Rulo: “Le debo todo a la música”

El cantante Rulo

Gonzalo Peña Ascacíbar

0

El tren de Rulo y la Contrabanda llega a Logroño en la última parada de su gira ‘Cercanías y medias distancias’ después de recalar en buena parte de los teatros de la geografía española. El auditorio Riojafórum acoge este domingo a las 20:30 el concierto del grupo, que recrea la escenografía de una estación ferroviaria para recorrer su trayectoria mediante un viaje musical en formato acústico.

Raúl Gutiérrez Andérez, más conocido como Rulo, aborda en esta entrevista los recuerdos del conjunto de su carrera, la dimensión de lo teatral en la música, el proceso personal que supone la composición y su vida en el presente. 

Son quince años de Rulo y la Contrabanda y casi treinta de carrera contando las etapas de Suizidio, Escape y La Fuga. ¿Qué sientes al echar la vista atrás y cuál ha sido el mayor aprendizaje que te ha dado la música?

Bueno, yo no suelo mirar mucho hacia atrás. Me obliga un poco las entrevistas porque soy de saborear el momento. Soy muy disfrutón del presente. El concierto de anoche o el disco que salió ayer ya es pasado. Por eso miro mucho hacia adelante, pero en las entrevistas toca hacer retrospectiva. Cuando oigo treinta años, siento que es un poco alucinante lo rápido que ha pasado el tiempo y la cantidad de cosas que se han hecho en ese tiempo.

Son trece años en La Fuga, dos que estuve con Suizidio más quince con la Contrabanda. Siento que han pasado muchas cosas, casi todas buenas. No todas han sido maravillosas, pero el global es aplastante. Suelo decir que soy un chico de Reinosa de una familia humilde que soñaba con cantar. Todo lo que ha pasado después ha sido fascinante. 

¿Con qué te quedas como el mejor recuerdo de ese camino y cuál ha sido la mayor decepción o desilusión?

Al final, la música es muy similar a la vida o incluso a una relación sentimental también. Entonces, no todo es agradable. Tal vez lo peor es cuando me pasó lo de La Fuga porque es el grupo que monté con Fito Garmendia y del que encima nos tuvimos que ir los dos. Fue una cosa un poco rara. Era irte de tu propio sueño o de tu propia casa. Ese año fue francamente malo, sobre todo la primera parte.

Lo mejor vino después con la propia reinvención, el propio resurgir. Si fríamente tiramos de estadísticas, la mayoría de cantantes que se van de un grupo que funciona muy bien, la gran mayoría no hacen carrera larga. Ser una de esas afortunadas excepciones igual fue la mejor de las cosas que nos han pasado.

Como estudiante fui pésimo, tal vez porque mi cabeza estaba en la música y no me dejaba volcar la energía en otro lado. La profesora del instituto le decía a mi madre que no estaba en las clases. Estaba en las canciones o en el nombre de mi posible grupo. Lo mejor de todo es que mi escuela ha sido la música. Gracias a ella, me he formado como persona, he viajado a países en los que he tocado, he hecho amigos en muchos lugares... Le debo todo a la música.

En cada disco demuestras una gran versatilidad que te permite explorar diferentes estilos melódicos entre sí que pueden ir desde «Como Venecia sin agua» a «El vals del adiós», «La flor», «El blues de los sueños rotos» o «Confeti». ¿Cómo es tu proceso de reinvención en cada disco?

Es verdad que en La Fuga había diez canciones de rock y una balada. Estaba como institucionalizado, por lo que te sientes un poco limitado, ya que al final es la misma fórmula todo el rato. Aunque el divorcio fue más por una ruptura personal, no hubo mal que por bien no venga. A todos los solistas nos pasa que cuando dejas un grupo en el que estás tan encorsetado, porque los propios grupos se encorsetan sin casi premeditarlo, es verdad que toda esa música que tienes dentro también la puedes sacar bajo tu responsabilidad.

