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Un grupo de activistas coloca una cabeza de Franco en el monumento al legionario de Almeida

Un grupo de activistas coloca una cabeza de Franco en el monumento al legionario de Almeida

Peio H. Riaño

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Un grupo de activistas antirracistas y anticoloniales han aprovechado la resaca de las calles de Madrid para auparse con una escalera y alcanzar la bayoneta del monumento al legionario, inaugurado por José Luis Martínez-Almeida en noviembre con loas a Millán Astray. Una vez a la altura del soldado ejecutado por el escultor Salvador Amaya, con boceto del dibujante Augusto Ferrer-Dalmau, han insertado una réplica de la cabeza de Francisco Franco en la hoja del arma con la que el soldado de la legión carga contra el enemigo imaginario. El busto de silicona, con hendiduras para ser atravesado, ha sido realizado por el artista Eugenio Merino, que en febrero de 2012 presentó en ARCO una estatua del dictador metida en una nevera para recordar que el franquismo sigue fresco en la sociedad española más de cuatro décadas después de su muerte. La acción de un cuarto de hora ha terminado con la lectura de un manifiesto por parte de los colectivos denunciantes. 

La fecha elegida para la intervención celebra el aniversario de la muerte de Millán Astray, para que el primer día de enero se convierta en el día de los asesinados por el colonialismo español. Los activistas consideran esta representación “completamente idealizada” y la definen como “un artefacto de la propaganda en el paisaje común, en el espacio de todos que, acogiéndose a la tradición totalitaria se impone con violencia y sin consulta”. En el manifiesto al que ha tenido acceso este periódico dicen haber actuado en contra de lo que celebra este monumento, creado como un “instrumento colonial”. El militar realizado por Amaya y Ferrer-Dalmau es una referencia al año 1921 y a las tropas que asesinaron a la población del Rif.

En apenas unos minutos han actuado, sin intervención de las fuerzas del orden, sobre la imagen de bronce de manera efímera. La intención era no cometer un delito contra el patrimonio ni ser acusados por escándalo público. Las estrategias de apropiación cultural sobre monumentos de la vía pública para neutralizar las intenciones políticas de estos símbolos han sido frecuentes en los últimos años. En octubre de 2020, el colectivo Mujeres Creando vistió un monumento a Isabel la Católica de chola, en La Paz (Bolivia). A la talla de piedra decimonónica le pusieron una pollera para defender un mensaje antagónico al que pretende representar. 

La falta de debate

En el caso del legionario, y frente a las garitas del cuartel del Estado Mayor de la Defensa (EMAD), los colectivos han intervenido -con la ayuda del artista- la estatua que recibió el apoyo económico de menos de 800 donantes para su creación. En el escrito avisan de que la obra no representa el valor actual del cuerpo creado por Millán-Astray. Y recuerdan que la escultura diseñada por Amaya y pagada en su mayor parte por la Fundación del Museo del Ejército, con el visto bueno del Ministerio del Interior, reivindica uno de los capítulos más crueles de la historia de España: a los pocos años de la creación de este cuerpo militar, España bombardeó con gases químicos a la población rifeña con la justificación de hacerlo contra un pueblo “no civilizado”, explican. 

Uno de los activistas concentrados declara a elDiario.es que en otros países este tipo de acciones son habituales porque conocen su pasado colonial. “En España hay un gran desconocimiento de esta historia ni se entienden estas intervenciones en monumentos que homenajean el pasado colonialista. Por eso queremos abrir el debate. Si por iniciativa privada se celebra en la vía pública la supremacía blanca clave en el Golpe de Estado franquista, también podría intervenirse estos símbolos, de manera mínima como hemos hecho, para contar la memoria de las víctimas. Necesitamos abordar este debate”, explica uno de los actuantes que prefiere no desvelar su nombre. “No es sano ni democrático que existan estos símbolos y que sean aplaudidos por las instituciones políticas”, añade. 

La acción es parte de una propuesta antimonumental para llamar la atención sobre la ciudadanía que se siente agredida por esta “exaltación del pasado colonial y dictatorial”. En el manifiesto, los colectivos cuentan que las consecuencias del colonialismo español y del ataque a la población rifeña por los legionarios aún perviven y que, un siglo después, “no hay reconocimiento a las víctimas, no hay reconocimiento de este crimen histórico, no hay reparación, no hay justicia”. “Celebrar su origen es una ofensa, pensar que la historia son hechos aislados en el pasado sin conexión con el presente es una mentira, pues el relato colonial se sostiene, en parte, sobre la simbología que representan los nombres de plazas y calles, pero también los monumentos que dominan el espacio”, indican. Por eso creen que no necesitan destruir la pieza de Amaya en su aspiración a cuestionar el símbolo. No en vano es una acción artística: “A diferencia de la suya, nuestra pieza no es una amenaza”, termina el escrito de los activistas antirracistas y anticoloniales. 

La Comisión de Calidad de Paisaje Urbano del Ayuntamiento de Madrid, cuya misión es la de velar por el buen gusto de las calles de la capital, se reunió una vez en 2021, pero el organismo incluido no puso en conocimiento de los miembros de la oposición ni de los expertos en paisaje urbano ni de los colectivos ciudadanos el regalo del legionario con bayoneta de seis metros y medio de altura.

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