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Miguel Gane, escritor: “Los políticos no saben lo que es tener que dejarlo todo para empezar de nuevo en otro país”

El autor de 'Cuando seas mayor', Miguel Gane

José Miguel Vilar-Bou

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Miguel Gane (Leresti, Rumanía, 1993) no nació con este nombre, sino como George Mihaita. “Es lo primero que perdí cuando llegué a España”, afirma. Nacido en un humilde pueblo de Rumanía, Miguel es hoy un influyente poeta. Sus libros se venden por decenas de miles, suma 309.000 seguidores en Instagram y ofrece recitales en España y América Latina. 'Cuando seas mayor' es su primera y sentida novela, en la que rememora su infancia en Rumanía y el periplo que le condujo a la condición de inmigrante en España. Una emotiva y dura historia de superación que pone al lector del lado de quien abandona su tierra para poder prosperar. Hoy graduado en ADE y Derecho, tras superar el examen estatal de abogacía decidió dedicarse a su pasión verdadera: la literatura.

La novela arranca con un niño que espera que Papá Noel le traiga unos soldaditos de plástico, pero, en lugar de eso, se encuentra con unos plátanos, unos calcetines y un huevo Kinder.

Así me sucedía de niño. Mis regalos de navidad eran esos. Me fascinaban los soldaditos. Cada año esperaba recibirlos. Sin embargo, nunca era así. Primero te desilusionabas, pero luego acababas aceptando la situación. No se lo reprochabas a tus padres, que creo que es lo esencial en ese capítulo del libro.

La novela es autobiográfica, pero añades vivencias de otras personas.

El 80% del libro es autobiográfico, en especial las partes más duras. El resto, con licencia literaria, son vivencias de amigos de mis padres, de gente de nuestro alrededor. Con ese puzle se monta la historia, pero lo importante es que todo en la novela es real.

También hablas de los emigrantes que no lo consiguen y que tienen que regresar, fracasados, a su país. Esa es una parte que no solemos escuchar.

Y sin embargo es la historia de muchos. La vergüenza de volver al pueblo porque has fallado, estar en boca de todos, tener que integrarte de nuevo, buscar un empleo… Volver abajo otra vez.

Del pueblo del protagonista llama la atención esa atmósfera de estancamiento en que parece imposible progresar.

Es lo que pasaba. La sociedad no te dejaba avanzar. Trabajabas quince horas al día en una fábrica sin medidas de seguridad y cobrabas una miseria. Intentabas que tu familia comiese esa semana un poco mejor y no lo conseguías. Te costaba irte a dormir tranquilo, pensando en todo lo que les faltaba a los tuyos. Por eso digo que era un mundo que no reía. ¿Cómo ibas a tener ganas de reír tras quince horas de trabajo, como les pasa a los padres del niño en el libro?

La Rumanía de los 90 que describes recuerda mucho a la España de los 50, sobre todo en los castigos físicos que el maestro inflige a sus alumnos en la escuela.

Me lo han dicho. Mis amigos de aquí no conciben los castigos que nos imponían los profesores rumanos… A mí me han pegado. Y tampoco conciben que los padres aceptasen esa situación. Casi daban gracias porque había alguien que nos enseñase. Algunos incluso animaban a los maestros a que nos diesen nuestro tirón de orejas, literal.

Puedes decir con conocimiento de causa que el castigo corporal no funciona.

Desde luego que no. El maltrato escolar que viene de los profesores no te hace aprender más. Vas a perder la infancia mucho antes y vas a sentirte abusado. Vas a ir a clase con miedo. El ambiente en aquel colegio no era nada tranquilo ni natural.

'Cuando seas mayor' muestra la inmigración desde el otro lado: el de quien se va. ¿Anda nuestra sociedad necesitada de empatía en ese sentido, de ponerse en el sitio del otro?

Parecía que ya estábamos aceptando que España es un país de muchas culturas, en el que hay un hueco para todo el mundo… Un país de oportunidades. Y lo es. Mira mi caso. Pero hoy, sobre todo por parte de los políticos, se ha reabierto un discurso antiempático, que usa argumentos fáciles para ganar votos, cuando la inmigración es un fenómeno muy complejo.

Esos discursos apelan siempre al miedo.

Claro, el miedo a lo desconocido. Yo no sé si los políticos alguna vez se han planteado lo que es tener que dejarlo todo para buscar una nueva vida en otro lugar. No saben, como me pasó a mí por ejemplo, lo que es no tener agua caliente, inodoro o ducha. ¿Cómo no vamos los inmigrantes a pelear porque todas las personas tengan al menos una oportunidad? La empatía debería ser una obligación.

