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Mar Menor: “Fin de la cita”

Sacar a flote al agonizante Mar Menor... ¿un reto aún posible?

Teresa Ribera / Teresa Ribera

Ministra para la Transición Ecológica —

Como en la fábula de la rana metida en una olla al fuego. Contenta en el agua fresquita primero, a gusto cuando está tibia, adormecida según va calentándose y muerta al empezar a hervir. Y de repente, las fotos que fecha a fecha muestran la realidad. ¿Quién te ha visto y quién te ve? ¿Cómo y por qué tanto tiempo adormecidos?

Como en el caso de la rana, salvar el Mar Menor del colapso exige más que buenas palabras o intervenciones puntuales. Obliga a un replanteamiento serio del modelo de desarrollo en la comarca. Si hay una lección clara es que no es posible obviar los límites ecosistémicos, ni mirar para otro lado. No hay desarrollo ni prosperidad si aniquilamos el capital físico sobre el que se asientan, y el problema no se resuelve despreciando a los mensajeros que tantas veces y durante tantos años lanzaron advertencias y recomendaciones.

El debate sobre la supuesta incompatibilidad entre economía y protección del medio ambiente terminó hace años. Terminó, pero algunos no lo entendieron. En algunas ocasiones no se ha comprendido que a veces se trata de una cuestión de matiz, de ponderar equilibrios complejos… Y en otras se aprecia un desconocimiento o una voluntad clara de ignorar los riesgos y daños a medio y largo plazo. Pero eso no cambia las leyes de la física y la química, que acaban imponiéndose como una pesada carga para nosotros y nuestros hijos. En el Mar Menor, asistimos a un ejemplo de libro de lo que acabo de citar. La acumulación de presiones sobre un ecosistema frágil ignorando las consecuencias que, antes o después, se materializan. Hasta cuando la laguna ha mandado avisos serios –como hace dos años– se optó por negar la evidencia.

La situación actual del Mar Menor es enormemente preocupante. Además del desastre ambiental, vemos a los pescadores sin poder faenar y a un sector turístico comprensiblemente inquieto por su futuro. Desde el Gobierno de España y, en concreto, desde el Ministerio para la Transición Ecológica, debemos reforzar nuestra capacidad de actuación. Esto significa hacer un esfuerzo adicional por velar por el cumplimiento de la normativa de aguas y costas, fortaleciendo nuestros recursos y equipos en materia de vigilancia, inspección y sanción de las ilegalidades que puedan existir sobre el terreno, y activar las herramientas de seguimiento satelital, información pública y debate informado sobre opciones, buscando una progresiva disminución de la carga que soporta el Mar Menor. Debemos aplicar fórmulas que permitan disminuir drásticamente las aportaciones de aguas contaminadas y plantear un estricto deslinde del dominio público hidráulico y marítimo terrestres, añadiendo un recordatorio estricto de las limitaciones de uso en las zonas adyacentes. Necesitamos darle una oportunidad de regeneración a la laguna y al acuífero. Tenemos que aplicar con escrupuloso rigor y celeridad las normas, sin aceptar el desánimo que a veces nos produce la incomprensión o el recelo de los afectados frente a la actuación ambiental.

Como suele ser habitual, el mal estado de las masas de agua tiene su origen, esencialmente, en tierra, así que conviene repasar el potencial listado de causas y las medidas más eficaces para responder. Ley de Aguas y Ley de Costas, acompañadas de decisiones basadas en el mejor conocimiento de la ciencia –incluidos organismos señeros como el Instituto Español de Oceanografía, el CSIC, el IGME o el CEDEX– son nuestra referencia inicial. Y debemos ser además valientes a la hora de suscitar preguntas complejas: ¿Cabe todo lo que hay o debemos “esponjar” el territorio, hoy ocupado por actividad agrícola o construcciones, con humedales artificiales y filtros verdes? ¿Se limita el uso de fertilizantes nitrogenados? ¿Ha de reforzarse la inversión en depuración y saneamiento?

Pero nada de esto funcionará si no hay un debate y una reacción serios a nivel local: una sociedad que reclame un cambio en el orden de prioridades y unas instituciones locales comprometidas con un modelo de desarrollo distinto. Ha implosionado la laguna pero, sobre todo, ha implosionado un modelo de desarrollo económico insostenible, basado en una falacia –la de creer que la naturaleza tiene capacidad infinita de carga– defendida con ahínco y un agresivo despliegue de medios para convertir en hereje a quien cuestionara el modelo.

Nadie culpa de la DANA al secretario general del PP, señor García Egea, pero cuidado con las citas de la hemeroteca porque ahí sí hay una gran capacidad documental para entender cómo la rana pasó del agua fresquita a la cocción. ¿Quién paga ahora? Todos, así que lo mejor es ponernos manos a la obra para hacer del problema una gran oportunidad de aprendizaje y reorientación, para convertir la regeneración del Mar Menor en otro ejemplo de libro, en el ejemplo de futuro y prosperidad sostenibles que nos reclaman los ciudadanos.

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