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Una taberna del Mercado de Mostenses: el humilde comienzo hostelero del gran barman Perico Chicote

Perico Chicote en 1950, en el museo con miles de botellas que tenía en la planta bajo de su bar del 12 de Gran Vía

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¿Quién podría pensar allá por el año 1907 que el niño de 8 años que servía copas a los trabajadores del antiguo Mercado de los Mostenses se convertiría con el paso del tiempo en el más afamado barman del país y en una figura aún recordada y emblemática de la coctelería española? 

Hablamos de Pedro Chicote, nacido en 1899 en la calle Limón, en la zona de Conde Duque, quien se estrenó en el mundo de la hostelería sirviendo en un pequeño quiosco, una taberna o un bar de Los Mostenses, la categoría del establecimiento no queda clara, donde se dice que las bebidas estrella eran el aguardiente y la cazalla que templaban los ánimos desde primera hora de la mañana a los empleados y comerciantes que pululaban por aquel mercado de hierro y cristal ideado por el arquitecto Mariano de Calvo y Pereira en 1875 con el objetivo de ser la principal lonja de pescado de la capital.

Varios años estuvo por Mostenses el niño Pedro, tras quedar huérfano de padre a los ocho y tener que ponerse a trabajar para mantener a su madre y a un hermano más joven, y en este mercado fue donde le picó para siempre el gusanillo de dedicar su vida a estar detrás de una barra, ese que años más tarde, en 1931, le llevó a abrir su propio establecimiento en el número 12 de la cercana Gran Vía, ya convertido en Perico, e iniciar su camino hacia la leyenda.

Pero no corramos tanto: combinó su trabajo como mozo de bar en Mostenses, entre las 6 y las 9 de la mañana, con la asistencia a la escuela en la cercana calle Pizarro, y con el reparto vespertino de telegramas; con apenas 17 años consiguió el puesto de ayudante de barman en el bar del lujoso hotel Ritz y, entre otros trabajos en bares de distintos casinos y un paso fugaz por un sitio de moda en 1923 como el Palacio del Hielo, se convirtió en barman jefe del Hotel  Savoy y, poco después, ocupó el mismo puesto en el bar Cook, para acabar en el Pidoux de la Gran Vía, uno de los bares más modernos de la época. Metido ya a empresario, entre otras cosas, en 1930 abrió en el número 12 de la Gran Vía el bar bautizado con su mismo nombre y que hoy sigue abierto como Museo Chicote.

Por ese lugar, entre la posguerra y los años 70 pasaron los más famosos miembros de la alta sociedad española, de la farándula patria y extranjera, de la política y, en definitiva, todo aquel que era alguien en la noche de la capital. El bar Chicote fue refugio de todos ellos, con Perico ejerciendo de maestro de ceremonias -hasta su muerte en 1977- de una inabarcable retahíla de nombres conocidos que se dejaban caer por el local sin sospechar, seguramente, lo humilde de los orígenes hosteleros de su anfitrión.

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