¿Has percibido alguna vez en tu persona esa desconfianza hacia el extranjero?

Desde luego, y en el libro lo reflejo. Ser inmigrante es perder y a mí lo primero que me quitaron fue el nombre: Yo no me llamo Miguel, sino Mihaita. En los primeros años era el rumano de la clase, te marcan por tu condición. En cuanto no pronunciaba bien una palabra, venían las burlas. ¿Qué más da que seas de Rumanía o de cualquier otro sitio?

Hablabas de España como país de muchas culturas. Ahora que en todo el planeta parece alzarse la tendencia a utilizar la cultura propia como una manera de diferenciarse del vecino, de excluirlo, a ti que estás hecho de dos culturas, ¿qué te parece?

Creo que el querer excluir a alguien de una cultura por no pertenecer a ella la empobrece. Reduce y encierra esa cultura. Yo, como dices, estoy hecho de dos culturas, y me gusta llevar a mis amigos de España y Latinoamérica a mi país, porque quiero que lo descubran.

De hecho dices que Rumanía es la gran desconocida de Europa.

Lo es. El día en que la gente descubra Rumanía, se van a llevar una sorpresa. Es un país bonito, alegre, de muchos contrastes, y la gente es muy acogedora. A los amigos a los que he llevado a mi pueblo les impacta mucho esto.

¿Te ha sido difícil escribir a través de los ojos de un niño?

Ha sido lo más complicado, porque suponía a la vez revivir mi pasado y pensar como piensa un niño. Tenía que narrar de forma sencilla cosas muy duras que yo, como adulto, hubiese escrito de otra manera. Tuvimos que hacer mucho trabajo de reedición junto a mi editora para llegar a esa fluidez a la que aspiraba.

También has dicho que escribir el libro ha sido para ti “curar una herida”.

Necesitaba contar mi historia, volver a vivirla, aceptarla, decir: “Vale, he pasado por estas cosas y ahora estoy aquí”. He conseguido integrarme, tener muchos amigos, dedicarme a la literatura. Ha sido un camino duro, pero muy bonito. Queda una cicatriz que llevaré siempre, recordar cuando me acostaba con hambre por las noches porque no había qué comer.

Es una novela también esperanzadora.

Sí porque, más allá de lo personal, quería contribuir a cerrar la herida social que existe entre mi país y los españoles. Cuando dices “rumano” a la gente le vienen a la cabeza muchos adjetivos y muy pocos son buenos. Yo soy rumano, somos una familia normal. Los rumanos nos dedicamos a muchas profesiones y nos buscamos la vida de muchas maneras. Somos cinco millones esparcidos por todo el mundo. En España, menos de un millón. En ese sentido, me gustaría que el libro ayudase a la gente a comprender por qué emigramos. Nadie lo hace por gusto. Yo no quería irme de mi pueblo.

Tienes 309.000 seguidores en Instagram, tus libros se venden a decenas de miles. ¿Pensaste alguna vez que algo a priori minoritario como la poesía podría atraer a tantas personas?

Ni me atrevía a soñarlo. Cuando empecé a hacer poesía abrí un blog donde simplemente colgaba las cosas que escribía para no perderlas. Era casi un diario personal. Pero luego varios poemas engancharon muy bien, la gente los compartió y así empezó todo. Sobre todo estoy agradecido a las personas que dedican un minuto de su tiempo a leer el poema que cuelgo de vez en cuando. Las redes sociales son ahora mismo la ventana a las librerías.

Superaste el examen estatal de abogacía y dejaste tu trabajo para dedicarte a la literatura. ¿Fue una decisión difícil?

Fue un momento de vértigo, miedo, incertidumbre… porque el mundo de la literatura es inseguro, inestable, te puede ir bien ahora pero en tres meses te puede ir mal.

Y después del duro camino que habías hecho.

Sí, estudié Derecho, hice dos másteres, empecé a trabajar… y claro, cortar de raíz con todo eso es un proceso duro, una decisión de vida. Lo estuve meditando durante nueve meses y llegué a la conclusión de que no concebía la vida de otra manera que no fuese dedicarme a la literatura. Todas las mañanas iba triste al despacho. Lo que realmente necesitaba hacer era esto. Contar a la gente las cosas que siento. Escribir libros inspiradores, que animen a los demás a ser lo que sea que quieran ser, sea sastre o escultora. Pelea por ello, porque es lo que te va a hacer feliz. Y ojalá todos pudieran dedicarse a lo que les hace felices: El mundo sería diferente así.

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