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Cuestionamiento y nueva argumentación de esta España

Suso de Toro

El día de Nochebuena, mientras el nuevo rey se presentaba solemne a sus súbditos a través de las cadenas de televisión de alcance estatal, un cometa cruzó el cielo. ¿Era una señal, el anuncio de una epifanía? ¿Un Mesías que sacaría al atribulado pueblo español de su postración? Estoy seguro de que hay quien creerá que sí, pues es tan fácil y tan bonito creer en cosas así que le entran ganas a uno, pero me parece que no.

El rey Felipe no anunció nada que no hubiese enunciado su padre el año antes y sus palabras no tienen efectos mágicos. Aunque el Gobierno, con la colaboración de las grandes empresas de comunicación, repita su gran mentira el año próximo no saldremos de la crisis, porque es una crisis del modelo económico español y porque Alemania lo impide para proteger sus intereses. Y tampoco un rey joven, bueno, suficientemente preparado y que habla idiomas puede evitar la crisis del sistema político español, no es cierto que exista el elixir que transforme a los “zombis” en seres vivos nuevamente. Hay que aceptar morir y hay que saber parir y nacer.

Lo que sí veremos a lo largo del año próximo es la evolución de dos procesos políticos que están en marcha y que, siendo democráticos los dos, son contradictorios.

El proceso político catalán continuará a lo largo del año y, sobre todo, después de las elecciones municipales obligará a que concreten reformas políticas que van mucho más allá de “reformar la Constitución”. Quienes no quisieron aceptar hace cuatro años en el “estatut” que los catalanes se consideraban a sí mismos una nación van a tener que negociar con una emergente nación catalana cotas de soberanía. Falta una crónica de lo que ocurrió en el año 2010 entre los días en que un magistrado, Manuel Aragón, se suma a los magistrados que querían tumbar el estatuto catalán y se fuma un puro con ellos en la plaza de toros sevillana. Dos meses después el Tribunal Constitucional hace público su fallo. Ése es un día histórico no sólo para los catalanes, pues en ese momento una parte importante de la ciudadanía española juzgó finalmente que este estado existente no era su estado.

Al día siguiente un millón de catalanes sale a las calles a protestar contra esa sentencia tras el lema “Som una nació. Nosaltres decidim”. La presidenta de la organización cívica convocante declara “no hay tribunal que nos tumbe”. Al día siguiente salen a las calles madrileñas cientos de miles de aficionados y entusiastas a recibir a la selección nacional de fútbol que volvía con la copa del Mundial, toda la noche cantaron con Bisbal el himno de Manolo Escobar, “¡Que viva España!”. Esa España alegre al margen de lo que ocurría y sentían en Catalunya es la imagen que quedó en la memoria de los televidentes españoles, no la gran manifestación barcelonesa, que pasó a una interesada penumbra.

Sin embargo aquella energía no se disolvió como si fuese un estado de ánimo meramente, sino que demostró su determinación los años siguientes y llegó a desafiar pacíficamente al Gobierno y al estado con todos sus mecanismos el 9 de noviembre de este año. Más de dos millones de ciudadanos catalanes cometieron un acto de desobediencia civil votando en urnas de cartón a pesar de todas las amenazas. Cualquier demócrata tiene que mostrar curiosidad y asombro ante algo así, con independencia de lo que piense sobre la independencia. 

El proceso político catalán es de enorme calado, tanto por la madurez y consistencia cívica de su base social como porque cuestiona la esencia misma de la cultura nacional española: la “unidad de España”, esa palabra tan llena de patetismo que lleva dentro tanta ansiedad y temor.

El otro proceso político en marcha es la aparición de Podemos, la conformación de ese nuevo partido es un proceso legítimamente democrático pero todavía ignoramos cómo se va a desarrollar. No sabemos todavía qué calado real va a tener pues existe básicamente en las encuestas de opinión, como si fuese un fantasma que atormenta a los demás partidos y siembra inquietud entre quienes desean que nada se mueva. Entre quienes nos amenazan con perder “la estabilidad” que nombró Rajoy ominosamente en su discurso de hace unos días. La estabilidad es que formen gobierno el PP o el PSOE, y visto lo visto y quien nos avisa, solo queda seguir la consigna de “¡huyamos que nos quieren meter más estabilidad!”.

Desde un punto de vista electoral y ateniéndose a las encuestas de opinión, Podemos es de dieta omnívora y se alimenta en distinta medida de todos. Veremos cómo evolucionan las cosas a lo largo de un año, que un año es mucho tiempo, pero en estos momentos está siendo un elemento totalmente desestabilizador del paisaje partidista y si no consigue ser la primera o segunda fuerza electoral que auguran algunas encuestas en estos momentos probablemente sea la tercera, lo cual ya es una completa novedad. El más directamente afectado es el PSOE que perdería rotundamente el carácter de ser uno de los dos pilares del bipartidismo, con el consiguiente desplome del sistema, y eso a día de hoy y vista la actual situación de ese partido parece lo más probable. Pero también afecta rotundamente a IU y a UPyD e incluso al PP, de modo que Podemos está siendo un agente completamente desestabilizador.

Es natural que, por un lado los intereses económicos a través de los medios de comunicación y los demás partidos recelen y ataquen a ese nuevo virus político. Sin embargo desde el punto de vista de España como estado nación son un elemento regeneracionista. La ideología del equipo dirigente tiene elementos que pueden ser considerados muy discutibles e incluso problemáticos desde el punto de vista democrático, pero no hay duda de que su apelación a que la democracia se verifique efectivamente en la toma de decisiones, a un reparto más justo de las consecuencias de la crisis y su crítica al funcionamiento del estado son necesarias y expresan una necesidad social. Si la política económica actual y la corrupción son lo que alejó a la mayor parte de la sociedad de los partidos y de las instituciones, una verdadera crisis moral de dimensión nacional, Podemos es quien reintegra a esas personas al juego político. Es Podemos quien encarna para muchas personas hoy “la verdadera España de la gente común y decente”, o algo parecido.

Por otro lado, su reivindicación de la democracia les obliga a afirmar que respetan el derecho a decidir de la ciudadanía catalana, por ejemplo, pero no hay duda de que ese equipo de universitarios de una universidad madrileña y que crean un nuevo partido estatal lo que hacen es asumir y reformular el estado tal como existe actualmente con sus relaciones de poder existentes entre las ciudadanías de los territorios. En suma, que si alguien va a salvar a esta España no va a ser el rey Felipe sino Podemos.

Ya ocurrió hace dos mil años. El cometa no señalaba el palacio real sino un humilde portal, y ahora no señaló la Zarzuela sino un humilde departamento de la Universidad Complutense.

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