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'Leer el presente' es un espacio que dedicamos a libros desde eldiario.es/murcia. Del mundo a la página y viceversa. Coordina José Daniel Espejo.

'Historia de España contada a las niñas'

Portada de 'Historia de España contada a las niñas'

Diego Sánchez Aguilar

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Imagínate que eres una activista (rellena hueco para la/s causas/s concretas: feminismo, ecología, veganismo, educación, sanidad, justicia social…) y una escritora. Imagínate que te pones a escribir tu primera novela. Se te plantearán tres opciones. La opción uno es hacer una novela donde dejes bien clara la necesidad y justicia de tu lucha[1]; para ello, tal vez, tendrás que explicar ciertas cosas con mucha claridad, tendrás que dividir personajes en buenos y malos, y el lector habrá de terminar la lectura con un mensaje bien claro (rellena hueco para El Mensaje que tu novela debe transmitir). La opción dos es casi opuesta: ya dedicas mucho tiempo a la lucha en otros aspectos de tu vida: ahora que te sientas a escribir tu primera novela, lo mejor es ambientarla en un tiempo y espacio sin determinar, y crear unos personajes puros que te sirvan para mostrar tu maestría en el estilo y la composición, así como tu comprensión de lo más profundo del alma humana eterna y universal. Como sois lectores inteligentes, ya habéis visto la trampa en las dos opciones anteriores. Sí, vale, es la opción tres es la que ha elegido María Bastarós para regalarnos esta primera novela: contar una gran historia, crear unos personajes inolvidables, manejar un estilo envidiable, y hacer todo esto teniendo siempre muy claro que una novela habla de la realidad, y que quien escribe habita una sociedad que es ideológica y política por definición, y que todos esos conflictos tienen que aparecer, de una manera o de otra, en el mundo de ficción que estás creando. Creo que esta es la novela ideal para mi primera colaboración en un espacio de debate llamado “Leer el presente”, porque la opción tres, lo que hace esta novela es, precisamente, “Escribir el presente”. Énfasis en “escribir”, por favor.

-Me he perdido. Entonces, ¿es un panfleto feminista?, ¿hay una moraleja, una lección?

-No: es una novela, es una gran novela, llena de ironía y de personajes contradictorios.

-Pero TODOS los hombres que salen son “malos”: violadores, machos, paletos, puteros, cazadores, violentos, acosadores, celosos, ¡la Manada!…#notallmen

- Sí, no es una buena lectura para machotes puteros amantes de la caza, eso es verdad. O tal vez sí. Podríamos decir que es una novela feminista. Pero no lo vamos a decir. Porque “feminista” se comería a “novela”[2]. Además, hay personajes como el pintor, que es cazador, putero, y muchas cosas y, sobre todo, un gran personaje, amante, además, de La Gran Feminista de la novela.

- Y casi todas las mujeres son víctimas de esos hombres. ¡Panfleto!

-¿Me vas a dejar hablar de la novela? Porque eso de “víctimas”, da para un rato…

A lo que iba. Sí, es una novela protagonizada por mujeres. Tres generaciones de mujeres, para ser más exactos, con un epicentro espacial de resonancias mítico-bíblicas[3] que es el 

pueblo de Beratón (epíteto épico: “Beratón libre de hombres”). Las “tres generaciones de mujeres (Lucía Casterad, Valeria y Miranda, Cloe y X) son, efectivamente, víctimas, en mayor o menor medida, es decir, con mayor o menor violencia, de una España machista. Pero el tratamiento de estos personajes no es el de unas pobres víctimas pasivas hacia las que el lector deba sentir compasión: son unos personajes ricos, que también ejercen la violencia, y no siempre como acto de justicia.

-Pues a mí me sigue sonando a panfleto feminista.

-Que no, copón.

 

Es una novela divertida y compleja. La narración es fragmentada: capítulos breves en los que la narradora (luego explico ese femenino) nos va mostrando escenas de varios personajes, no solo de esas tres generaciones, mezclando tiempos y espacios, con un estilo fresco y lúcido, con una voz narrativa muy fuerte, muy segura, en la que a veces me parecía escuchar ecos de David Foster Wallace; es decir, una voz cargada de ironía, de inteligencia. Un ejemplo, de uno de los personajes secundarios, el de la genial “Conferenciante”, Laura Añón, la autora del ensayo Contra el sexo. Descapitalización de los afectos para la construcción de un entorno autosuficiente y autogestionado en el marco del libremercado:

 

“( la Conferenciante) Sabe que sus larguísimas piernas, su pintalabios oscuro y su ceñida pero sobria indumentaria de aire militar huelen a dominatrix, a bondage y a local de intercambio de parejas, un factor que entra en conflicto directo con su discurso y que hace mucho por su carrera. De la misma forma, es consciente de que todos los tipos del Círculo de Igualdad de SePuede, el partido líder de la oposición anticapitalista, le quieren meter la polla por el culo y follársela hasta grabarle en la frente una constelación de heridas provocadas por las puntitas del gotelé de la pared, aunque ninguno pueda expresar abiertamente este deseo dado su evidente trasfondo patriarcal”.

