Amigos lectores: Dudo de que lo que voy a escribir sea nada nuevo, pero quiero que sepan mi propia experiencia. La Seguridad Social –la que mantenemos la mayoría de los españoles– nos mata poco a poco a base de largas esperas. Sus intereses tendrán cuando actúan así… Me hago dos preguntas: ¿Por qué esa tardanza? ¿Ellos esperan como el resto de los españoles o se les agilizan las citas por ser los que son? En vez de tanto politiqueo para ver quién se queda con la mayor cuota de poder, deberían comprometerse –todos ellos y de una vez por todas– en buscar soluciones para un tema tan importante como es la salud y la vida humana.
El colmo de la hipocresía: dejan de dar citas cuando un problema de salud ya no tiene más solución que esperar la muerte, por no haber llegado a tiempo a la cita médica, para la cual ha estado pagando toda la vida a la Seguridad Social. No se puede permitir lo que está sucediendo. Voy a relatar dos experiencias de mi entorno: una es de mi amigo Juan, que en paz descanse; la otra la estoy viviendo yo mismo en carne propia.
A mi amigo Juan Varela, difunto, lo estuvieron mareando durante cinco años. Iba a urgencias cada dos por tres y todo el tratamiento que le aplicaban consistía en darle un calmante, pincharle un antinflamatorio y mandarlo a casita. Cuando profundizaron un poco en la gravedad de su dolencia ya era tarde: tenía metástasis. La “culpa” no es de nadie… pero él está enterrado con solo sesenta y tres años. Los malditos recortes y el maldito dinero son los responsables de que a mi amigo Juan no le quedase otro remedio que aceptar el diagnóstico fatal: ¡no tiene solución! Solo queda una salida: resignarse a morir antes de tiempo…
Mi caso es muy similar al de Juan. Desde hace aproximadamente cuatro años he tenido que ir varias veces a que me asistan en Urgencias, al Hospital. La misma “solución” que a mi amigo Juan: dos pinchazos, uno para calmar el dolor y el otro un antinflamatorio… ¡y a la calle! Por supuesto, discusiones con el especialista de digestivo porque los dolores los tenía yo y los “recortes y más recortes” los tenía él, por trabajar para la Seguridad Social.
Cuando murió mi amigo Juan me decidí a ir a una clínica privada. Ironías de la vida: el doctor que me hizo la gastroscopia era mi especialista en digestivo de la Seguridad Social, con el que tanto discutí. Allí no hubo discusiones porque le iba a pagar. Por cierto, el dinero mejor gastado de toda mi vida… si no para esta fecha ya estaría acompañando a mi amigo Juan en el cementerio, porque hubiera llegado a la cita definitiva en la que me hubiesen dicho que mi caso ya no tenía solución por causa de una metástasis muy avanzada.
¡Pues bien, señores! Tengo un cáncer de esófago y estómago por obra y gracia de malos diagnósticos y gracias a los señores de la política que recetan recortes y más recortes en la Seguridad Social, a la cual continúo cotizando, porque todavía no me he jubilado. Estoy en tratamiento de quimioterapia para reducir el tumor, preparándome a una posible operación y después… ¡Dios dirá! porque es quien tiene la última palabra.
Esta es mi historia y habrá muchísimas más, pues es una triste realidad que sucede en nuestra España, donde los políticos siguen intentando pactos y alianzas para llegar al poder. ¿Podemos hacer algo al respecto? Yo, al menos, me he decidido a contar mi caso. Que Dios les bendiga.