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Vuelta al Drugstore de la calle Fuencarral: 24 horas de compras, poesía, política y bronca

El drugstore de Fuencarral

Luis de la Cruz

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En febrero de 1968 la revista Blanco y Negro llevaba a su portada el titular Primera oleada de “Drugstores”. En el interior, un reportaje de seis páginas a todo color, grandes como sábanas, informaba al público tardofranquista de la llegada a nuestro país de aquel constructo comercial moderno, de aires transgresores, que eran los drugstores. El artículo, firmado por Francisco Cerecedo, da noticia de los hallazgos de estos “bazares cosmopolitas” (a los que da genealogía en las tiendas para todo de los pueblos españoles). Sin embargo, aquellos primeros drugstores del barrio de Salamanca, donde había boites, posters ye ye y alta costura, solo abrían doce horas. Hasta las tres de la mañana, que no estaba nada mal para la época, pero nada tenía que ver con los horarios inenterrumpidos del mítico Drugstore de Fuencarral. Además, este llegó al momento y el lugar de la ciudad donde las cosas estaban cambiando a velocidad de vértigo.

El Drugstore de Fuencarral se inauguró en noviembre de 1971 en el número 101 de esta calle. Era heredero del barcelonés del Paseo de Gracia, que llevaba en funcionamiento desde 1967 (y pertenecía a los mismos dueños). Un gigantesco espacio situado en el inmueble levantado sobre el solar vendido, tiempo atrás, por las Religiosas de los Sagrados Corazones de la Adoración Perpetua (100 millones de la época); con 3500 metros cuadrados abiertos al público casi las 24 h. del día (había que limpiar). Años después, el local alojaría un conocido restaurante de la cadena VIPS y pronto habrá allí un supermecado.

 Elegantemente dispuesto para el consumo y el ocio, en el Drugstore se podían comprar un montón de artículos diversos (ropa, bebidas, discos, libros, fármacos, tabaco…) o pasar el tiempo (había restaurante, sala de juegos, cafetería, discoteca y hasta un cine de programación arriesgada que acabó siendo X).

Quizá venga a la cabeza del lector la canción de los Burning Las chicas del Drugstore– pero este es solo uno de los ecos de las vidas interesantes que pasaron por Fuencarral 101, de día o de noche. Artistas de la Movida, como la Alaska adolescente, que iba todas las tardes a merendar y curioseaba los libros anglosajones a mediados de los años setenta, o el cineasta Iván Zulueta, que lo visitaba a diario; escritores con las suelas peladas de patear Madrid, como Eduardo Haro Ibars, que lo describió como un “refugio de vagos y maleantes” (entre los que se incluía, por supuesto), Luis Antonio de Villena o Francisco Umbral, que se reunía allí con el histórico dirigente de CCOO Julio Ariza, y se refiere al local como “un sitio entre estación de metro y pirámide egipcia”; o el maldito Leopoldo María Panero, que frecuentaba el Drugstore con otros poetas, como Claudio Rodríguez, o con actores como Will More. También iba allí a ligar, pues era lugar de ambiente, y al cine porno.

Algunas memorias rescatadas sobre el Drugstore, como suele ocurrir con todas las cosas que suceden muy de noche, hacen hincapié en peleas, redadas y malos ambientes en los alrededores. No siempre los borrachos de a pie fueron los protagonistas de las mismas. Una madrugada de febrero, en 1978, se produjo una pelea entre un grupo de guardias civiles fuera de servicio y otro de clientes, que acabó con una bala alojada en el estómago de un joven. Los guardias civiles, que serían posteriormente expulsados del cuerpo, se fueron sin auxiliar al herido. En el Drugstore pasaba de todo, y por pasar pasó hasta que se produjeron detenciones de militares de la Unión Militar Democrática en 1975.

 En 1978 los empleados de la tienda se pusieron en huelga. La empresa (Drugstore SA) sancionó a los cuatro miembros del comité de empresa y se despidió a parte de la plantilla. El Drugstore de la calle Fuencarral cerraría en 1979: echaron el cierre “por vacaciones” en agosto y, como suele ocurrir en estos casos, nunca más volvió a abrir. Junto al letrero, se podían ver en la calle carteles y pintadas alusivas a la situación laboral de sus trabajadores y trabajadoras.

El cine, con entrada por la calle de San Andrés, continuó abierto hasta 1983 con el nombre de Cine Chaplin, y las madrugadas siguieron alargándose en el Drugstore de Vélazquez, hermano pequeño del de Fuencarral, que había abierto un año después de este. En tiempos de toque de queda pandémico, parece coherente reparar en que donde lo novedoso fue una vez la oscuridad hedonista y peligrosa de la madrugada abra hoy un luminoso supermercado. No sabemos qué tiempo fue mejor, pero sabemos que son diferentes tiempos.

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