Sin renunciar al sitio musical de donde venía, hay canciones que igual no las hubiéramos instrumentalizado de esa manera. Cuando la gente se va en solitario, se atreve más. Artísticamente me siento más vivo que si me hubiera quedado haciendo lo mismo. Entonces yo sí que sentí sin buscarlo, una vez que me vi en solitario después de pasar el mal trago, que podía mostrar más música.

Hay una premisa en mis discos, que es intentar que las diez canciones no sean todas iguales. Cuando empecé a hacer mi primer disco como Rulo y la Contrabanda, pensaba que tenía que ser un viaje. No existe nada menos estimulante como creador que hacer un disco exactamente igual que el anterior. Me sentiría muerto como artista si tuviera que repetir lo mismo siempre.

Tengo la suerte de que mi público es muy fiel y me permite sacar un disco y darme una vuelta a España en eléctrico y otra por teatros. Si es siempre el mismo molde y el motor se trata solamente de repetir lo anterior, en mi caso ese motor se aburre y se agota.

La presente gira está teniendo lugar de forma acústica en teatros, la cual continuará con festivales en verano y pondrá su punto final en París. ¿Qué crees que aporta el ambiente de un teatro a la conexión con el público? ¿Hay alguna canción que suene especialmente distinta y que destaque de manera diferencial en este formato teatral?

Creo que esto de los teatros es otra romanticada porque hicimos una gira de teatros con La Fuga y hubo una parte del público que no la entendió y no acudió, pero hubo otra parte que sí. Sobre todo, recuerdo el primer día que empecé a tocar un teatro y me encantó cuando

descubrí lo que era eso. Me gusta decir cariñosamente que cuando hacemos teatros es un espectáculo y cuando tocamos rock es un concierto. Creo que es muy diferente, pero me flipó tanto como lo otro.

Cuando empecé con Rulo y la Contrabanda, le dije a Get In que quería hacer una gira de teatros. La promotora llamaba, pero los teatros no querían. Al final solamente conseguimos diez, pero es que se llenaron nueve. Por lo tanto, el público nos dio el sí. En la segunda gira ya hicimos dieciocho teatros duplicando Madrid y en la tercera subimos a veintitrés. Eso fue la confirmación.

Esta es la cuarta, donde hemos tocado por partida doble en sitios que no lo hacíamos como Zaragoza o Bilbao e incluso hemos ido a Menorca por primera vez. Al final, vamos a hacer veintiséis teatros. Económicamente es la gira menos rentable de todas porque los teatros son muy caros de alquilar, pero no hay nada que me ponga más.

Como lo que te comento de los discos, algo similar ocurre con las giras. Hay grupos que ves que no dejan de girar y siempre más o menos hacen lo mismo, por lo que puedes percibir una especie de apatía. Yo hago dos giras de dos años con dos visitas a América Latina mínimo y luego paro un año.

Esta vez acaba la gira en una sala de París buscando otra vez cosas que no has hecho nunca. Finalmente, vamos a hacer un concierto solidario en noviembre que anunciaremos en breve, que es algo que ya realizamos con la gira anterior de teatros. El cien por cien de lo recaudado vamos a donarlo a una cosa muy bonita. Será por la mañana para que pueda ir el público infantil, ya que con eso inyectas el veneno de la música en directo a los niños.

Respondiendo a la otra pregunta, hay canciones que van a otra dimensión. Algunas igual son mejor en rock y otras son más profundas. «Mi cenicienta», por ejemplo, tocada con piano y voz en los teatros, creo que cobra una dimensión diferente respecto a la de los eléctricos.

En giras anteriores habéis utilizado elementos distintivos como un corazón, el número 5 o habéis recreado un bar, mientras que en esta la escenografía se basa en una estación de tren. ¿Por qué habéis elegido esta temática?

Las giras de teatro son perecederas, tienen fecha de caducidad. Si la anterior gira era un bar en el que sucedían mil cosas alocadas, en esta es una estación con un tren que mide catorce metros que sale en la tercera canción de la nada y empieza a rodar. Todo eso acaba y ya no se vuelve a repetir.

