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Género y violencia
“La renuncia a la maternidad es tachada como egoísmo en el caso de las mujeres. A partir de una edad son habituales las alusiones que exhortan hacia la procreación `se te pasa el arroz´”.
“A las mujeres se les exige ser complacientes más que complacidas, y se censura (puta) a quienes viven su cuerpo con libertad”.
Victoria Aragón García
El Día Internacional de la Mujer conmemora la lucha de las mujeres por participar en la sociedad en pie de igualdad. A pesar de los pasos dados en la buena dirección, gracias al trabajo que el feminismo viene realizando desde hace décadas, siglos si nos remontamos a las primeras voces, queda mucho por hacer en una sociedad que se aferra por mantener una estructura patriarcal disfuncional e injusta.Un sistema, dominado por hombres heteronormativos, que normaliza nuestras vidas desde la masculinidad, negando matices, circunscribiendo nuestro ánimo y nuestra voluntad de forma binaria, eres hombre o mujer, y como tal actúas, deseas y tienes un valor u otro.
El feminismo se encuentra en un momento de apogeo, prueba de ello son las distintas movilizaciones desplegadas en todo el mundo. El 8 de marzo del pasado año 70 países se coordinaron para una acción global, y este 8 de marzo se unen más de 150 países a las movilizaciones y huelgas convocadas.
El feminismo es revolucionario, el propio término supone una ruptura del liderazgo y provoca indignación. Es frecuente escuchar que debería cambiarse el nombre por algo como igualitarismo, pretendiendo desacreditar el movimiento equiparándolo con el machismo, pero no es más que un argumento machista más. La estructura patriarcal se tambalea cuando la iniciativa es liderada por las mujeres, cuando el discurso utiliza el femenino para una acción valiente de lucha contra la discriminación, porque la lucha es territorio de hombres y sienten invadido su espacio.
Pero el feminismo no busca el conflicto con los hombres, busca la igualdad, deconstruir la normalidad y manifestar la realidad que forma parte del día a día. Su acción saca a la luz la violencia que sufren por ser mujeres, la tensión que soportan. Además de la violencia explícita (violencia doméstica, feminicidios, violaciones) tratan de visibilizar que también son violentadas:
Cuando salen a la calle y son importunadas con piropos u ofensas. Aunque existen opiniones que minimizan o niegan el grado de acoso que representa un piropo, lo cierto es que a través de él se exhibe poder, o alarde de masculinidad frente al grupo.
Cuando no cumplen los cánones estéticos, pero también cuando sí los cumplen. Las mujeres viven un estado permanente de inseguridad, una insatisfacción producida como consecuencia de la búsqueda incesante por cumplir unos estándares de feminidad y belleza muy rigurosos, y que tienen su razón de ser en las expectativas masculinas.
Cuando dicen no a la maternidad, o reconocen que no les gusta y que no se sienten realizadas con ello. La renuncia a la maternidad es tachada como egoísmo en el caso de las mujeres. A partir de una edad son habituales las alusiones que exhortan hacia la procreación “se te pasa el arroz”.
Cuando triunfan. Se sospecha de su capacidad, y se busca la figura de un hombre de referencia que las ayuda, o al que pudieran pagar con favores sexuales.
Cuando quieren sexo, y también cuando no quieren. A las mujeres se les exige ser complacientes más que complacidas, y se censura (puta) a quienes viven su cuerpo con libertad. Asimismo, es habitual ser tachadas de frígidas cuando no lo desean. En este caso, los hombres también son violentados, la masculinidad implica hipersexualidad, en su caso son tildados de impotentes, o maricones.
Cuando trabajan. El mercado de trabajo pone más obstáculos a las mujeres (techo de cristal, mayor precariedad, menor salario…), mientras que en el espacio privado hay una mayor participación (el Instituto Nacional de Estadística (INE, 2016) señala que “el 91,9% de las mujeres (de 10 y más años) realizan tareas domésticas y se ocupan del cuidado de menores y mayores o dependientes durante 4 horas y 29 minutos diarios, frente al 74,7% de los hombres que dedican en promedio 2 horas y 32 minutos).
Cuando se abusa de un lenguaje sexista. La lengua refleja esquemas conceptuales que discriminan a las mujeres, tanto en la construcción como en los términos, que refleja los prejuicios machistas de la sociedad. El rechazo y desprecio a quienes apuestan por integrar nuevas prácticas y términos en nuestro vocabulario, es otra forma de agresión
Cuando no se les reconoce en los libros de texto. Las mujeres que aparecen como ejemplo histórico son minoritarias, y muchas representan personajes estereotipados.
Cuando son invisibilizadas en los mundos del arte, o la visibilidad pasa por personajes secundarios, sin contenido narrativo y con forma de florero. Según un informe (Smith et al, 2017) en las 100 películas estadounidenses más taquilleras desde 2007, había sólo un 4,2% de mujeres directoras, y un 1,7% de compositoras.
Cuando son agredidas. Las mujeres que han sido acosadas o violadas, a menudo son culpabilizadas (¿qué llevabas puesto?, ¿cerraste bien las piernas?, ¡no habrá sido para tanto!, ¡ese tipo de cosas se solucionan en la intimidad!). En definitiva,… ¡¡Son violentadas porque son mujeres!!
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