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Refugios climáticos en Madrid: iniciativas aisladas e inacción institucional

Patio del Museo Frederic Marés, señalizado en Barcelona como refugio climático

Luis de la Cruz

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Cualquier trabajador de una biblioteca pública en un barrio humilde es consciente de que algunos vecinos acuden en verano en busca del aire acondicionado. En España, solo un 36% de las viviendas cuenta con climatización (si bien el porcentaje sube en Madrid hasta el 59%). La experiencia de un dependiente de unos grandes almacenes mínimamente observador no debe ser muy diferente, por cierto. Los programas pilotos para establecer refugios climáticos en distintas ciudades, acelerados estos días por las altas temperaturas constantes que se están alcanzando este verano, pretenden sistematizar esta naturaleza que tienen los edificios públicos para servir de cortafuegos del calor.

París, Barcelona, Sevilla, Vitoria o Málaga son algunas de las ciudades que ya han puesto en marcha experiencias de este tipo. Madrid, en teoría, está en ello, como veremos. Barcelona, sin duda, es la ciudad española que lleva más camino recorrido. La ciudad está estableciendo desde 2019 una red pública de doscientos refugios climáticos dentro de su Plan Clima, que tiene como objetivo reducir un 40% las emisiones de gases y aumentar 1,6 kilómetros cuadrados de zonas verdes para 2030. Para ello, se han elegido bibliotecas, colegios, centros deportivos, museos o parques, tratando de que todos los ciudadanos tengan uno en las cercanías de sus casas. Las bibliotecas son, hasta la fecha, las infraestructuras más valoradas por los usuarios como refugios climáticos dentro del proyecto.

Las grandes capitales del mundo también se están poniendo las pilas hace tiempo. En París son conscientes de la necesidad de reverdecer la ciudad para luchar contra el cambio climático, por ejemplo. Dentro de esta preocupación se enmarca el Proyecto Oasis, que propone convertir los patios de los colegios en islas verdes capaces de almacenar el agua y mitigar el calor. Las reconversiones, que se llevan a cabo con la participación de los alumnos y pretenden también fomentar el roce comunitario, permanecen abiertas para el barrio fuera del horario escolar, convirtiendo los patios en refugios climáticos. Se seleccionaron cuatro jardines de infancia, cuatro escuelas primarias y dos escuelas intermedias como piloto, pero el proyecto tiene un gran alcance potencial y un objetivo ambicioso: renaturalizar los 800 patios escolares de la ciudad para 2050, el equivalente a unas ochenta hectáreas

En Madrid, el grupo municipal Más Madrid ha abanderado el concepto de refugio climático, registrando en mayo una Proposición No de Ley en la Asamblea de Madrid para crear una red de refugios climáticos en colaboración con los ayuntamientos, que pueda ser activada especialmente cuando se alcance el nivel 2 de Alto riesgo conforme al Plan de vigilancia y control de los efectos de las olas de calor. En el preámbulo de la Proposición se exponía que las olas de calor serán cada vez más frecuentes, sostenidas en el tiempo y comenzarán antes. Así mismo, el documento explica que el efecto isla de calor tiene una distribución desigual en la geografía madrileña, con diferencias de hasta 10 grados en el territorio (distritos como Usera o Puente de Vallecas sufren más el efecto que otros como Aravaca o Moncloa-El Pardo). La iniciativa, que contó con el apoyo de Unidas Podemos y el PSOE, no saló adelante

Por el momento, los madrileños se han comenzado a familiarizar con el concepto por iniciativas concretas de instituciones que han ofrecido sus instalaciones a los trabajadores y vecinos en su ámbito de influencia. Es el caso del Teatro de Barrio, que después de la muerte de un barrendero en Vallecas ofreció climatización, agua fresca y sombra a quienes trabajan en la calle en el entorno de Lavapiés. Luego, han seguido su ejemplo algunos otros espacios, como el Mercado de Pacífico, que ha habilitado un espacio a tal efecto, o el Ateneo de Madrid.

Borja Carabante, delegado de Medio Ambiente y Movilidad, acusó a finales de junio a la izquierda de pretender que Madrid copie todas las iniciativas “de la imputada Ada Colau” y sacó pecho por las políticas de arbolado de la capital. Sin embargo, Más Madrid sacó adelante en las mismas fechas en el Pleno de Cibeles algunos puntos de su propuesta para crear un plan de emergencia de refugios climáticos ante las olas de calor, que debería ser una realidad este mismo verano, pero del que de momento poco o nada se sabe.

El pasado 24 de julio, en plena ola de calor, se cerraron El Retiro y otros ocho grandes parques de Madrid aduciendo que es preceptivo por el protocolo, ya que el calor puede provocar caídas de árboles o ramas. Una política contraria a la que se está proponiendo en otras capitales europeas. París, de nuevo, ha dejado de cerrar sus parques durante las olas de calor. Ya metidos en el mes de agosto, los madrileños escuchan hablar sobre aquello de los refugios climáticos, pero se tienen que conformar con los refugios informales de toda la vida –el bar, el centro comercial o la biblioteca–, espacios climatizados que no deben confundirse con auténticos refugios climáticos tal y como se están formulando, pues estos deben tener una política consciente de ampliación de horarios, señalización (pero no solo, no se trata de poner una pegatina) y zonas de sombra en exteriores, a ser posible con arbolado. Las tendencias de los registros de temperatura hablan claro y los expertos afirman que son necesarias medidas estructurales para afrontar la crisis climática. No nos bastarán los refugios, pero es necesario empezar la reacción por ponernos a cobijo.

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