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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

Los responsables de las opiniones recogidas en este blog son sus propios autores.

Con dos cubatas en un karaoke

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, con un adoquin en la Asamblea de Madrid.

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Yo no podría condenar a Pablo Hasél, ni lo tengo claro en su actividad de músico o cantante, ni tengo los argumentos suficientes, ni lo sigo por Twitter ni conozco su actividad artística como rapero. No es la primera vez que me pasa, ya me ocurrió con el rapero mallorquín conocido como Valtonyc. Posiblemente el rap no es lo mío y obviamente la provocación por la provocación me puede resultar patética, tan absurda como la violencia sin sentido. Lo que sí tengo claro es que no se puede cercenar la libertad de expresión en cualquier manifestación artística o literaria y que hay que modificar el Código Penal y eliminar los delitos de expresión.

En los pasados días se han convocado concentraciones de apoyo a Hasél en las que han participado cientos de jóvenes, en las que al final se han producido disturbios. Dicho lo dicho, defender la libertad de expresión ejerciendo la violencia indiscriminadamente contra comercios o bares, invalida la propia protesta, aunque sea por esa minoría que siempre revienta las protestas pacíficas, y que, a veces, recibe una respuesta demasiado contundente por parte de los antidisturbios. En esa dinámica, el caos genera más caos. De manera que el debate sobre la libertad de expresión o la derogación de ciertos artículos se quedan en un segundo plano y en el primer plano todos los medios de comunicación focalizan sus informaciones sobre la violencia, los cristales rotos de los comercios o algún que otro coche o moto ardiendo. Una violencia que no es exclusiva de estos momentos, recuerden la de los chalecos amarillos en Francia, o la de los hooligans en las celebraciones futbolísticas.

Y en eso, el debate se ha trasladado por los políticos al Parlamento, para algunos con tan grandilocuencia que parecía que lo que pasaba se parecía al mayo del 68. Sin ir más lejos, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en la Asamblea exhibió en su mano un adoquín y dijo: “Ya lo que nos faltaba es jalear la fiesta de niñatos que se manifiestan por un delincuente que tiene menos arte que cualquiera de los que estamos aquí, con dos cubatas en un karaoke. Eso ni es arte. Es lo más cutre que pueden ustedes defender”; que recordaba aquel eslogan del mayo del 68, que decía, “Bajo los adoquines está la playa”.

En este debate sobre la libertad de expresión y sus límites habría que distinguir las que se producen en el ámbito de lo artístico o literario y los comentarios u opiniones en las redes sociales. En los primeros meses de la pandemia muchos políticos y sus seguidores acusaron al Gobierno de criminal, supongo que esas acusaciones no son otra cosa que incitación al odio y a la violencia, supongo que toda menos poesía. De manera que en esa línea del 68 prefiero aquellos otros eslóganes de, ¡Haz el amor y no la guerra!  ¡Prohibido prohibir! Y eso sí, cómo no, me gustaría ver a Isabel Díaz Ayuso cantando con dos cubatas en un karaoke.

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