El desinterés español
Durante años, una de las personas más activas e interesadas en los derechos humanos en Cuba en Bruselas fue un eurodiputado checo. Edvard Kozusnik, que se hizo famoso por viajar de Praga a Estrasburgo en bicicleta para su primera sesión en 2009, organizaba charlas, entrevistaba a disidentes y reunía a periodistas europeos para hablar del asunto. Casi nunca había eurodiputados españoles en aquellas reuniones.
No le importaban las peleas entre partidos españoles y allí sólo se hablaba de Cuba, los cubanos y qué estaba haciendo la UE. Su visión era conservadora, pero no parecía tener interés en arrear a algún colega checo con el tema.
Sin duda también había y hay eurodiputados españoles genuinamente interesados en el respeto de los derechos humanos en lugares donde España tiene alguna capacidad de influencia. Pero lo más habitual es que Cuba fuera y sea una excusa más de reproches entre partidos con debates baldíos de poco impacto para la isla y sus habitantes.
En los cuatro últimos años, lo que tienen en común las posiciones de España, la UE e incluso Estados Unidos es, de hecho, el poco efecto en la vida de los cubanos y en el avance hacia la democracia.
Lo más parecido a algo fue el cambio de política de Barack Obama para aligerar el embargo y aumentar la comunicación entre Estados Unidos y Cuba. Philip Brenner, uno de los mayores expertos en las relaciones entre los dos países, cree que eso sí tuvo impacto y se tradujo en algunos pasos, aunque tímidos, en Cuba hacia la democracia y la apertura económica. El detalle de hasta qué punto esto funciona es el tipo de debate productivo y serio para los interesados en la cuestión que tan poco se escucha, en cambio, en España.
Sin duda, es descorazonador ver a los líderes políticos enzarzados en la definición del régimen cubano mientras la mayoría muestra poco interés en una isla con lazos de inmigración, historia y lengua con España. Parece que esto no existe y sólo cuenta la voz de las grandes empresas que tienen hoteles y otros negocios en Cuba.
Quienes observan sorprendidos el debate a estas alturas son quienes sufren la falta de libertades básicas -la de verdad, no la que se traduce en quedarse en casa viendo series mientras los sanitarios se juegan la vida por salvar la de los demás-. Es el caso de Carlos Manuel Álvarez, periodista y escritor cubano, un joven que no puede estar más lejos de la caricatura fácil y cada vez más falsa del cubano mayor y rico de Miami. Carlos Manuel le decía a Javier Biosca en esta interesante entrevista: “La izquierda tiene que hacer una revisión de su altar sentimental y actualizarlo para proponer verdaderamente una posibilidad de futuro”.
Cuesta entender cómo la falta de libertades, la persecución de homosexuales, las detenciones arbitrarias, la ausencia de elecciones o el corte de comunicaciones pueden estar en ningún altar.
Pero más allá de las frases rimbombantes que tanto gustan a políticos y tertulianos parece que el debate en España es baldío.
El limitado interés de cualquier gobierno español por los asuntos internacionales y más si suponen impulsar un cambio o una molestia para empresas constructoras, hoteleras o telefónicas hace dudar de que España vaya a tener influencia ahora o en el futuro en una transición democrática en Cuba. Tampoco hay especial interés por los migrantes cubanos que llegan ahora por rutas peligrosas.
Edvard hace tiempo que no es eurodiputado y seguro que hay algún otro apasionado por Cuba por motivos que trascienden la pelea partidista nacional. Pero me pregunto si alguno es español.
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