O sea, la siguiente gira de teatros, que espero que no pasen seis años para ella, vendrá con el siguiente disco de estudio y será otro espectáculo diferente. Es una escenografía creada con momentos de acting, vestuario... Si no vas a ver esta gira de teatros, la próxima vez seguro que será muy diferente.

Además de las canciones, se escenifica un viaje con paradas en lugares señalados como el origen de la identidad personal, familiar y laboral de Reinosa, la aventura del inicio musical en Madrid o, en una dimensión internacional, París. ¿Qué significan para ti cada una de esas paradas?

Los trenes han sido muy importantes en mi vida. Recuerdo ese primer tren con Fito Garmendia, con quien monté La Fuga y sigue conmigo ahora en Rulo y la Contrabanda, que consistió en bajar con nuestras primeras canciones a Madrid, a ver si alguna compañía nos hacía caso. Siempre dijimos que no íbamos a vivir en Madrid por nuestro curro, sino que viviríamos en Reinosa. Si sacábamos un disco, bajábamos de promoción a Madrid, pero siempre volvíamos.

También está Chamartín porque todos los trenes que tomábamos desde Reinosa desembocaban allí. Yo me vine a vivir a Madrid por amor. Todo lo que dije que no iba a hacer por mi trabajo, lo hice por amor. Por amor me iría a vivir a cualquier lugar del planeta

Finalmente, París porque está muy presente en las canciones. Me acuerdo de la época en la que no me subía a aviones apenas porque me daba miedo y recuerdo ir en el tren que te llevaba desde Madrid hasta la Gare d’Austerlitz y amanecer allí.

Reinosa no solamente es el origen, sino que es el destino. Los últimos días de mi vida seguiré dando tumbos por ahí, pero, si nada se tuerce, los pasaré en Reinosa.

En esta gira el público puede percibir la emoción de la interpretación de la música como materia prima al desnudo, a nivel colectivo de grupo y equipo las piezas para que todo encaje en forma de teatro y música y, finalmente, a nivel personal el Rulo más cercano. ¿Cómo te sientes en este formato respecto al eléctrico?

Yo me siento más artista en los teatros. Desde que tengo que crear en mi cabeza la escenografía, que eso me pone muchísimo, hasta el repertorio, que está mucho más milimetrado, es preparar un concierto en el que las protagonistas son las canciones, pero donde hay algo más. Aparte de compositor, también me siento comunicador. En un teatro se da esa confidencia.

También te digo que si toda mi vida hiciera teatros, seguro que me aburriría. Si solamente hiciera festivales, ni te cuento. Un festival es un chupito, un disparo. Un concierto nuestro de rock íntegro, de una hora y cuarenta y cinco minutos más o menos, puede ser un un whisky con Coca-Cola, que es mi bebida favorita. Un teatro es tomarte un vinazo de esos que abres, que lo dejas respirar y que lo hueles.

Esa faceta mía de comunicar o de sentir al público se da mucho más en un teatro que en un festival. El otro día tocamos en Viña Rock, que suelo ir de vez en cuando porque ahí es donde empecé, y también es un chute de adrenalina tocar una de tus canciones y que aplauda tanta gente. Afortunadamente, no me tengo que quedar con una de las tres cosas que hacemos. Si tuviera un último concierto de mi vida, sería en un teatro o en una sala porque la conexión total se da más en un recinto más abarcable.

El año pasado se publicó tu primera novela con el título «Cuestión de suerte», anteriormente vio la luz el libro de reflexiones «Vértigos y norias» y escribes habitualmente una columna de opinión en «El Diario Montañés». ¿Qué es lo que te da el placer y la inquietud por las letras? ¿Qué elementos encuentras en estos géneros a diferencia de las canciones?

Antes de nada, máximo respeto a los columnistas y al escritor puro y duro. Yo me considero un escritor de canciones, pero dentro de eso el cuerpo me pide más para escribir en otros géneros. Sentí mucho respeto cuando me propusieron la columna. Ahora disfruto muchísimo de ello.

