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'Así crecen los enanos': un documental denuncia las carencias del sistema español de acogida de menores

Una escena del documental 'Así crecen los enanos'

Diana Oliver

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Natalia tiene 21 años y estudia criminalística. Pasó tres años en un centro de acogida. Jesús tiene 18 años. Estudia y busca empleo a tiempo parcial para poder aportar en su familia de acogida. Jon, de 36, trabaja de lo que le sale. Entró a los 10 años en un centro de acogida y lo que recuerda de la vida con su familia es la carencia material y emocional con la que crecía. Ruth estuvo con dos familias de acogida: primero con una desde que tenía un año hasta los dos años y medio. Después, una segunda familia la adoptó. Tiene 20 años. Lola tiene una hija que pasó tres años en un centro por comportamientos violentos. Todas estas voces forman parte del documental 'Así crecen los enanos', un trabajo que pone el foco en los niños y niñas que crecen institucionalizados en centros residenciales y en la necesidad de fomentar otras vías de ayuda como la de las familias de acogida.

El proyecto, que ha tardado 14 años en salir adelante por la ausencia de apoyo y colaboración por parte de las instituciones y que se estrenó en Filmin, lo dirige Raúl Serrano, que pasó 14 años en un centro de acogida por la violencia doméstica y la desatención que sufría y que también aporta su testimonio en la cinta. “Los niños y niñas de centros están muy olvidados. Crecen muy solos, sin figuras de referencia, sin amores incondicionales, sin sentir que pertenecen a algún lugar. Estos niños necesitan que se mejore este sistema”, explica Serrano.

En 2020 había 35.883 niños, niñas y adolescentes atendidos por medidas de protección, 16.991 de ellos en acogimiento residencial, según datos aportados por María Araúz de Robles, presidenta de la Asociación Estatal de Acogimiento Familiar (ASEAF). El número de menores de edad que viven en centros se ha incrementado un 7% desde 2015, y esa es la vía que sigue siendo la puerta de acceso mayoritaria al sistema de protección, algo muy criticado por las asociaciones de familias de acogida y por las expertas en materia de infancia. Dice Raúl Serrano que entiende que la figura de la institución puede ser necesaria en algunos casos, pero no debe ser la norma.

También critica la dejadez institucional. “Cuando la institución se olvida de la función para la que está hecha y no facilita las herramientas a las personas que la forman para hacer su trabajo lo mejor posible, al final lo que queda es una institución deforme que no cumple su función. Esto se ve en la precariedad de los educadores, en la visión social de estos niños y niñas, en lo cerradas que están las instituciones a cambiar, en cómo no se adapta el sistema educativo a sus necesidades…”. Otra de las críticas de Serrano al sistema de protección es el abandono que sufren las familias biológicas y los propios niños, algunos muy dañados, que casi siempre crecen en sistemas rígidos, donde o se adaptan a la norma, o pagan por ello.

“Yo perdí el contacto con mi familia biológica. Al crecer en una institución y sólo ver a mi familia los fines de semana y las fiestas, y hacerlo en un entorno muy complejo, terminé por perder el afecto y la relación con ellos. No quería verles. Y eché de menos una explicación y un acompañamiento: no hubo ningún soporte por parte de los servicios sociales para mejorar la situación, para sostener esto. También eché de menos que se me contara claramente lo que estaba pasando y lo que suponía”, cuenta el director del documental.

ASEAF denuncia también que no se cumplen los plazos máximos en acogimiento residencial y que no se revisan los expedientes con los tiempos marcados por la ley. De hecho, el 33% de las altas se dan por mayoría de edad, un momento terrorífico. “Estás solo, no has tenido lazos, no has tenido vínculos que te aten a la sociedad. Los destinos de los niños de centros son distintos también porque a los 18 años salen y tienen que trabajar, dedicarse a un oficio. Y luego está la cuestión del analfabetismo emocional porque no sabes las dinámicas de cómo funcionan los afectos. La gran mayoría de chavales no saben lo que es ayudar y sentirte ayudado, se tienen que buscar la vida solos”, declara Raúl Serrano.

Exiliados y sin patria a la que volver

La familia como institución puede ser un entorno de opresión, incluso de violencias y de perpetuación del sistema patriarcal, pero también puede ser el primer contacto con el amor y los cuidados. La familia es un regulador emocional y la verdadera patria en una sociedad cada vez más individualista. Es ese lugar al que pertenecer. Raúl Serrano habla de la figura del exiliado creado desde el interior de los centros de acogida. “A los niños y niñas se les lleva a un lugar en el que están desarraigados de su lenguaje, de sus vínculos, de sus entornos, de sus vidas. Es paradójico que las instituciones que buscan apartarles de una situación peligrosa acaban creando exiliados. Esta figura define muy bien lo que puede ser una institución en la gran mayoría de los casos si no tiene unos buenos proyectos, recursos y formación para acompañar a los niños y niñas”, señala.

El director de 'Así crecen los enanos' sintió durante su infancia y adolescencia que “no pertenecía ningún lugar”, que nadie le quería de forma incondicional. “Los individuos necesitamos valores, conocer un lenguaje y ocupar un lugar en el mundo, y yo no encontré esto en los centros”, lamenta y considera que hay una enorme diferencia entre cuidar y criar. “El cuidado es lo que un educador o una educadora puede hacer con buenas herramientas. La crianza es otra cosa: criar es, desde el amor incondicional, ofrecer valores y un lugar al que pertenecer a un individuo hasta el final de los días. Esto no se da en un centro. Por eso hay que favorecer el acogimiento familiar, porque los chavales necesitan tener la experiencia de pertenecer a un lugar y de que haya un adulto que les quiera”.

A la falta de dedicación de recursos públicos a la medida de acogimiento familiar se une un escaso fomento de la cultura del acogimiento. Para Raúl Serrano es inconcebible que no se promueva una medida así en un país “considerado tan generoso” como España. Además, cree que en esta deriva social marcada por la dificultad de combinar lo laboral y lo familiar, la gente debe saber que la opción de acoger a un niño está ahí. “Las personas pueden hacer el acto más generoso posible convirtiéndose en referentes de una criatura”, concluye.

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