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Historia de una foto: la pareja desnuda sobre Daoiz y Velarde que significó algo más que un fin de fiesta en Malasaña

Fragmento de la célebre fotografía de las fiestas del Dos de Mayo de 1977

Luis de la Cruz

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Todos hemos visto aquella fotografía de dos jóvenes desnudos encaramados al grupo escultórico de Daoiz y Velarde en la Plaza del Dos de Mayo, el corazón de Malasaña. El júbilo de la gente que, alrededor, los jalea, ayuda a situarnos en el contexto de unas Fiestas del Dos de Mayo que eran un poco más que una celebración de barrio. Estaban preñadas, como lo está el halo que la fotografía conserva, de las ansias de libertad y experimentación que salían a presión después del descorche del franquismo.

Cuando Félix Lorrio inmortalizó la imagen no era ya ningún novato: tenía 29 años y hacía casi una década que había comenzado a hacer retratos a actores y músicos en su estudio de la Puerta del Sol (que era el antiguo y mítico Estudio Amador). Durante los setenta cultivó la fotografía industrial, publicitaria y editorial, siendo responsable de la edición gráfica de la revista El Indiscreto Semanal. Una búsqueda en internet nos asociará su nombre también al Equipo Yeti, junto a los de Antonio Lafuente y Miguel Ángel Mendo.

Lorrio recuerda bien las circunstancias en las que se produjo la escena y él pudo tomar la célebre fotografía pasadas las doce de la noche, cuando la orquesta había terminado de tocar:

“La pareja se desnuda y son vitoreados por toda la plaza, ella hace el arco ácrata con sus brazos; al rato se resbaló y se partió un brazo. La Asociación de Vecinos la llevó a un hospital y poco después la policía empezó a cargar con gases lacrimógenos y pelotazos de goma. Lo único que pudimos hacer fue tratar de salir de la plaza lo mejor posible, evitando que nos detuvieran.”

La fotografía de Félix Lorrio se publicó en distintos medios de comunicación de todo el mundo (Excélsior- México, Stern-Alemania, Il Diafragma-Italia…). “Se publicó autocensurada con un cuadrado en negro tapándoles las caras para que la policía no pudiera identificarlos y tener así la prueba para detenerlos por alterar el orden público. Se jugaban dos años de cárcel, por entonces”.

“Perdí una cuantiosa exclusiva (de la revista Repórter) por no querer que se les identificase, ya que la querían publicar sin censura, pero dormía tranquilo sabiendo que no estarían en la cárcel, supuestamente, por mi culpa. Se publicó en diversos medios autocensurada hasta la llegada del gobierno socialista en 1982”.

En su número de julio de aquel año, la revista libertaria Ajoblanco publicaba un largo artículo del periodista Javier Valenzuela titulado De la fiesta popular como forma de vida que comenzaba diciendo “recuerde los palos y disparos con que fueron abortadas las fiestas madrileñas del barrio de Malasaña, el pasado dos de mayo. Algo le picará al poder cuando emplea tan poderosos medios contra la fiesta”. Las fiestas del 77 en Malasaña, sin duda, se habían convertido en un hecho reseñable para la juventud más politizada del momento.

En otro artículo del mismo número firmado por el colectivo La Ventana, por cierto, volvía a reproducirse la foto mítica de los dos muchachos desnudos en la Plaza del Dos de Mayo, criticando el papel de la asociación de vecinos [que las organizaba], por suspender inmediatamente las fiestas y haberse desmarcado de la actuación de los jóvenes, presuntamente venidos de otros barrios de Madrid. En realidad, la comisión de vecinos decidió disolver los actos tras entrevistarse con el gobernador de Madrid después de que al día siguiente volvieran a producirse incidentes, con otra severa actuación policial. Las fiestas del Dos de Mayo de 1977 se saldarían con 42 detenidos (según publicó Diario 16) y un herido grave de 27 años.

Félix Lorrio también recuerda perfectamente la amplia presencia policial de aquella noche. “Esa tarde y noche la plaza estaba abarrotada de jóvenes y menos jóvenes, la policía la tenía rodeada en todas las calles adyacentes, que se mantenían tranquilas”.

