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El agua de la naturaleza

José Luis Gallego

La percepción social del agua como simple producto de consumo puede estar detrás del uso insostenible y a menudo irresponsable que muchos hacen de este patrimonio de la naturaleza, el más valioso del planeta.

Porque antes que un bien inmueble con el que se puede negociar o especular, antes que la base necesaria para el desarrollo industrial, el agua es sobre todo el recurso imprescindible para el mantenimiento de los ecosistemas y la salvaguarda de la biodiversidad que acogen. De ahí que, además de reconocer el acceso al agua potable y al saneamiento como un derecho humano esencial para la vida (como estableció la Asamblea General de la ONU en 2010) sea  necesario reclamar el derecho de la naturaleza al agua.

Un derecho que la propia Directiva Marco del Agua, el documento base de la política comunitaria y del que deriva la legislación de cada estado miembro, no solo reconoce, sino que antepone a cualquier otro cuando en su primer artículo normativo, el que establece ni más ni menos que el objeto de la Directiva, dice: “El objeto de la presente Directiva es establecer un marco para la protección de las aguas superficiales continentales, las aguas de transición, costeras y subterráneas que las prevenga todo deterioro, así como proteja y mejore el estado de los ecosistemas acuáticos y, con respecto a sus necesidades de agua, el de los ecosistemas terrestres y humedales directamente dependientes de los ecosistemas acuáticos”. Más claro agua: el primer derecho al agua que cabe garantizar es el de la naturaleza.

Es posible que la lectura de éste artículo coja a muchos en el campo, en pleno disfrute de las vacaciones de Semana Santa. Bien. Porque en ese caso bastará con echar una mirada ahí fuera para confirmar hasta qué punto es oportuno abrir un debate sobre el agua de la naturaleza.

Los ecólogos insisten en resaltar la condición de recurso limitado del agua para señalar que antes de planificar su gestión y determinar la cantidad para cada uso (industrial, agrícola y urbano) es necesario establecer el caudal ecológico o ambiental de los ríos, es decir el agua que hay que dejar en ellos para el sostenimiento no solo de los ecosistemas acuáticos sino del conjunto de la naturaleza. El problema es que nuestros políticos, todos, no prestan el menor interés a ese servicio fundamental del agua.

Con el inicio del nuevo período electoral durante los próximos meses vamos a asistir al posicionamiento de las diferentes formaciones políticas respecto a los temas de funcionamiento del país: economía, trabajo, sanidad, energía, transporte, educación… del agua se acordarán pocos, ya se lo avanzo, y los pocos que lo hagan será para marcar perfil social. El agua es un tema de escaso interés para los políticos, excepto cuando pueden usarla para enarbolar la bandera de la justicia social y presentarse ante la opinión pública como defensores de una nueva política del agua (les encanta esa expresión) que garantice el agua para todos a través de un acceso garantizado y de calidad, de su titularidad pública y de entender el acceso al agua como derecho humano antes que como servicio mercantil.

Defender ese enfoque de la gestión del agua es oportuno, una demostración de coherencia y de compromiso social que muchos venimos reclamando en los políticos desde hace años. Pero es que ése discurso está asumido desde la declaración universal del acceso al agua como derecho humano por parte de la ONU en 2010. Por eso además de oportuno puede que también sea oportunista.

Sin embargo de caudales ambientales o ecológicos no habla nadie. El agua del río, que es el agua de la naturaleza, sigue sin tener partido político que la defienda. Revertir la demanda para rehidratar la naturaleza y recuperar nuestros humedales y espacios fluviales, avanzar de una vez por todas hacia un uso sostenible del agua de riego (el 75% del agua que se consume en España es para regar y el 60% de ese agua se pierde y no llega a los campos) multiplicar la inversión en estaciones depuradoras para hacer posible un uso circular del agua y dejarle un poco más a los ríos y los acuíferos…

No busquen nada de eso en ningún programa electoral. Los políticos no sienten pasión por el agua, no la aman, para ellos solo es una herramienta con la que marcar un determinado perfil. El agua de la naturaleza no interesa a los partidos. Acaso sea porque el martín pescador, la trucha, el ánade real o la nutria no votan.

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