La novela empezó como un auténtico juego, como empecé jugando con las canciones. No fue un contrato de una editorial que me llevara a ello. Nadie me empujó a escribirla. La escribí y cuando llevaba seis o siete capítulos, se lo pasé a mi pareja, que es la crítica más dura que tengo a mi lado, lo cual es maravilloso que sea así. También lo hice con Gonzalo Albert, mi editor en Penguin, que me había publicado «Vértigos y norias».

Como ellos por separado me devolvieron un feedback muy bueno de la novela, empecé a creer que era terminable. Cuando iba por la mitad, me bloqueé y la retrasé dos veces. Como había firmado el contrato con la editorial y me habían dado un pequeño adelanto, les dije que les devolvía el adelanto si querían porque yo no funciono así. Entonces Gonzalo, de los pocos pero certeros consejos que me dio fue que, si había llegado hasta la mitad y era algo que enganchaba y empatizaba mucho con el protagonista, siguiera escribiendo de manera instintiva como había hecho hasta ahí.

Mi ilusión no era publicar, sino publicar una novela decente. No quiero que nada que lleve mi nombre me sonroje dentro de unos años. Soy muy autocrítico con lo que hago. De la novela he disfrutado y aprendido mucho, así que lo siento, pero amenazo con publicar más. Ya tengo cosas en la cabeza. Solamente me falta tiempo para escribirlo.

Has contado que el divorcio de tu padre y tu madre marcó tú carácter. ¿De qué manera ha influido en ti la paternidad en tu evolución como artista?

Mi carácter lo marcó mucho el divorcio de mi padre y mi madre y el clima porque Reinosa es una de las poblaciones más frías de España. En cuanto a la paternidad, fui padre la primera vez muy joven para lo que se estila ahora, ya que tenía veintisiete años. Me acostaba a las cinco de la mañana, saliera o no, porque estaba componiendo en casa, jugando a la Play online o en los bares.

Igual que te ha marcado el clima el carácter, tener una criatura te marca los horarios. Lejos de tener ese miedo primero que tienes porque eres joven, resulta al revés. Es gasolina para componer y para vivir. Es inspirador. No hay mayor sacudida que ser padre. Creo que no hay un movimiento más altruista porque dejas de mirar tu ombligo para mirar si el otro ombligo está mejor que tú.

A todos mis hijos les he hecho una canción menos al pequeño porque no las he compuesto de manera inmediata. Me gusta, eso sí, que no parezcan que están hechas para un hijo. Para mi hija mayor fue «Como a veces lo hice yo», que es una canción de deseos bonitos. A mi hijo mediano le hice «Confeti», que puede parecer que trata de una pareja. Al pequeño le haré una más adelante seguro cuando salga, ya que no se puede forzar.

Cambia tu manera de ver la vida, te hace disfrutar más de tu trabajo. A pesar de todo lo que me ha marcado, soy una persona familiar. Yo también he tenido un divorcio, pero soy una persona que no entiende de acuerdos de mínimos en las relaciones. Me gusta tener prole, tener a mis tres cachorros. A la vez soy muy desapegado porque para esta profesión hay que serlo. Me puedo ir a tocar veinte días a América Latina y no los echo de menos de una forma que me haga daño, sino de una manera sana. Siempre tuve claro que quería ser padre.

Has compuesto canciones que forman parte de la banda sonora de muchas vidas, como «P’aquí, p’allá» y «Por verte sonreír». A su vez también otras que tienen un trasfondo personal de la tuya muy presente, como «Heridas del rock and roll», «Noviembre» o «Mal de altura». ¿Consideras que tu música tiene un componente intergeneracional y de terapia?

Cuando compongo no pienso en la repercusión que va a tener la canción. Es una búsqueda personal, de que me guste a mí, que ya bastante me cuesta. Luego es verdad que no soy ingenuo, pero en la fase de la creación no estoy pensando en si va a gustar o no ni en si esa canción va a formar parte de la vida de la gente o no.

