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Casado en el Laberinto

El líder del PP, Pablo Casado, en la sesión del control al Gobierno

José Antonio Bordés Vila

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Pablo Casado, líder de la oposición, es el político español que más recuerda, con lisonjas, a la clase política de la Transición, y es de agradecer. Posiblemente de ahí que muchos ex propongan la vuelta a ese pasado, cosa por otro lado harto difícil.

En su condición de líder se enfrenta a su primer reto, característico de toda legislatura, la composición de la Mesa del Congreso. En primer lugar se hace necesario recordar los resultados del pasado 10N:

Por un lado, las opciones de izquierda de ámbito estatal obtuvieron 158 diputados, producto de la suma de 120 del PSOE, 35 de Unidas Podemos y tres de Más País. Es decir, una formación claramente mayoritaria, la liderada por Sánchez, con el 76% del conjunto de la izquierda y, junto a ella, una minoría que en su suma representa el 24% restante.

Por el otro lado, las fuerzas de derecha de ámbito estatal obtuvieron 153 diputados, conformados por la suma de 91 del Partido Popular y Navarra, diez de Ciudadanos y 52 de Vox. Es decir, una formación mayoritaria de los populares con el 60% de la totalidad del bloque, por el 40% restante que representa las formaciones naranja y verde.

Junto a estos dos bloques se mantiene un conjunto de opciones del ámbito nacionalista/regionalista que obtuvieron un total de 39 diputados y que en el conjunto de la cámara supone el 11% de los escaños. Los votos que eligieron a estos diputados son igual de legales y legítimos que el resto. De esto no puede quedar duda.

En segundo lugar, conviene desmitificar el llamado consenso, en el sentido de no confundir consenso con unanimidad ni con proporcionalidad. El consenso fue el método de trabajo para conformar una mayoría lo más amplia posible en la que nadie se viera radicalmente excluido. Pero fue un método de trabajo que se usó exclusivamente en el debate constitucional. En el resto de la legislatura se estuvo al juego de las mayorías y la proporcionalidad.

Valgan dos ejemplos, al respecto, de lo ocurrido en la Legislatura Constituyente:

El primer acto de toda legislatura es la constitución de la Mesa. En la Legislatura Constituyente, el resultado fue Presidencia para UCD y tres miembros para UCD, uno para Alianza Popular, tres para el PSOE y uno para el PCE. Proporcionalidad pura y dura entre bloques. Y esto da visibilidad a los partidos que la componen, ordena los tiempos y suministra una información privilegiada del quehacer parlamentario. De ahí la importancia de la Mesa, lo que convierte en lógico que el bloque mayoritario quiera asegurarse su control y, además del control, la presidencia para el grupo que lidera el bloque mayoritario. Y eso es así en el parlamento, en un sindicato, o en una asociación de vecinos.

A los pocos días había que designar los miembros de la Ponencia Constitucional, que habría de ser de cinco miembros, en la que UCD se apresuró a reclamar para sí a tres de ellos y que proporcionalmente correspondería dos miembros al PSOE, que alegó que, en una Ponencia para la elaboración de la Constitución (que iba a tener como parte novedosa la organización territorial del Estado) fuese oportuno que contara con la presencia de un miembro de los grupos nacionalista/regionalista, aunque no obtuvo respuesta. Ante ese mutis el PSOE cedió uno de los miembros que le hubiesen correspondido a favor de un diputado de la minoría convergente de Cataluña. A los pocos días y, por parte del PCE, se planteó la conveniencia de su inclusión en la Ponencia. Aceptada la propuesta y con la finalidad de mantener cierto equilibrio y que no fuera un número par, se amplió un miembro más que recayó en el PCE.

Así, se pasó de una Ponencia estrictamente proporcional a una Ponencia más plural, pese a que UCD no varió su posición. Eso se llama consenso.

Pues sabiendo de esas diferencias, el Sr. Casado entra en su particular laberinto: la elección de la Mesa del Congreso.

Es conveniente recordar que la Mesa elige en primer lugar a la presidencia, que a buen seguro recaerá en un componente del bloque de izquierda mayoritaria, y a continuación se eligen, en dos votaciones separadas, cuatro vicepresidencias y cuatro secretarías, donde cada diputado dispone de un voto, y en la que resultan elegidos los cuatro más votados.

