De Napoleón a Daoiz y Velarde y del viejo Chamberí a Malasaña
Dos de Mayo de 1808, en el cuartel de artillería de Monteleón, situado donde hoy está la Plaza del Dos de Mayo. Se inicia la revuelta del pueblo madrileño contra los franceses. Unos hechos a los que el callejero de Malasaña debe mucho (hasta su nombre).
Después de la afrenta sufrida, el propio Napoleón Bonaparte decidió que debía supervisar una operación en la que había empeñado un contingente de 150.00 hombres. El 30 de noviembre llegó a Chamartín, donde estuvo instalado casi todo el mes de diciembre.
Hoy Malasaña es uno de los barrios céntricos más en alza de Madrid (qué vamos a decir desde este medio). En él se concentran gran cantidad de tiendas de moda, oferta hostelera, ambientes culturales y una creciente presencia de establecimientos hosteleros.
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La zona al Norte de la Castellana es desde hace algunos años –con las Cuatro Torres y su consolidación como zona ejecutiva- uno de los nuevos sitios claves de la ciudad (un tanto a expensas de conocer el desarrollo de la Operación Chamartín). Mucho han cambiado las cosas desde tiempos de Napoleón, cuando era poco más que una población de decenas de personas con las fincas de los duques de Pastrana como espacio más significativo.
Hoy cabe hacer turismo en Malasaña, no vamos a abundar en ello, y cabe también rastrear las huellas del general corso en Chamartín. Aún se conserva un fragmento de la vieja tapia que entonces rodeaba la población, con una placa que recuerda a Napoleón, o el colegio que está en el palacio de los duques de Pastrana donde se alojó (en la carretera de Burgos, las fincas de los duques llegaban hasta lo que hoy es el Barrio del Pilar).
Una buena opción para alojarse en esta zona, donde por otra parte abundan los hoteles por la estación y por ser un área en expansión, es el Hotel Barceló Castellana Norte. Está al norte del Paseo de la Castellana y de las ya mentadas Cuatro Torres, a cinco minutos de la estación de Chamartín y muy bien conectado con el centro y con el aeropuerto.
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Y una vez que hayamos podido meternos en el pellejo de uno de los personajes más conocidos de la historia –sin que, contradiciendo al tópico, esto quiera decir que nos hemos vuelto locos- podemos volver a Malasaña y disfrutar de su oferta de ocio.
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