No es una casualidad que la socialdemocracia haya abandonado el espíritu del keynesianismo y se haya acercado cada vez más a los postulados de la Escuela de Chicago. Los discursos de prácticamente todas las secciones del espectro político han desplazado sus propuestas progresivamente hacia la derecha, que ahora se divide más que nunca entre reaccionarios y neoliberales, mientras la izquierda acaba asumiendo discursos desechados por sus históricos rivales y abandonando ideas preexistentes.
Este es el resultado de tildar de comunista a cualquier propuesta de regulación del mercado, y de que cualquier amago de políticas intervencionistas sea tachado de autoritario. En la mente colectiva se ha instalado la idea de que la libertad está en constante amenaza, porque ahora somos libres, claro. Ahora tenemos hasta cuarenta y cinco sabores de yogurt diferentes, y la libertad para morir de hambre. La sombra de la amenaza soviética se desvanece poco a poco en la niebla de las décadas y el Estado del Bienestar tiene los días contados.
Occidente lleva ya décadas con la mirada perdida entre los humos y fuegos artificiales de un capitalismo hipnótico y alienador. Y es que cuando el ecosistema se convierte en el principal depredador, la vida está en peligro. Los servicios públicos están en riesgo de desaparecer para siempre de las infraestructuras de los Estados Europeos. El infantilismo sociológico hacia los impuestos y su aprovechamiento por parte de las derechas de poner en tela de juicio su utilidad para la sostenibilidad del Estado del Bienestar son un cóctel peligroso para las futuras generaciones, a las que no podemos asegurarles que no tengan que recurrir a una hipoteca para curarse un cáncer.
Ya no existe la contraoferta comunista del Estado garante, el capitalismo ha conseguido el monopolio en tres cuartas partes del mundo y las grandes ventajas que ofrecía se han convertido en un lastre que está deseando soltar de una vez. Es entonces cuando se nos plantean dos opciones para encarar el futuro, como sociedad y como trabajadores: pelear para blindar las capacidades de los países para atender a nuestras necesidades o aullar a la luna de una libertad que nunca fue.
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