No parece que esté el horno para consensos, amén que éste es un tema de estricta legalidad reglamentaria y composición proporcional. Por lo tanto hay que observar los resultados electorales que determinaron las pasadas elecciones. El Sr. Casado dispone dentro del bloque de la derecha que lidera, de 153 diputados, y en concreto en su grupo parlamentario que preside, de 91 diputados. No parece que esté en condiciones de buscar ningún tipo de apoyos en el bloque de la izquierda, ni en el grupo nacionalista/regionalista, salvo alguna abstención, tampoco.

Con estos números el PP dispone con sus 91 votos de una vicepresidencia y una secretaría. Si sus 91 votos son sumados al resto de la derecha, hasta los 153, obtendrían dos vicepresidencias y dos secretarías. Es decir, cuatro miembros de la derecha, que sumados a los cuatro miembros que obtendría el bloque de la izquierda, producto de sus 158 votos, unido el de la presidencia, resultarían los nueve que conforman la Mesa, con una correlación de cinco a cuatro favorable a la izquierda. Y esto es pura y simple aplicación del Reglamento.

¿Qué se le pide al Sr. Casado?

Por parte del bloque de las derechas, los dos grupos minoritarios que lo componen (Ciudadanos y Vox) reclamarán para sí presencia en la Mesa, advirtiendo que no cederán ningún voto sin esa contrapartida.

Por parte de la izquierda, nadie le está pidiendo que violente el Reglamento con la finalidad de excluir a Vox de su presencia en la Mesa. Simplemente se le reclama que no institucionalice a una fuerza de corte fascista, llevándola al máximo órgano de representación parlamentaria con sus votos.

Esa es la antesala del Laberinto, ¿Qué hacer?

Lo fácil sería huir a lo Rajoy, no entrar en el Laberinto y votarse a sí mismo sus 91 diputados, lo que le asegura una vicepresidencia y una secretaría, en la confianza de que Vox con sus 52 diputados obtendrá también una vicepresidencia y una secretaría, dejando tirado a Ciudadanos.

Pero esto tiene consecuencias:

  • La primera, la reacción de Ciudadanos, que ahondaría su herida.
  • La segunda, que los 52 diputados de Vox no les garantiza presencia en la Mesa.

Explicaré esto último:

Al bloque de la izquierda le bastan 108 diputados para asegurarse dos vicepresidencias y dos secretarías, por lo tanto quedan hasta 50 diputados “libres” que pueden ser 'peligrosos marxistas', 'sediciosos federalistas', 'trasnochados republicanos', u 'odiosas feministas', todos y todas al fin militantes antifascistas, que pueden decidir buscar entre los miembros del grupo nacionalista/regionalista, y encontrar hasta 20 voluntades interesadas en construir una candidatura a vicepresidencia y otra a secretaría que podría obtener más votos que los 52 de Vox, que quedaría fuera de la Mesa.

Así el órgano quedaría más plural. Imaginemos una Mesa con presidencia socialista, dos vicepresidencias de diputados de la coalición PSOE/UP, una de ERC y una del PP, e igualmente dos secretarías de PSOE/UP, una de PNV y una de PP.

Esta fantasía, que es legal y legítima, lo saben en Vox, lo sabe el Sr. Casado, y lo saben en la izquierda, ¡es la aritmética!.

El Sr. Casado no puede consentir que esto ocurra y tras atarse al hilo asidero que le teje su musa Cayetana, entrará en el Laberinto para en su condición de líder de la derecha, gestionando sus 153 votos, asegurar a su partido una vicepresidencia y una secretaría, ceder votos a Vox para que alcance una vicepresidencia, y a CS para una secretaría.

En este deambular por el Laberinto se encontrará con el minotauro, con el deber de matarlo, porque el Sr, Casado no sale de su error y vive en el convencimiento de que el minotauro es Pedro Sánchez, sin entender que el monstruo es Vox, al que alimenta legitimando su participación en gobiernos o su presencia en los órganos institucionales.

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