Calle del Duque de Liria, de leyenda y lujo
En los márgenes de la zona que en este periódico nos ocupa, nace en la Plaza de Cristino Martos y llega a fundirse con Princesa, a orillas del palacio que le da nombre. Todo un puente de paso de un barrio a otro. Al nombre de la calle no debemos buscarle en esta ocasión más explicación que la evidente...
La calle antes…y ahora
Varios son los establecimientos vacíos que dejan constancia de la actividad comercial de tiempos pretéritos de la vía: una tienda de carbones, una vieja lechería, una peluquería – que según nos cuenta un vecino llevaba ahí desde que él tiene uso de razón- o un almacén de licoreras de bonita entrada. Ninguno ha heredado de momento actividad en los nuevos tiempos.
En el pasado, nos cuentan, hubo alguna carbonería más, una almacén de coloniales y una tintorería de las de antaño, de aquellas en las que almidonaban cuellos y puños a las camisas. Hoy, junto a los locales vacíos, encontramos un restaurante árabe, una casa de fisioterapia, una academia de castellano y, ya mudando de barrio, al tocar Princesa, un par de restaurantes caros a cobijo del aura aristocrática del palacio.
Al acabar la calle nos topamos de frente con la
bien reconocible verja lanceada del Palacio de Liria, en realidad domiciliado en el número veinte de la calle Princesa, residencia de la duquesa de Alba. El edificio se edificó en el siglo XVII por notables arquitectos, entre los que destaca Ventura Rodríguez. En aquel momento el ducado de Liria no pertenecía a la casa de Alba, sino a los duques de Berwik (la rama Fitz James) que se unió a los Álvarez de Toledo (Alba) cuando murió sin descendencia la famosa duquesa Cayetana de Alba, que pasa por ser la musa más conocida de Goya. Curiosamente, el primer duque de Berwik, James Fitz-James era hijo bastardo de Jacobo II de Inglaterra, lo que explica la tradición del nombre de Jacobo en la familia.
Durante la guerra, el edificio neoclásico resultó prácticamente destruido y la reconstrucción actual se debe al empeño posterior de Cayetana, la actual duquesa de Alba, que había pasado el conflicto en Londres.
Nos cuenta el portero del gran edificio anterior a la calle de las Negras (que corta con Duque de Liria) que aún hoy el inmueble completo pertenece a la duquesa. Hace años allí vivían los trabajadores del palacio, hoy son todas casas alquiladas.
Una calle con leyenda
Dice la leyenda que en la esquina de la calle con Conde Duque estuvo en su día “la casa del Duende”, inmueble protagonista de una serie de episodios que cuentan entre los más pintorescos del Madrid popular por sus protagonistas: una panda de enanos barbudos. Enanos que pegaron palizas, se aparecieron a lavanderas, canónigos y hasta a una marquesa, según se decía. Sin duda, eran los culpables de que se considerara maldito el inmueble. Se dice que cuando años después fue demolido el edificio se encontraron en un sótano, hasta entonces desconocido, a unos hombres de pequeña estatura que se dedicaban a la falsificación de moneda.
La calle Duque de Liria pasa por ser hoy una calle de paso que ha dejado por el camino parte de sus comercios, pero se trata sin duda de un pedacito de historia del barrio.
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