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El folio en blanco del PNV (¿Será el de Josu Jon Imaz?)

Aitor Guenaga

“Yo soy de pueblo ferroviario (Zumarraga) y estoy acostumbrado a ver pasar los trenes. Y la sociedad terminará alcanzando un camino de solución sobre la violencia y la normalización. Por eso no creo que sea el último tren. Tenemos que coger éste, pero si no sucede así, habrá un tranvía por la mañana para que alguien lo coja”. Quien hablaba así en abril de 2005, en una entrevista concedida a El Correo, es uno de los pocos políticos que en estos años se ha adelantado a su tiempo, lo que le costó tener que dar un paso atrás porque las costuras de su partido, el PNV, empezaban a saltar a un ritmo tan vertiginoso como endiablado. La audacia de Josu Jon Imaz, entonces presidente del PNV más soberanista que hemos visto en las últimas décadas, se trasladó también un año después a las conversaciones de Loiola entre la izquierda abertzale que nunca ha condenado a ETA, los socialistas de Jesús Eguiguren y Rodolo Ares y un PNV entonces encadenado al derecho a decidir y al 'plan Ibarretxe' en aquel otoño-invierno de 2006. Unas conversaciones que rompían el axioma de “primero la paz y luego la política” y que a la postre servirían para demostrar que con una organización terrorista nunca es posible solventar por la puerta de atrás cuestiones que no hayan sido previamente admitidas y de manera unilateral por los propios terroristas, esto es, el adiós a las armas.

Imaz había llegado a la dirección del PNV un año antes (enero de 2004), por muy pocos votos -gracias al resultado en Navarra- y tras haber vencido al candidato que pretendía suceder al entonces todopoderoso y hoy desaparecido de la política vasca Xabier Arzalluz. Los que conocen en profundidad aquellas conversaciones -entre ellos el actual lehendakari, Íñigo Urkullu, que tiene folios y folios de apuntes de todas las reuniones en el santuario de Loiola- destacan, entre otras muchas cosas, cómo la firmeza de Imaz frente a los planteamientos de Batasuna -y luego de ETA- fue clave para evitar el desbordamiento legal e institucional. Imaz fue el mejor aliado de los socialistas para buscar una solución que no arrumbara de un plumazo el marco institucional que nació del Estatuto de Gernika, al tiempo que se buscaba un encaje a la territorialidad exigida por Arnaldo Otegi y Rufi Etxeberria. Un diálogo que como Imaz describió a posteriori “nos obliga a todos a movernos en el alambre de la heterodoxia”.

Y cuando los de Otegi elevaron el pistón -sin duda por la intervención de los que entonces todavía mandaban y hacían y deshacían en ese mundo- y pusieron patas arriba las negociaciones y los papeles acordados, Imaz dejó una frase para la historia: “Ni como abertzales ni como demócratas podemos aceptarlo”. Imaz y Eguiguren pusieron pie en pared frente a Batasuna, Otegi prefirió “hundirse con los suyos que discrepar de ellos”, como le confesó Eguiguren a la periodista Maria Antonia Iglesias (en su libro 'Memorias de Euskadi') y Thierry y compañía se encargarían semanas después de reventar el proceso en la T-4.

El hijo de pueblo ferroviario no pudo resistir las tensiones internas y las pulsiones soberanistas y reventó las sobremesas de todos los partidos al difundir el 12 de septiembre de 2007 el comunicado en el que anunciaba su renuncia a seguir dando la batalla frente a la hoja de ruta soberanista que compartían el entonces lehendakari Ibarretxe y Egibar, pero en el que él no creía y veía como una “ensoñación”. Pero cuando llegó a la presidencia de la Ejecutiva del PNV en enero de 2004, Imaz acuñó una idea que vuelve ahora con fuerza de la mano de quien ahora ocupa ese puesto en la direcciónn peneuvista Andoni Ortuzar: la del folio en blanco. Es verdad que Imaz, entonces, todavía lo acompañaba del 'plan Ibarretxe' en la otra mano. Pero tenía claro que no se podía reeditar ni los acuerdos de Ajuria Enea -que dejó fuera a HB-, ni los pactos de Lizarra-Garazi -que excluyeron a las fuerzas constitucionalistas-. El folio en blanco de Imaz era para apuntar las propuestas del adversario político.

Ahora, todo ha cambiado. O casi todo. Tras reunirse con el PSE la semana pasada, Ortuzar ha sacado de nuevo el concepto del folio en blanco. Entre otras cosas para frenar las exigencias -previas a la reunión con la coalición soberanista- marcadas por EH Bildu, que han situado el listón de salida para el “nuevo estatus político” que impulsan PNV y el lehendakari en el derecho a decidir recogido en el preámbulo del 'plan Ibarretxe' y en los 'acuerdos' de Loiola.

“No nos va a ir bien así. Da la sensación de que unos y otros quieren condicionar de partida el proceso, pero lo abordamos de verdad con un folio en blanco, con espíritu constructivo, con dialogo y máximo consenso posible”, resumió ante los micrófonos de la Cadena Ser el líder peneuvista. Los socialistas creen que el PNV no tiene prisa. En esta primera fase, está más en la metodología y en no asustar al contrario con apriorismos. Previsiblemente, los peneuvistas acabarán el año con una proposición en el Parlamento vasco para que se constituya una ponencia -en el siguiente periodo de sesiones- para empezar a debatir sobre el “nuevo estatus” político, algo que los socialistas no van impedir, pese a que repiten que no es su “prioridad”. El PP también ha confirmado que participará en el foro parlamentario, pero no para apuntalar “aventuras independentistas o rupturistas”. El PNV, sin prisas, mirando de reojo a EH Bildu-Sortu, a lo que pase en Escocia y en Cataluña -que ya tiene fecha para su consulta, el domingo 9 de noviembre de 2014-, pero con el horizonte de una consulta al final de un proceso que, a día de hoy, Ortuzar describe desde la transversalidad.

A partir de febrero comenzarán los trabajos de esa ponencia, pero 2014 será un año de transición en lo que al nuevo estatus se refiere. Una año para que los equipos que cada partido ya tiene perfilados para abordar el tema trabajen en la sombra.

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