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Francisco Daniel Medina: “La poesía es el único género que permite superar la censura de lo políticamente correcto”

Francisco Daniel Medina, ganador del I Premio La Bolsa de Pipas

José Miguel Vilar-Bou

Murcia —

Francisco Daniel Medina (Málaga, 1975) se alzó recientemente con el I Premio La Bolsa de Pipas de poesía que homenajea a la desaparecida revista del mismo nombre. `Los conversos´ es el título de este irónico poemario que lanza la editorial Sloper. El autor lo define como una llamada a recuperar la identidad del género. Considera, no obstante, que “tal vez la poesía esté hoy más viva que nunca”.

Medina es también autor de varias novelas, colaborador en prensa y vocalista de la extinta banda de rock Modo Bélica. Su nuevo proyecto musical se llama Peleador. Entre los poetas, reivindica a Juan Ramón Jiménez, José Hierro y José Angel Valente. Aboga por una forma visceral de vivir la poesía: “A los principiantes, no aspiren a convertirse en poetas, aspiren a convertirse en bestias”.

`Los conversos´ es un poemario, pero también nos cuenta una historia.

De hecho, `Los conversos´ son el narrador y dos amigos suyos: Prosa y Brigit, que es la diosa de la inspiración celta. Ellos creen que la poesía está en crisis. Que se la ha golpeado tanto que ya no se sabe si ciertos textos son poesía o, simplemente, renglones que no llegan al final de la página. Ello les lleva a pensar que el género está terminal y que es mejor matarlo que repararlo. Pero entonces se dan cuenta de que ciertas cosas sólo pueden decirse a través del lenguaje poético. Que sólo mediante éste se logra arrojar luz sobre determinadas parcelas de la realidad. Y sobre todo ven que la poesía es el género en que más se descoyunta la sintaxis, donde más se juega con las palabras y el único que hoy permite superar la censura de lo políticamente correcto.

¿Tenía entonces razón Celaya con aquello de que la poesía es un arma cargada de futuro?

Siguen editándose libros de poesía y sigue habiendo lectores de poemarios, aunque también es verdad eso que dicen de que los lectores de poesía somos los propios autores. Hace poco, Manuel Vilas hablaba en un artículo de que el best-seller está llegando a la poesía. Habría que hablar de qué tipo de poesía es el que triunfa, pero el simple hecho de que en la Feria del Libro de Madrid hubiese colas para que poetas dedicasen ejemplares a sus lectores es síntoma de que la poesía no está muerta.

O, por ejemplo, a mi sobrino le gusta mucho el rap. Y el otro día me enseñó una pelea de gallos que hubo en Málaga y en la que dos chicos con un micro y la palabra como únicas armas para transmitir su mensaje reunieron a 7.000 personas. Eso no deja de ser una nueva forma que ha adoptado la poesía en el siglo XXI, así que sí: Creo que es un arma cargada de futuro.

Muchos publican con éxito sus textos en Facebook y Twitter.

Es lo que llaman “Alt Lit” (Literatura Alternativa) y que se vale de otras plataformas. Es muy útil como primera oportunidad de llegar al público. Lo que pasa es que al final el deseo de cualquier poeta es que sus textos se plasmen en un libro. De hecho, la gente que ha tenido repercusión en Internet ha acabado publicando en papel, y con el criterio de un editor. Eso está muy bien porque hoy es tan fácil la autopublicación que se hace más necesario que nunca que a los lectores se nos ayude a cribar: No podemos leer todo lo que hay.

Además de escritor eres músico. ¿Cómo se filtra esto en lo que escribes?

La literatura es un 90% oído. Jugamos con palabras, con sonidos. La poesía, pero también la prosa, es un arte percutivo. Son importantes los golpes, el ritmo.

En `Los conversos´ hay un juego continuo entre prosa y verso. ¿Dónde queda la frontera entre una y otro?

La prosa poética no deja de ser un género literario y debe por tanto tener una aspiración a la belleza, pero tiende a que el mensaje sea inteligible y fiel a la gramática y la sintaxis, mientras que, para mí, la poesía consiste en descoyuntar la sintaxis, alejarte lo máximo posible del lenguaje coloquial, combinar las palabras de manera que crees frases que nunca te vas a encontrar en el mundo cotidiano. La poesía es un lenguaje, un idioma en sí mismo, que el escritor se inventa.

Hay momentos de escritura automática que recuerdan a los surrealistas del XX.

Es cierto que algunos de los textos fueron escritos siguiendo la pauta de la escritura automática. Lo que pasa es que no me quedo ahí, sino que, tras una escritura visceral, sin filtros, le dedico muchas horas a corregir, con lo que el resultado no es escritura automática, sino escritura automática muy procesada.

¿Cómo fue el proceso de creación del libro?

Algunos textos son recientes, pero muchos otros los he rescatado de mi archivo. Son cosas que llevo escribiendo desde los 18 años, y ahora tengo 42, con lo que tenía mucho material acumulado. Es importante dejar pasar el tiempo, que repose el material, porque sólo así consigues leer tus propios textos casi como si no te pertenecieran, porque se ha creado una distancia. Entonces puedes verlos con una objetividad que sería imposible si los acabases de escribir. Para mí ha sido increíble volver a esos poemas y descubrir que tenía sentido armar un libro con ellos, porque compartían dos cosas en común: una reflexión sobre la crisis formal de la poesía y un cierto tono irreverente, irónico.

Utilizas técnicas curiosas, por ejemplo poemas que se nos presentan casi como fragmentos.

Es que muchos de los textos originales eran prosa poética que al final he condensado en un poema. Entonces lo que llega al lector viene de algo más largo, pero sólo le muestras la punta del iceberg, la esencia. Él, sin embargo, intuye el magma que hay debajo.

La editorial Sloper ha apostado por tu poemario.

Eso ha sido un sueño hecho realidad, porque yo soy un friki de la literatura y, aunque sigo a muchas editoriales independientes, Sloper siempre me interesó en especial porque tiene un catálogo muy coherente, apuesta fuerte por la literatura experimental y muchos de los autores que me han calado han publicado ahí, como Agustín Fernández Mayo o Carlos Maleno. Tengo casi todo el catálogo de La Noche Polar, y de repente veo mi libro en esa colección. Luego el trabajo con el editor Román Piña Valls ha sido excepcional. Él es también escritor, con lo que a veces no necesitábamos ni hablar para entendernos.

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