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El poso del café y las estrellas

"Hay que quedarse un buen rato concentrado en silencio mirando el fondo de la taza hasta que, ese aparente resto amorfo, adquiere una forma con sentido para el que la está observando"

Carmen Díaz Beyá

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En Ñargón, algunas cosas pasan al revés.

Por ejemplo, cuando pides un café en el bar de la aldea, lo primero que ves es una taza con su poso. Es como si ya te hubieras tomado el café y quedase su resto, pero no. Lo que sucede es completamente lo contrario. Que primero aparece el poso y luego, viene el café.

Para que eso ocurra, hay que quedarse un buen rato concentrado en silencio mirando el fondo de la taza hasta que, ese aparente resto amorfo, adquiere una forma con sentido para el que la está observando.

La figura que ve en el fondo cada aldeano es un secreto y está completamente prohibido compartirlo con nadie. Cuando una persona desentraña esa forma, es cuando, como por arte de magia, la taza se llena sola de café.

Y así es como empiezan todos los días en Ñargón. Bebiéndose con el café, algo que sólo les pertenece a ellos.

Después de pasar ese momento íntimo en el bar, por fin se rompe el silencio y los aldeanos comienzan a conversar sobre sus cultivos, del tiempo o de la fiesta del Cerro, que ya se acerca.

La primera noche sin luna del mes de agosto, todos los habitantes de Ñargón, suben al cerro en una especie de romería. Niños y mayores, caminan hasta la parte más alta, ataviados con mantas, algo de comer y vino de sus cosechas, para pasar unas cuantas horas observando el cielo.

Siempre los acompaña el alcalde que, además de ser alcalde, es un gran astrónomo.

El problema es que, desde hace unos años, el alcalde no es capaz de explicar el cielo como lo hacía antes. Está convencido de que el firmamento ha cambiado.

Según sus cálculos y sus observaciones diarias, la Estrella Polar, ya no está en el mismo sitio. Y si la Estrella Polar se ha movido, ni la Osa Mayor, ni la Osa Menor, ni Casiopea, ni ninguna otra constelación, ocupan ya el mismo lugar.

Por eso, el alcalde, tiene un gran dilema. Si les dice a los aldeanos que ya no conoce el cielo, no confiarán más en él y dejará de ser el alcalde. Pero si sigue explicando el firmamento sin entenderlo, seguirá confundiendo a sus habitantes y volverán a perderse cuando regresen a sus casas.

Lo que el alcalde no sabe, es que debería decirles la verdad. Porque sus cálculos son ciertos.

La Estrella Polar ya no está en el mismo sitio y hay que volver a construir el cielo. Y para eso, hace falta una gran asamblea en la aldea donde, según su propia ley, a cada habitante le correspondería ponerle un nuevo nombre a una estrella.

Desde que el firmamento cambió en Ñargón, todos los posos del café muestran la misma forma a todos los que lo observan. Pero como es un secreto y nadie lo puede decir, pues no se sabe.

Solo hay una persona en la aldea que lo intuye, porque lleva muchos años sirviendo las tazas del café y conoce muy bien cómo funcionan.

El dueño del bar se ha dado cuenta de que, cuando una persona consigue desentrañar la forma que hay en el fondo de la taza, en apenas una milésima de segundo, se produce un sutil destello en la mirada del que la está observando.

Cuando sucede ese destello, si estás muy atento, se puede ver en él, el reflejo de lo que se ha creado en el interior de la taza. Y casualmente, desde que el cielo es diferente, todos los ojos de los aldeanos reflejan la misma forma. Una estrella.

Así es que ese poso que les ofrece algo único y exclusivo para cada persona que lo observa, es, en realidad, algo común para todos.

En sus ratos libres, el dueño del bar, piensa que debería hablar con el alcalde y revelarle lo que ha descubierto. Pero tiene miedo de hacerlo y de que el alcalde le cierre el negocio por haber descubierto el secreto que, en teoría, nadie conoce.

Lo que el dueño del bar no se imagina, es que el alcalde, que sabe lo que pasa en el cielo, no quiere decirlo para no tener que convocar una asamblea. Si lo hace, tendría que aprenderse un montón de nombres nuevos para las estrellas y además, según piensa, su sabiduría quedaría cuestionada por todos los vecinos.

Algunos vecinos también se plantean compartir su secreto, con sus más allegados. Porque desde hace años que ven esa estrella y aunque no entienden bien qué les quiere decir, sí saben que algo pasa en el firmamento. Pero por no ser acusados de decir lo que no se puede decir, nadie habla y todos comienzan cada día, con más preguntas que respuestas.

Y así pasan los años en Ñargón.

Celebrando la noche del Cerro y mirando un cielo que es, el que todos saben que ya no es. Pero nadie se atreve a decirlo.

Porque un secreto es un secreto. Aunque todos guarden el mismo.

Y como en Ñargón a veces las cosas pasan al revés, seguirán bebiéndose en silencio sus estrellas, en vez de construir un nuevo firmamento. 

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