu liderazgo puede ser la clave para poner las cosas en orden, aprender del caos y salir más fuerte del lado oscuro… bueno, en este caso, del lado naranja.

¿Y para ti? ¿Cuál ha sido tu “momento salmorejo”?

Me encantaría que compartieras ese momento de aprendizaje personal y que aprovechemos para construir un espacio colaborativo donde compartir con otras personas esos aprendizajes significativos que nos llegaron desde un lugar insospechado.

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