Y así todo el rato. Quiero decir, así de brillante, de divertida, de precisa y alocada es esta novela que no juega a la perfección, sino a la expansión, a la intercalación, a la digresión, al placer de crear escenas memorables, con una topología fascinante, entre el western hispano, la N-340, los espacios de las afueras y la periferia: la cementera abandonada, el puticlub para políticos corruptos, el toro de Osborne decapitado, el bar de carretera decrépito, el edificio residencial tipo colmena VPO, el bosque sucio que rodea la ciudad…

Hay una maravillosa combinación de:

 a) elementos cotidianos analizados y pintados con una mezcla de ironía y análisis social (las diferencias de clase social, el mundo de las galerías de arte, por poner dos ejemplos, habría mil más, porque hay también una atención al detalle, una precisión narrativa que con una o dos observaciones es capaz de retratar todo un complejo conjunto de elementos económicos, sociales y psicológicos).

b) “sucesos” de la historia reciente: La Manada (retratada casi exclusivamente a través de sus conversaciones de whatsApp), largos secuestros de niñas convertidas en esclavas sexuales (el monstruo de…-hay varios “monstruos” en las noticias de los últimos años, elíjase el que más recuerde).

c) elementos fantásticos inverosímiles y divertidísimos: ovnis, aquelarres feministas aderezados con peyote, contados a través de unos diálogos tronchantes; no puedo resistirme a reproducir aquí alguno de ellos:

 

“-Por favor, hermana H., vamos a localizar a Cloe.

-Hostia con el “hermana”, qué coñazo estás dando.

-Tía. Esa palabra es supermisógina.

-Tiene el móvil apagado.

-¿Llamaríais a una ambulancia?

-Parece un vulgar colocón.

-¿“Vulgar”, dices?

-En la rave de la cementera tenía la misma cara.

-¿Cuál rave?

-La de la cementera abandonada y las rulas esas fucsias.

-Yo no estaba.

-Sí que estabas. Otra cosa es que no te acuerdes.

-La que Cloe casi te tira a una puta cisterna.

-Ah, coño.

-Joder, cómo se nos ocurre a ponernos a jugar con peyote.

-Parecemos retrasadas.

-(...)

-¿Tenéis el móvil de X, hermanas?

-Mira, Sara, como vuelvas a decir la palabra “hermana”, te reviento viva“.

Bueno, dejo la enumeración de cosas que vais a encontrar en esta novela, porque son muchas más. También hay mucha presencia del arte, claro, porque el trabajo de María Bastarós también deja aquí su huella, no solo en la cantidad de referencias a artistas más o menos contemporáneos, sino también en las fotografías que abren y cierran el libro exquisitamente editado por Fulgencio Pimentel. También hay un gusto por el western (o el spaguetti western) muy tarantiniano, posmoderno. Y, sobre todo, hay un dominio narrativo global: tanto en las escenas narradas en tercera persona, como en las escenas exclusivamente dialogadas (como ha mostrado el fragmento de arriba), como en el uso de materiales diversos (noticias de periódico, chats de WhatsApp, páginas web…).

-Has dicho antes que ibas a explicar lo de decir “narradora” en femenino.

- Es cierto. Si, la voz narrativa no se limita a presentarnos el mundo que ha creado. No es una voz neutra que hace aparecer un mundo ante los ojos del lector y le propone que entre en él y se deje llevar por la ficción. La voz narrativa mantiene siempre una distancia que se hace explícita en tres o cuatro intervenciones en las que detiene la narración para dirigirse directamente al lector y explicarle ciertas cosas que pueden parecer obvias, pero que a veces hay que hacer explícitas:

 “Hey. Hola. Siento interrumpir de nuevo el curso de la ficción tuteándoos, pero necesito otro favorcito de vuestra parte (...) Hay un cerebro detrás de todo esto, ¿entendéis? (...)NADA DE ESTO ES ARBITRARIO”.

María Bastarós no quiere al lector “dentro” de la historia, no quiere una experiencia inmersiva, compasiva: quiere una experiencia de lucidez, de juego y de reflexión. De complicidad también. En esa complicidad seremos interpelados, porque va a poner en marcha los resortes de nuestra ideología: como todo diálogo en el que se te apela de forma directa, exige una respuesta y una posición que no es la cómoda postura pasiva de la ficción: no permite María Bastarós que nos reclinemos tranquilamente y desaparezcamos en las páginas de la narración. Nos quiere despiertos, inteligentes, atentos a la novela como objeto creado por una persona, contado por una narradora, en femenino, con una intención que implica un aquí y un ahora, tanto en el lado de la narradora como en el de los lectores. Nos quiere, en definitiva, “leyendo el presente”.

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