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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Señor Casado, ¿y ahora qué?

Pablo Casado y Santiago Abascal durante la moción de censura

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A la extrema derecha se la combate desde la izquierda, el centro o la derecha. No se le da oxígeno ni tribunas porque las encuentra ella solita, sea vía Whatsapp, Facebook o pseudomedios que hacen de todo menos informar. Es la escuela Bolsonaro o Trump, donde los periodistas rigurosos cada vez son menos referentes para muchos votantes a los que les da igual la verdad porque solo creen en su verdad.

A la extrema derecha se le cierra la puerta en las instituciones y desde la izquierda, el centro o la derecha se debe evitar que sus políticas racistas, machistas y homófobas se traduzcan en leyes y presupuestos. Del mismo modo que no hay que caer en las trampas que partidos como Vox instalan en el debate público a partir de falsear datos.  

A la extrema derecha se la frena desmontando campañas orquestadas o informaciones tergiversadas sobre avalanchas de migrantes que son falsas, tan falsas como decir que muchos de ellos reciben ayudas por el hecho de ser migrantes cuando lo cierto es que son beneficiarios de las mismas prestaciones que obtienen el resto de ciudadanos que están en condiciones económicas igual de malas. Las mentiras se combaten con la verdad, en las tribunas de los parlamentos o en los informativos matinales de la televisión.

El PP y Ciudadanos no supieron o no quisieron parar a la extrema derecha, como no lo hicieron aquellos medios que todavía hoy presentan al partido de Santiago Abascal simplemente como una fuerza conservadora sin tener en cuenta que su ideario, empezando por su blanqueamiento del franquismo y acabando por sus ataques a los derechos de las mujeres, es deleznable. Pablo Casado e Inés Arrimadas no solo no miraron hacia otro lado sino que plasmaron su afinidad en fotos, le dieron entrada en las instituciones y si la ultraderecha no están en más es porque los españoles lo han evitado con su voto. Por si alguien lo ha olvidado, recuerden que el líder del PP llegó a prometer que si ganaba ofrecería a la ultraderecha estar en el Consejo de Ministros.

Arrimadas se dio cuenta antes (el desastre electoral ayudó) y ahora ha sido Casado, por convicción o por estrategia, quien ha entendido que se había equivocado y que si quiere sobrevivir tiene que desmarcarse de la extrema derecha. Una parte del mal ya está hecho y existen pruebas suficientes para comprobar cómo el discurso de la ultraderecha ha calado en los gobiernos en los que tiene capacidad de influencia. Sirva de ejemplo que la Junta de Andalucía ha reducido en 600.000 euros la cuantía para “las asociaciones relacionadas con la promoción e inserción de personas inmigrantes” o que evita hablar de violencia machista e insiste en el concepto que tanto gusta a Vox: “violencia intrafamiliar”. Pero aun así hay que felicitarse de que el líder del PP intente centrar el partido. Su 'no' a Abascal en la moción de censura pero, sobre todo, los argumentos que esgrimió en el debate, rechazando el antieuropeísmo o las referencias ridículas a China, son una buena base para reconducir la estrategia del PP. 

Para ser la derecha civilizada que los españoles se merecen lo primero es no comportarse en los hemiciclos como lo hizo hace solo unos días la senadora popular María Adelaida Pedrosa faltando al respeto a la ministra Irene Montero. O no seguir paralizando la renovación de los órganos judiciales pese a que el Consejo General del Poder Judicial lleva más de dos años caducados. Pedro Sánchez ha decidido aparcar su reforma (una muy mala propuesta para forzar el desbloqueo como se encargaron de recordarle desde Bruselas), y ahora está en manos del PP sentarse a negociar de nuevo y alcanzar un acuerdo.

Si los discursos todavía se demuestran con acciones, Casado hará bien en mirar qué están haciendo en los países vecinos para presentarse ante las autoridades europeas con una única voz para asegurarse que lleguen los fondos que se necesitan para hacer frente a la crisis. La gestión del Gobierno merece el escrutinio que reclaman los expertos y el examen político que toda oposición debe ejercer. También durante una pandemia, aunque los tiempos y las formas no pueden sustraerse de la excepcionalidad en la que está instalado el país. De ahí que el papel del líder de la oposición sea fundamental en estos momentos de desconcierto general. El titular no es que Casado haya votado los mismo que Podemos, ERC y Bildu. Lo noticiable es que se ha plantado ante el fascismo de Vox.

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