El desaparecido Eduardo Haro Ibars ponía de manifiesto en la Revista Triunfo la contradicción existente entre el alma de la efeméride bélica conmemorada el Dos de mayo y la idiosincrasia que las fiestas estaban tomando. Ibars, que reivindicaba el “derecho al goce” promovido por los jóvenes malasañeros, titulaba su crónica Un dos de mayo goyesco y ponía de manifiesto el contexto de la plaza: el ambiente politizado, el Plan Malasaña como amenaza para el barrio de fondo o la cercanía de la comisaría de la calle de Daoiz.

Las retretas militares, coincidentes con las fiestas organizadas por los vecinos, serían polémicas durante muchos años, por cierto. En 1984, Moncho Alpuente tuvo que dejar de leer el pregón por el follón ocasionado al llegar la presencia militar.

En 1980 las fiestas comenzaron con un manifiesto sobre la recuperación de las mismas, de nuevo organizadas por los vecinos. Las primeras se habían celebrado en 1976, con la autorización del alcalde Juan de Arespacochaga, y se llevaron a cabo en un ambiente de efervescencia similar a las del año siguiente pero sin incidentes. De alguna manera, fueron la puesta de largo de la Malasaña contracultural que se solapaba con el viejo barrio-pueblito que era Maravillas.  En 1978, de nuevo, hubo incidentes que se saldaron con 72 detenidos y numerosos heridos, uno de ellos grave. Las aguas parecían apaciguarse en el 79, año del que se conserva una célebre fotografía del alcalde, Enrique Tierno Galván, en el Dos de Mayo, pero un grupo con insignias de Fuerza Nueva irrumpió en la plaza armados de palos y cadenas (aunque fueron expulsados de la plaza por los vecinos).

El desembarco de la extrema derecha en la zona, tras abrir una sede del partido de Blas Piñar en la calle Mejía Lequerica y la consigna de “conquistar” la zona, dejó muchos momentos de tensión y agresiones en los años sucesivos en Malasaña. FE de las JONS convocó en algunas ediciones concentraciones paramilitares en la plaza, que buscaban intimidar a los vecinos. En el 79 una bomba colocada por el Frente de la Juventud en El Parnasillo acabó con la vida de Salomé Alonso Varela.   

En palabras de Lorrio: “en los años siguientes en el barrio hubo varios atentados con dinamita, cuatro asesinatos que recuerde, palizas, quema de coches… de grupos de ultraderecha, en la supuesta investigación de la policía no se detuvo a nadie que se sepa por la prensa escrita”.

A partir de 1984 las fiestas del Dos de Mayo, con el parlamento autonómico constituido, se convertirán en oficiales, llegando a la plaza los conciertos de grupos de renombre, que no todos los vecinos recuerdan con el mismo cariño. Aún así, las fiestas siguieron organizándose con la participación del tejido vecinal, al que Ayuntamiento y Comunidad dejaron con un palmo de narices en 2006, cuando denegaron la celebración de las fiestas, que se celebrarían ya solo en Las Vistillas. Sin embargo, las fiestas renacieron en 2008, de nuevo por la iniciativa de los vecinos, y hasta día de hoy están organizadas por ellos.

La Malasaña de entonces no es ya la de ahora, ni aquellas fiestas son exactamente estas. Lorrio sigue en el barrio y colabora con la plataforma vecinal SOS Malasaña, desde donde participa en las luchas por los problemas actuales del barrio como la turistificación. Su fotografía sigue evocando los vientos de libertad del momento, “desde entonces comenzó una cierta liberación cultural y sexual entre los más jóvenes que propicio lo que conocemos como la Movida Madrileña”, recuerda. Sin embargo, cabe subrayar que de la fiesta que la fotografía refleja participaba también una conciencia contestataria –recordemos la postura ácrata que dibujan los brazos de una de sus protagonistas– sin cuyo recuerdo su significado podría verse vaciado.

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