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El cinismo de M. Rajoy

Mariano Rajoy junto al entonces ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, en 2016

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¿Se acuerda qué estaba haciendo usted el 4 de febrero del 2013? Es más que probable que no. Lo que sí es posible que recuerde es la frase que pronunció Mariano Rajoy ese día durante una comparecencia en Berlín cuando se le preguntó por los escándalos de corrupción de su partido. “Todo lo que se refiere a mí y a mis compañeros de partido no es cierto salvo alguna cosa que han publicado los medios”, contestó al ser preguntado por los apuntes contables que aparecían en los papeles de Bárcenas. 

Un año después, el 28 de octubre del 2014, durante una intervención en el Senado aseguró que compartía el hartazgo lógico de los ciudadanos por la acumulación de escándalos. “No sólo comprendo el enfado perfectamente justificado de los ciudadanos, sino que comparto su indignación y su hartazgo. Estas conductas resultan particularmente hirientes cuando los españoles han tenido que afrontar tantos sacrificios y hacer tantos esfuerzos para sacar a nuestro país de la crisis”. Además, en un ejercicio que si no es de cinismo se le parece mucho prometió hacer limpieza: “Pido a todos que confíen en ese Estado de Derecho y que estén seguros de que nuestro compromiso con la limpieza de la vida pública es total”.

Rajoy, el que en mayo del 2011 le escribió a la mujer de Bárcenas que estaría “ahí, siempre”, el que en enero de 2013 dijo que no recordaba cuándo había sido la última vez que había hablado con el extesorero cuando en realidad hacía una semana que le había enviado el SMS más famoso de la última década, aquel “Luis. Lo entiendo. Sé fuerte”, el que cuando se le preguntó por este mensaje en la Audiencia Nacional contestó que podría haber utilizado “esta frase o cualquier otra”, es el mismo que según un informe policial de Asuntos Internos, adelantado por elDiario.es, sabía que existía un operativo parapolicial para espiar a Bárcenas. 

Los investigadores del caso Kitchen llegan a esa conclusión después de analizar las grabaciones incautadas al excomisario Villarejo tras su detención. Ahí es donde se puede escuchar cómo se afirma que “el Asturiano” (apodo que utilizaban para referirse al entonces presidente) tenía “conocimiento” de la operación destinada a espiar a Bárcenas. Un exministro del PP no identificado y citado en una crónica publicada este miércoles por La Razón, el diario en el que colabora Jorge Fernández Díaz, afirmaba algo que hasta ahora nadie se había atrevido a decir en ese partido: “Las decisiones no se tomaban ni siquiera en el Ministerio del Interior, se tomaban en el Palacio de la Moncloa. Otra cosa es lo que se pueda probar penalmente”. Fin de la cita.

Rajoy reconoce en sus memorias que la corrupción en el PP ha sido “el talón de Aquiles” del partido y de hecho durante la moción de censura se planteó dimitir. “Hemos pagado un altísimo precio por los escándalos que nos persiguieron durante nuestro mandato aunque la mayoría arrancaban en épocas bastante lejanas en el tiempo” escribe en el libro 'Una España mejor'. Es cierto que el partido perdió el poder, y eso es siempre un alto precio para cualquier formación, pero él había logrado, al menos hasta ahora, que las pesquisas judiciales le salpicasen lo justo. Seguramente porque gracias a los fondos reservados que se destinaron a tapar la corrupción del partido, un hecho de una gravedad evidente, se logró sabotear las investigaciones en curso. Al menos durante un tiempo. 

“Yo lo siento mucho, pero las cosas son como son y no como a uno le gustaría que fueran”, afirmó el expresidente hace tres años en su declaración ante la Audiencia Nacional. Las cosas son como son, pero son así porque alguien decidió que todo valía para intentar acabar con el independentismo o para atacar a Podemos. Crear informes con cuentas bancarias falsas atribuidas a dirigentes secesionistas o sobre una financiación de Irán al partido de Pablo Iglesias que nunca existió. Alguien fue también quien decidió que la cloaca serviría no solo para atacar a los adversarios políticos sino que permitiría cerrar la caja b del partido sin que nadie se enterase. Y como siempre, con dinero de todos.

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