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Se apaga el sueño mundialista de la afición marroquí en Madrid

Aficionados de la selección de Marruecos durante el partido contra Francia en las semifinales del Mundial de Qatar.

Clara Angela Brascia

15 de diciembre de 2022 07:37 h

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Lágrimas, abrazos. Las voces de la afición marroquí, que durante 80 minutos ha animado con energía y esperanza a su selección, se han ido apagando hasta quedar en silencio. El equipo del norte de África, el primero en llegar tan lejos en un Mundial de fútbol, ha caído contra Francia en una semifinal que los miles de marroquíes de Madrid han vivido como un sueño, a pesar de haber acabado en pesadilla.

“Lo verdaderamente importante de los últimos partidos es que Marruecos ha inspirado a muchos países”, explica Hisham (33 años), español de segunda generación de orígenes marroquíes. “Ha sido la lucha de David contra Goliat. Y que haya conseguido transmitir este mensaje de unión y esperanza, ya es una victoria”.

Hisham se reunió con sus amigas en el restaurante La Bahía, a pocos metros de la plaza de Tirso de Molina en Madrid, para ver, por primera vez en la historia, a su país jugar la semifinal de la Copa del Mundo. Nunca antes una selección africana había llegado tan lejos en un Mundial. Y no hay bar o restaurante de Madrid que no haya aprovechado este hito histórico para reunir a cientos de aficionados. Marroquíes -solo en Madrid hay algo más de 80.000 empadronados de esta nacionalidad-, pero también españoles, que, a pesar de todo, le han cogido cariño al país que consiguió eliminarlos del Mundial. 

“Yo creo que la mayoría de nosotros aún no podemos realizarlo, ha sido un sueño”, explica Yasmine Sefiani, marroquí de 22 años que se mudó a España hace cuatro para estudiar psicología. Acudió al restaurante con una amiga que vino a visitarla desde Bélgica. Comparten el nombre, la ciudad de origen (Rabat) y la vestimenta que llevan puesta: camiseta roja de la selección debajo, y banderas con la estrella verde encima a modo de capa de superhéroes. “Es como nos sentimos todos. Es histórico, increíble que hayamos llegado hasta aquí. No solamente para Marruecos, sino para todo el mundo árabe”, comentan las amigas. 

A menos de media hora del comienzo de la semifinal, ya no cabía más gente en el local. Estaba lleno el salón de comida al fondo, donde los cuscús y falafel se acompañan con vasos de té, y más aún la sala de la entrada donde han tenido que quitar las mesas para dejar espacio a la tribuna de sillas. Incluso antes de que empezara el partido, los más de 60 asistentes estaban ya reunidos para revivir la emoción de la victoria contra Portugal, que los propietarios del local habían registrado y han vuelto a emitir en las pantallas para calentar los ánimos.

Aymane (26 años) e Ilias (25) miran el partido desde una mesa en la esquina. Llevan puesta las camisetas alternas de la selección, blancas con los hombros rojos, y esconden un secreto. “Somos también franceses”, confiesan entre risas. “Pero la camiseta azul la dejamos en casa. Hoy estamos a tope con el país de nuestros padres”. Ambos amigos son hijos de migrantes marroquíes y nacieron en París, pero desde hace unos meses se mudaron a Madrid para trabajar. A pesar de haber llegado hace poco, hablan muy bien español, que aprendieron leyendo noticias y viendo videos del Real Madrid. 

“Para nosotros hoy es un día importante. Pero, sobre todo, sabemos que va a tener un final feliz. Sea cual sea el resultado, estaremos contentos”, afirma Ilias. “Sí, pero si gana Marruecos más. No me gusta hablar de racismo, pero a menudo en Francia hacen de todo por recordarte de dónde vienes”, remata Aymane, que cuando el equipo adversario consigue adelantarse a los pocos minutos del pitido inicial, no consigue evitar que se le escape un “putain”. 

No obstante, ni el gol que llegó demasiado pronto consiguió bajar los ánimos. Al contrario, no ha hecho más que animar a los aficionados que a cada pase, punición o sustitución, aplauden y se levantan para apoyar a sus jugadores. Cuando la pelota empieza su trayecto hacia la portería francesa, resuenan los gritos “Sir, Sir” [“vamos, vamos”] para reaniman las esperanzas, que acaban siempre frustradas. 

Yassine (29 años) bate los puños en la mesa y se tira de los pelos cuando los franceses meten el segundo gol, la condena definitiva para Marruecos. Tiene el mismo nombre que el arquero de la selección, pero lleva una camiseta con el número 2, de su jugador favorito: Achraf Hakimi, el defensa del Paris Saint-Germain nacido en el Gregorio Marañon de Madrid. Hijo de un vendedor ambulante y de una empleada del hogar, se ha convertido en la estrella de su equipo. “Es un ejemplo para muchos jóvenes marroquíes que, como yo, viven en España. Lo ha dado todo y es un orgullo, incluso si las cosas no han ido como esperado”.

Júbilo en la Puerta del Sol 

A quinientos metros del restaurante de Lavapiés, cientos de franceses han salido de los bares turísticos del centro para juntarse en la Puerta del Sol y celebrar el pase a la final. Entonando 'La Marsellesa', el himno nacional, y con las banderas al cielo, han celebrado con cánticos y bombas de humo rojas, invocando el nombre de Mbappé, ídolo de la selección a pesar de no haber marcado ninguno de los goles que han llevado al equipo a la victoria. 

“Hasta el final, hasta el final”, grita un grupo de amigos, que se encuentra de vacaciones en España. “Messi podrá tener el balón de oro, pero nosotros tenemos al equipo más fuerte del mundo. Le ganamos seguro”.

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