Don Felipe: cuando tranquilidad desemboca en el gentío
Entre la plaza de San Ildefonso y la calle de la Madera (con paso por la calle del Molino de Viento), encontramos la calle de Don Felipe.
Tan sencillo nombre fue heredado de Felipe Acuña, alcalde de Corte que, al parecer, tenía por allí terrenos y su propia casa. Aparece ya en los planos del siglo XVII, aunque con el nombre de calle del Rosario. Se ve que el hombre tenía fama de riguroso y severo y de ello da buena cuenta una anécdota en su lecho de muerte que resuena en el anecdotario madrileñista.
Cuando Acuña se sintió enfermo mandó llamar a un escribano para redactar testamento. Dejó dicho que se repartieran numerosos bienes entre los pobres y cuando éste le preguntó si no dejaba nada a sus criados el alcalde dijo que les legaba “el perdón de lo que me han robado”.
Los Alcaldes de Sala y Corte eran letrados al servicio de la corte que actuaron como una auténtica institución municipal, pues debían “impartir justicia y gobernar la corte y el rastro del rey”. Es decir, Madrid. Sus funciones se pisaban con las del ayuntamiento y ambas instituciones rivalizaron. Los alcaldes de rastro (por continuación es fácil encontrar a Don Felipe Acuña así nombrado también) son una institución anterior a la instauración de una corte fija en Madrid. El “Rastro del Rey” era el lugar donde estaba residiendo en ese momento el monarca y cinco leguas alrededor.
Hay cosas que no cambian así transcurran las centurias. En El amigo manso, Benito Pérez Galdós describe la calle como “sosegada”. También otros escritos antiguos a los que hemos tenido acceso hablan de “un paraje no muy concurrido”. La calle de Don Felipe es poco transitada al margen de sus vecinos y contrasta con otras de alrededor o con la misma plaza de San Ildefonso, de la que nace. A la tranquilidad ayudan, por desgracia, algunos locales cerrados.
En la empinada callecita apenas hay actividad comercial. Sobreviven Blas, una pescadería de gran fachada de estilo industrial, una clínica dental y, en la esquina con Corredera de San Pablo, una panadería (Nuevas Croissanteries). De más reciente aparición, encontramos un estudio de arquitectura en el número 10, reconvertido ahora en espacio de coworking y, justo enfrente de éste, en el número 9 -y casi de incógnito-, una discreta asociación teatral, La Madrilera, culpable de las únicas pequeñas aglomeraciones que algunos días de función se producen en la vía. Entre los establecimientos que se echan de menos, podemos nombrar el viejo mesón Don Felipe, que estaba en la esquina con la calle del Molino de Viento.
Tocándose con la calle de la Madera, encontramos un viejo caserón recrecido con una construcción moderna para aprovechar el límite de edificabilidad. Se trata de una casa que perteneció en el XIX a la duquesa de Fernán Núñez, María del Pilar Osorio y Gutiérrez de los Ríos (tenían su palacio en la calle de Santa Isabel, junto al museo Reina Sofía). El inmueble sirvió como almacén durante años y actualmente alberga apartamentos. El apéndice, que trata de ser discreto, resulta demasiado poco audaz como para maridar con los muros viejos y demasiado moderno para acompañarlos. Ni 'chicha ni limoná' para la vieja casa de la duquesa.
La calle de Don Felipe es, seguramente, poco conocida para el lugar céntrico que ocupa en el barrio, sirve de aliviadero al gentío de San Ildefonso, y nos adentra de un salto en la “zona baja” de Madera.
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