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La amnistía, de problema a solución

Archivo - El expresidente de la Generalitat de Cataluña Carles Puigdemont durante un acto del Consell de la República en Perpiñán (Francia)

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Las reuniones, el mediador, la negociación, las cesiones, la tramitación, los diferentes redactados, la interpretación de los jueces…. Todo era un problema y, de repente… La solución. La amnistía se ha convertido para el Gobierno en una especie de salvavidas, no solo para que la legislatura no descarrile, sino también para que el PSOE recupere oxígeno tras el escandaloso 'caso Koldo', que está por ver si se convierte en el caso Ábalos mientras el PP se refiere ya al caso Sánchez.

Enojan el robo, el cohecho, las mordidas, la estafa y el despilfarro, pero mucho más que todo ocurriera en medio de un drama nacional como la pandemia. Con mil muertos diarios, los hospitales colapsados y los españoles confinados en sus casas porque no había material sanitario con el que protegerlos. Imaginar solo un segundo la cantidad de golfos con los que tuvieron que tratar los responsables de las administraciones públicas provoca tanta repugnancia como el hecho de que hubiera asesores, hermanos o primos de dirigentes políticos que se lucrasen de ello. Y siempre el mismo patrón: negar los hechos, devolver la acusación al adversario y poner en marcha el ventilador para crear confusión y mezclarlo todo. 

El caso es que andaba el Gobierno noqueado con este putrefacto asunto, pese a la inmediata respuesta de expulsar al ex ministro Ábalos de sus filas y de proponer una comisión de investigación en el Congreso, que se echó encima marzo y con él, una semana política decisiva para la aprobación o no de la ley de amnistía. PSOE y Junts negocian a contrarreloj para que haya acuerdo antes del próximo jueves, que expira el plazo para que salga el redactado definitivo de la Comisión de Justicia del Congreso. Y las optimistas señales emitidas en la tarde del domingo desde La Moncloa, precedidas por una intervención de Puigdemont que hablaba de una “nueva etapa” para cambiar “el chip de la resistencia” por uno “más constructivo”, fueron traducidas de inmediato en un inminente acuerdo. Así será, aunque no tan deprisa. Los negociadores sostienen que está todo por cerrar, que ojalá fuera hoy mismo, pero que hay en ello más deseo que realidad. Afán por cerrar un asunto que divide a los españoles, afán por acabar esta página y empezar a escribir la de los Presupuestos Generales del Estado y afán, por encima de todo, de que el 'caso Koldo' pase a un segundo plano, aunque el sumario ya es una fuente inagotable de suculentos titulares 

Si es cierto, como apuntan, que la norma tendrá algunas modificaciones técnicas respecto al último texto pero no afecta a cuestiones nucleares, significa que Puigdemont habría asumido que no hay garantía al 100% que impida una exótica interpretación de los jueces y también que su caso, tras la causa del Supremo por terrorismo, no estará incluido en el olvido penal. Y ese es un argumento para el Gobierno con el que defenderse de la hiperventilada oposición y de su argumento de que Sánchez cedería a todo, que la amnistía es una ley hecha a medida del ex molt honorable y que, al final, pierde la posición maximalista del todo o nada del independentismo.

Todo país necesita superar las páginas más traumáticas de su historia. El procés para España fue una de ellas y la amnistía es un instrumento para ello tanto social como política e institucionalmente, pese a que haya quien, como antaño con ETA, contra Catalunya y el independentismo hoy viva mejor en busca de rédito político. 

Cuestión distinta es que la aprobación de la ley vaya a acabar de un plumazo con los problemas del Gobierno y su exigua mayoría o arreglar el horizonte penal de todos los implicados en el 1-0 porque el siguiente paso será afrontar el más que seguro choque de legitimidades entre lo que propone el poder legislativo y lo que disponga, finalmente, el poder judicial

De momento, eso sí, los socialistas, aunque sea por unos días, habrán logrado que el foco político salga del 'caso Koldo' y todas sus derivadas. Y Puigdemont tendrá que explicar el porqué de su repentina asunción de la compleja realidad judicial. Por eso y para compensar y acallar a los suyos, ya ha prendido de nuevo la mecha de la unilateralidad.

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