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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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La vida 'privilegiada' de los inmigrantes en Murcia

Jornalera en Los Nietos, en Cartagena (Murcia) / CARLOS TRENOR

Imad Boussif

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“Pedimos mano de obra y nos llegaron personas”. Así se refería el escritor Max Frisch en 1965 a quienes emigraron a Suiza: gentes del sur de Europa -especialmente italianos y españoles- que iban en busca de oportunidades laborales. Una frase perfectamente extrapolable a la situación que se vive hoy en día en España con el problema de la inmigración cuando parte de la sociedad, algunos políticos y personajes públicos pretenden que los inmigrantes vengan única y exclusivamente a trabajar, deseando su desaparición en horas no laborables, difamándolos haciendo creer a la sociedad que, por ejemplo, en Murcia, reciben más ayudas que los españoles.

Estas creencias, alimentadas por los estereotipos, el etnocentrismo y el nacionalismo exacerbado, que señalan al que viene de fuera como causante de los males de un país, denotan simplicidad de pensamiento y deberían ser erradicadas cuanto antes con demostraciones y vivencias que desmientan las calumnias y pongan en evidencia el auge de movimientos xenófobos en un país multicultural por excelencia.

Los inmigrantes no solo no reciben más ayudas que los autóctonos, sino que el no tener la nacionalidad española les priva de muchas oportunidades laborales, sociales, académicas o políticas como el derecho básico al voto. Además, muchos estudios han corroborado que los adolescentes inmigrantes que están sistema educativo murciano tienen peor rendimiento académico que los autóctonos y abandonan la escuela antes, por lo que a los hijos e hijas de inmigrantes les costará salir de la situación de marginalidad que vivieron sus padres. ¿La razón? La baja preparación de la escuela para una educación intercultural, los problemas de integración, la discriminación en clase, la guetización, el bajo poder adquisitivo de las familias y el síndrome de Ulises provocado por el difícil viaje, la lejanía de los seres queridos y la tensión que provoca vivir en la irregularidad.

No hace falta decir que, en situaciones de crisis, a los españoles se les exige, citando a Mariano Rajoy, “apretarse el cinturón”. Pero a los inmigrantes se les exige, además de eso, aprender español, integrarse, asimilar la cultura de acogida y dejar atrás las suya, no salir del país más de lo necesario y trabajar aunque no haya trabajo o no los contraten, ya que si no lo hacen se les puede denegar la renovación de su solicitud de residencia, expulsándolos a posteriori.

Son bien conocidos los casos de los periplos que sufren inmigrantes hasta llegar a España, como el de los padres del futbolista Iñaki Williams, que cruzaron la valla de Melilla. Pero más allá de la notoriedad de algunos casos, es importante recalcar que, una vez en el país, existe una asfixiante ley de extranjería y un racismo institucional que afecta a miles de personas en el anonimato.

Hablo, por ejemplo, de un chico que llegó a España con cuatro años en un barco al puerto de Algeciras, acompañado de su familia, y que creció aquí hasta tener veinte años, su edad actual. Este chico cursó sus estudios de primaria, secundaria y bachillerato, nunca tuvo antecedentes penales y cotizó varios años de trabajo pese a su edad. Su padre se quedó sin trabajo durante la crisis y tuvo que volver a Marruecos para seguir trabajando y mandar dinero con tal de que sus hijos pudiesen continuar estudiando en España y no en su país de origen, donde les sería difícil aprender en árabe, lengua que no dominaban del todo bien. Esta acción le costó al padre la retirada de la residencia legal de España, lo que hizo que no pudiese volver a visitar a sus hijos.

Para acercarse más al padre, el chico, por entonces adolescente, fue a vivir a Ceuta para seguir estudiando y viendo a su progenitor. No obstante, después de dos cursos no podía seguir allí, pues tenía su vida, escuela, familia y amigos en Murcia, por lo que decidió volver. Sin embargo, años después llegó la sorpresa, cuando le quitaron tanto a él como a su hermano la tarjeta de residencia por cuestiones laborales del reagrupante y se encontraron en una situación irregular.

Ahora, dos años después, este joven, que creció en España y es prácticamente español, sigue sin documentación y se encuentra en una situación irregular, situación que demuestra lo cruel que puede llegar a ser el sistema de extranjería no solo en la frontera, sino también en el territorio nacional.

Os preguntareis cómo conozco la historia de este joven y por qué me interesa tanto. Pues porque me indigna que las leyes de extranjería le asfixien, porque me pregunto cómo puede estar él pasando por esto: él que está más integrado que yo, él que habla español mejor que yo, él que considera España su país, él, que es mi hermano pequeño.

Los políticos hacen referencia constantemente a los españoles en las campañas electorales y en ningún momento su discurso se refiere a nosotros. Y es inquietante, porque yo, personalmente, sigo las elecciones con lupa e intento informarme de qué políticas del futuro gobierno nos afectarán y qué partido contribuirá más a construir el modelo de país en el que queremos vivir.

Conviene preguntarse en qué medida cambiarían las cosas para nosotros, los inmigrantes, si pudiésemos votar como cualquier ciudadano de la misma forma que pagamos nuestros impuestos. Ahora, sin que un nuevo gobierno se haya formado y a la espera de unas posibles nuevas elecciones, estamos todos y todas en vilo pensando cómo afectará esto a nuestro destino. ¿Seguirán dándose casos de abusos en la frontera y dentro del país? ¿Seguirán algunos políticos marginándonos y faltando a la verdad? ¿Seguirá mi hermano en situación irregular?

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