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¿Adelantará el coche de hidrógeno al eléctrico en esta misma década?

Un coche de hidrógeno como el Toyota Mirai se reposta igual que uno eléctrico.

Víctor Celaya

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Con una insistencia que ya da que pensar, el hidrógeno suena periódicamente como la auténtica fuente de energía del futuro. Cuando Jeremy Rifkin publicó en 2002 su famoso libro La economía del hidrógeno, que ya hablaba de una palabra hoy de moda, descarbonización, y auguraba una nueva era para la Humanidad gracias al elemento químico más abundante en la naturaleza, la mayoría lo juzgó como la fantasía de un iluminado y unos pocos se quedaron con su nombre por si tenían que anotarlo en su lista de gurús.

Leída en 2020, la obra de Rifkin parece adquirir un tono profético: “Las revoluciones económicas verdaderamente importantes de la historia se producen cuando una nueva tecnología de comunicación [en este caso, internet y las telecomunicaciones] se funde con un régimen energético emergente [el hidrógeno] para crear un paradigma económico completamente nuevo”.

Sea como fuere, las predicciones del sociólogo y economista estadounidense quedaron arrumbadas primero y luego arrastradas, como casi todo, por la crisis financiera mundial de finales de la década en que había visto la luz el libro. En lo que atañe a la industria del automóvil, el foco pasó al coche eléctrico, donde sigue, al ser más sencillo y económico de producir (a pesar del precio de las baterías), pero en los últimos años son cada vez más los fabricantes que confían en el hidrógeno como verdadera, y acaso definitiva, alternativa a los combustibles fósiles.

Hyundai y Toyota se han significado especialmente en este campo y ya comercializan sendos modelos de pila de combustible, el Nexo y el Mirai, en tanto que en Europa la bandera del hidrógeno la enarbolan firmas como Audi, que en este punto supone un verso suelto dentro de un Grupo, Volkswagen que, como consorcio, apuesta todas sus cartas a la tecnología de baterías.

Las marcas de coches son, sin embargo, solo una parte reducida del pool de empresas que se interesan ya sin ambages por el hidrógeno como instrumento clave en la transición energética global. El Consejo del Hidrógeno, lanzado en el Foro de Davos de 2017 por iniciativa de varios CEO de todo el mundo, es el ente que las aglutina (cuenta ya con 60 miembros de todos los sectores de la industria), y su existencia demuestra por sí sola que hay negocio en estas nuevas tecnologías… y que si no lo hay todavía, ellos se encargarán de que lo haya.

Un informe recién publicado por el Consejo, Path to Hydrogen Competitiveness: A Cost Perspective (Hacia la competitividad del hidrógeno: una perspectiva de costes), señala que a lo largo de esta década, mucho antes de lo esperado, se va a reducir drásticamente el coste de las soluciones basadas en el hidrógeno. A medida que la escala de producción y distribución de equipos continúe, llegará a disminuir hasta un 50% antes de 2030, con lo que pasará a ser mucho más competitivo.

El estudio anota significativas bajadas de costes en más de 20 aplicaciones, como el transporte de larga distancia y pesado o la calefacción industrial, debido a tres factores: las economías de escala en la fabricación, el uso creciente de las infraestructuras de distribución y la caída del precio de la generación de electricidad renovable, fundamental para obtener hidrógeno limpio, esto es, no extraído a partir de hidrocarburos.

El Consejo demanda políticas de apoyo al hidrógeno e inversiones de unos 7.000 millones de dólares hasta 2030, cifra que, aunque considerable, representa menos del 5% del gasto mundial anual en energía. Como referencia, el organismo recuerda que Alemania contribuyó con 30.000 millones de dólares al desarrollo de energías renovables, y eso solo en 2019.

“La década del hidrógeno”

Su copresidente, Benoit Poitier, ha indicado sobre el contenido del informe: “Un futuro de energía limpia con hidrógeno está más cerca de lo que pensamos. El año 2020 marca el comienzo de una nueva era: en cuanto el hidrógeno forme parte de nuestro sistema energético global de una manera consistente, tendremos menos emisiones y una mayor seguridad y flexibilidad. Esto anuncia la década del hidrógeno”.

Por su parte, el vicepresidente ejecutivo de Hyundai Motor Group y también copresidente del Consejo, Euisun Chung, espera que los hallazgos del estudio “no solo incrementen la conciencia pública sobre el potencial del hidrógeno para alimentar la vida diaria, sino que también desacrediten el mito de que una economía del hidrógeno es inalcanzable debido al coste”. Además, “si queremos cumplir con los objetivos climáticos mundiales en el tiempo estipulado -ha añadido-, ahora es el momento de actuar”.

En la reunión anual del Consejo, la tercera que se celebra, Chung destacó que “no hay ningún atajo para crear una futura sociedad del hidrógeno”, de manera que se precisa establecer planes concretos encaminados a varios fines. Uno de ellos es fomentar su aceptación haciendo que los gobiernos expliquen a sus ciudadanos “los beneficios inclusivos del hidrógeno” y las oportunidades que creará. Otro consiste en crear un sistema de seguridad integral a lo largo de toda su cadena de valor para que todo el mundo sienta que se trata de una tecnología “completamente fiable”.

Por último, es cuestión de rebajar costes -y así volvemos a la principal conclusión del informe- a través de la innovación tecnológica en todos los sectores implicados. Chung apela a buscar formas creativas en cada eslabón del proceso -producción, almacenamiento, distribución y aplicación- para asegurarse de que la década que acabamos de estrenar sea, si no la de la consolidación del hidrógeno, sí la de su desarrollo real como tecnología capaz de rivalizar (o convivir) con la del ahora omnipresente vehículo eléctrico de baterías.

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