Corredera Alta de San Pablo: de romería, al mercado o a bailar
Como si del foso de una muralla o la espina de un pescado se tratara, las Correderas Alta y Baja de San Pablo articulan en buena medida Malasaña, subiendo y bajando, cruzando con su adoquinado bocacalles, esquinas, bares y comercios de todo tipo. Vamos a ocuparnos hoy de la primera mitad de esta vía, la Corredera Alta de San Pablo, desde Velarde hasta la Plaza de San Ildefonso.
El nombre de Corredera viene del momento en el que la calle era el camino que conducía a una ermita (de San Pablo) que debía de estar en torno a lo que hoy es el Tribunal de Cuentas. En el siglo XVI ya se consideraba antigua esta ermita, a la que se iba en romería o “corredera”. La tradición ominipresente en la historia de las correderas es la del gentío y el comercio. Era muy tradicional la verbena que se celebraba la víspera de San Pablo, por la que las calles se llenaban de puestos de flores y frutas. Esta verbena se unió posteriormente a la de San Pedro, en el Paseo del Prado.
Los puestos continuaron, sin embargo, mucho tiempo en las riveras de la estilizada Corredera Alta, que se llamó también en algunos momentos del XIX calle de San Ildefonso por conducir a la Iglesia de esta plaza. La Corredera era un auténtico mercado al aire libre que convivía desde 1834 y hasta los años setenta con el primer mercado cubierto que hubo en Madrid en la plaza. Sólo la inauguración del mercado de Barceló en 1956 acabó con los puestos callejeros, que no con el comercio.
A medida que uno se acerca a la Plaza de San Ildefonso, en torno a las calles San Vicente Ferrer y Espíritu Santo, se respira el bullicio del día a día de un barrio vivo: desayunos en los bares, trajín de vecinos con bolsas que van de los comercios de comestibles a las mercerías... En el tramo de San Vicente Ferrer a Espíritu Santo, Megino lleva vendiendo telas desde 1941; Liria, botones desde el 31; la platería del número 8, desde el XIX, y así con algunos otros comercios que se mezclan con algunos más recientes, como unos comestibles regentados por una familia china, que descubren tras su nuevo cartel roto otro de espejo pintado de los de antaño.
Pero si hablamos de comercio hay en la calle una institución, Carmen, cuyo negocio no tiene número sino esquina, la de la calle Espíritu Santo. Carmen Escobar, de 82 años, que vende lotería y rifa comestibles, y que lleva allí desde 1943, cuando confundida entre muchos otros vendedores se dedicaba a la fruta. Hoy, de aquéllos, sólo queda ella.
En la calle no falta también el ajetreo nocturno y el Rock and Roll. Por algunos de los bares de la Corredera han desfilado auténticas “romerías” de jóvenes de distintas generaciones. En los ochenta nació el Penta, en los noventa el Tupperware y entrando el nuevo siglo, el Freeway. Los tres son ya clásicos del barrio.
Por la Corredera Alta de San Pablo transcurre la vida calle arriba y calle abajo. Así ha sido siempre...y parece que así será.
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