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Un hombre frente a un capirote

25 de julio de 2025 06:01 h

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Un hombre encorbatado y con las manos cruzadas sobre el regazo mira un capirote blanco que una diputada le acaba de poner sobre el mármol rojo que hace de mesa en la Asamblea Regional. El hombre lo observa absorto, mientras su compañero de grupo parlamentario se lleva las manos a la cara, no queriendo saber nada de la situación. Es una escena inquietante.

En un momento, un trabajador del Parlamento murciano retira la capucha puntiaguda, parte de la vestimenta del grupo terrorista supremacista blanco estadounidense Ku Klux Klan, de los papeles del líder regional de Vox, José Ángel Antelo y, entonces sí, se levanta, se acerca el micrófono y le espeta con acento gallego a María Marín, la portavoz de Podemos-IU en la Asamblea,: “Haga el favor y dígalo en alto para ponerle a usted una querella”. Marín le había explicado que “era un regalo” para que fuera “bien vestido en las cacerías”.

“Represión” fue la palabra pronunciada por Marín cuando la presidenta de la Asamblea Regional, Visitación Martínez, le impidió subir el capuz al atril. La portavoz de Podemos-IU, entonces, se tomó la justicia por su mano y plantó el gorro frente a Antelo, consiguiendo la escena icónica.

Ya sabemos que el exdiputado de Podemos Víctor Egío y Marín tienen querencia por una comunicación política de tintes escénicos, como cuando el primero se disfrazó de cobrador del frac para reclamar a López Miras el pago de las ayudas al alquiler o la portavoz morada homenajeó en el Parlamento murciano a los niños asesinados en Gaza portando lo que parecía un bebé amortajado envuelto en una bandera palestina. No siempre han sido elegantes estas representaciones. En este caso, en cambio, lo simbólico -la imagen de un hombre frente a un capirote blanco- ha sido capaz de descorrer el telón del teatro en el que se convirtió la Cámara parlamentaria con la aprobación de los presupuestos de la Región de Murcia con los síes de los veintiún diputados del PP y la abstención de los nueve de Vox.

El portavoz del PP en el Parlamento murciano, Joaquín Segado, condenó en el Pleno la violencia, habló de crear puentes entre comunidades. Que no se podía no condenar la violencia, algo parecido a lo que había dicho días atrás el presidente murciano, Fernando López Miras. Generalidades, vaguedades, lugares comunes.

Ni una sola vez mencionó Segado “las cacerías a los inmigrantes” en Torre Pacheco impulsadas desde el pasado 11 de julio por grupos ultra y que no fueron condenadas por Vox, quien se plantó al día siguiente en el municipio murciano para echar leña al fuego. Allí, el líder de Vox en la Región dijo que la inmigración estaba “causando gravísimos problemas en nuestros barrios; ya advertimos de lo que iba a pasar, de que los españoles se iban a cansar de una inmigración ilegal que muchas veces es la que viola a nuestras hijas y mujeres y agrede a nuestros ancianos y a los homosexuales; no queremos a gente así en nuestras calles, les vamos a deportar a todos”. Nada más que falsedades desmentidas por los datos, tanto de España como los de Torre Pacheco.

Todo esto después de unas negociaciones entre ambos partidos que suponen el cierre de un centro de acogida de menores, en la pedanía de Santa Cruz, la revocación de la compra de viviendas para niños y niñas migrantes por una advertencia expresa de Santiago Abascal, la eliminación de cualquier contenido relacionado con la cultura marroquí en las aulas educativas murcianas y la supresión de las partidas presupuestarias a las ONG que trabajan con personas migrantes.

Vox reclama “paz y la seguridad” en las calles cuando lo que quieren es caos. Un escenario de caos y miedo con el que saben que el viento les sopla a favor. Y mientras el PP mira a otro lado, habla de crear puentes, aprueba presupuestos y aquí paz y ninguna gloria, el elefante va alcanzando proporciones importantes en la habitación. Cuando el elefante les haya aplastado con alguna de sus gruesas patas se darán cuenta de lo peligroso que es jugar a disimular con políticas y disturbios racistas. Menos mal que la ciudadanía murciana y migrante es capaz de bailar una conga delante de San Esteban y, con ello, poner cordura y alegría en esta Región, que falta nos hace.