Eso no lo puedes decidir tú aunque quisieras. Cuando presento «P’aquí, p’allá», digo que es una canción anhelo. Era muy joven y se trataba más de lo que yo quería que fuera mi vida. Está cantada en primera persona y parece como una rotundidad de lo que es tu vida en ese momento, pero no, lo fue luego.

Es curioso cómo de canciones a las que tú dedicas el mismo cariño existen algunas que forman parte de la vida de la gente y se vuelven indispensables en el setlist de la banda. Yo compongo todas las canciones por igual y el público decide si forman parte de su vida o simplemente hablan de la mía.

¿Cómo es el proceso de elección del repertorio entre tantas canciones? ¿Con qué canción de las etapas de La Fuga y Rulo y la Contrabanda te quedas y cuál consideras que ha podido ser más incomprendida o pasada por alto?

Hay dos tipos de público: el netamente nuestro que te canta todas y el público más de festival, para el que tocas las más conocidas, que son las que quiere oír la gente y las que más gustan.

La etiqueta de La Fuga y de Rulo y la Contrabanda es más de la prensa y del público. Me da el mismo placer tocar «P’aquí, p’allá» que hacer «Heridas del rock and roll».

Tener la suerte de componer y cantar una canción que se ha convertido en una especie de himno para una parte de gente es un puntazo. Si voy a un festival, sé las que quiere oír el público: «Mi cenicienta», «La cabecita loca», «Noviembre»... Son las canciones que más escuchas tienen en Spotify de Rulo y la Contrabanda y son las que tocamos porque me estoy dirigiendo a un público masivo que tal vez solamente conoce esas.

Luego ya, lo hablaba con Bunbury en Los Ángeles cuando fui a grabar el disco o por visitas que he hecho allí, se van quedando una o dos de cada disco en el setlist. El calado de un disco es cuando han pasado cuatro o cinco años de ese disco y ves cuántas tocas. De los discos de la Contrabanda, el segundo es el más flojo porque, aunque hay canciones como «La flor» o «El vals del adiós» que se han quedado, lo hice muy deprisa y creo que me precipité. Hay alguna noche en la que no tocamos ninguna de ese disco y, sin embargo, de los demás discos sí. Del último se han quedado «Confeti» y «Tu mejor versión» para siempre.

De La Fuga creo que me quedaría con «P’aquí, p’allá» por la repercusión que tuvo y de Rulo y la Contrabanda con «Heridas del rock and roll». Es más escuchada «Noviembre» porque fue la única vez en mi vida que la radio nos hizo caso y nos dio mucho, ya que puede ocurrir que por una canción parte del público se asome al proyecto y se quede.

Logroño supone el final de la gira de teatros. ¿Qué significa la ciudad para ti y qué recuerdos especiales tienes de tus conciertos en ella?

Con La Fuga tocamos en el Actual con Loquillo hace muchos años. Me acuerdo de actuar en el Palacio de los Deportes tanto con La Fuga como con Rulo y la Contrabanda. Recuerdo también haber tocado en el polideportivo de Las Gaunas y haber ido al Riojafórum anteriormente con la gira de teatros.

Es verdad que no vamos con mucha asiduidad. De hecho, con la última gira en eléctrico no hemos ido, pero luego, por ejemplo, hemos estado en Arnedo y hemos tocado por toda la región. Cuando vamos por la autopista, intentamos parar siempre en Vivanco para comer y comprar vino. Recuerdo que todas han sido noches bonitas, la verdad.

Si tuvieras que brindar con un buen vino por algo de la vida en el momento presente, ¿qué sería?

Lo haría con un Alberdi o un Rioja Alta por lo vivido porque ha sido maravilloso. El viaje está siendo increíble. No soy muy pitoniso, pero, como dice la letra de «Dentro de una canción», brindaría para que “mientras no falte la salud, cantar contigo”. Si algo te puede retirar de esto, es la falta de ilusión o la de salud. Por esas dos cosas, ilusión y salud, brindaría para que no falten. 

Etiquetas
stats