El electorado que no amaba al PSOE
Seamos sinceros, a todos nos ha pasado alguna vez. Y en todo caso, un amigo, una amiga, personas desconocidas incluso, nos han relatado –en cualquier noche entre lágrimas- la tragedia que nosotros habíamos experimentado. Conocemos la dolorosa experiencia: él, ella, nos ha dejado.
Hicimos lo mejor para que se quedara, pero se fue. Si acaso aquella vez que el jefe se puso imposible y, en lugar de plantarle cara, tragamos con recortar nuestas promesas y con ellas nuestra relación (él para estas cosas es muy íntegro). No era algo drástico, todavía nos solazábamos con gratificantes encuentros fruto de la atracción, pero indicaba un síntoma. Luego, pues sí, eso de reformar en tres días y tres noches a pachas con el odioso rival estuvo muy feo. Y no digamos consagrar que ninguna de nuestras necesidades, ninguna, ni comer, ni la salud, ni la educación, eran más importantes que pagar a los especuladores. Supuso un golpe muy serio. Él se enfadó, razonó, apeló, pero persistimos en la decisión y comenzó a distanciarse. Notábamos su frialdad, su desinterés, esos síntomas inequívocos que indican el fin de lo que había sido probablemente un gran amor. Cuando adivinas en él algo que empieza a huir y no quieres entender.
En estas ocasiones una echa mano de lo que tiene, en los casos más extremos hasta de la antigua Oreja de Van Gogh que ya es ponerse en lo peor, pero para una situación tan dramática nada como el dolor descarnado de lo más clásico. Tangos, boleros y rancheras son insustituibles. Y te cansas de rogarle, con el llanto en los ojos, alzando tu copa y sintiendo que tu vida se pierde en un abismo profundo y negro como tu suerte –un poco menos porque algo se gana con estas decisiones pragmáticas- pero estaba escrito que aquella noche perdieras su amor. Y lo pierdes.
Volverá, te dices. Se lo dices a cuantos quieran escucharte. A veces te aposentas en la barra de un bar y se lo cuentas al primero que se acerca con fines más lúdicos que escuchar tus lamentos.
-Él me quiere ¿sabes? No puede vivir sin mí, en cuanto recapacite volverá conmigo.No va a encontrar nadie mejor. En cuanto me compare con las demás, regresará pidiéndome perdón. Sé que está empezando a tener malas experiencias con otras relaciones.
-Por lo que me dices son muy parecidas a ti en la actualidad, reconoce que has cambiado mucho ¿por qué te va a añorar? ¿Has intentado al menos solucionar lo que le ha alejado de ti?
-Me quería. Se va porque yo quiero que se vaya, a la hora que yo quiera le detengo.
Trascurridas unas segundas elecciones con resultado catastrófico, votado el relevo en consagrando la monarquía hereditaria, cantando por soleares la unidad de España contra viento y voluntad popular, y apoyando -con gran sentido de Estado- las medidas retrógradas de la derecha oficial que radicalmente detesta, él ya no aguanta más, te corta el teléfono y te bloquea en el twitter. Y tú te vas arrastrándote entre espinas, y en tu afán de dar tu amor sufres y te destrozas hasta entender, que te has quedado sin corazón. O sin votantes.
-Volverá- repites. Su madre me adora, me quieren toda su familia, los vecinos, su jefe (su jefe me idolatra), sus compañeros de trabajo, todos me quieren y consideran que soy perfecta para él.
Pero, él no vuelve y como no vuelve, optas por medidas drásticas que has leído en el Cosmopolitan y en una revista de Emprendiduría Española. Y que, para mayor garantía, te ha recomendado tu vecina Rosa a la que también abandonaron por su mala cabeza y anda dando tumbos con un electorado nuevo.
Te haces la cirugía estética. Para rejuvenecer. Te peinas como las señoras de derechas. Sonríes como en un anuncio. Aligeras los contenidos, y hablas mucho de ti y muy deprisa. No era eso, compañera, no era eso.
-¿Cómo me ves? Es un cambio radical, hasta he crecido.
-¿Tú crees?
La elección de Pedro Sánchez como secretario general del PSOE, un hombre que salió de la nada -o lo que es peor de las procelosas aguas de Madrileña- tan solo en diciembre, con una gestación de apenas 6 meses, revela la improvisación del partido en un momento crítico. Los 60.000 militantes que le han dado su apoyo, han optado por lo que manda el aparato que llevó al partido a su caída en barrena. Decisiva esa mayoría arrasadora que le ha otorgado el poderoso PSOE andaluz. Se felicitan Susana Díaz, Pepe Blanco, Juan Carlos de Borbón, y –se diría- todo el que cuenta en el sistema. La derecha se felicita, el PP se ha quedado muy tranquilo. Hasta y las señoras del TDT Party elogian a Sánchez. Y Pedro J. Ramírez –el periodista defenestrado que un día presumía de cambiar presidentes a golpe de prensa- saluda su triunfo como “el de la democracia”.
Del hasta hace poco desconocido Pedro Sánchez destacan sus seguidores que es guapo y ambicioso. No es mucho. Para ese cargo, por supuesto. Añadiría que entusiasta y osado. Podría ser el tapado de sí mismo y revelar con el tiempo algo más de entidad y ganas de despeinarse en todos los flancos. De momento, es como si hubiera ganado un transgénico entre Rosa Díez y José Bono. Como si definitivamente los jefes de planta de El Corte Inglés –en la genial definición del periodista José María Izquierdo- hubieran encontrado su candidato, y fueran felices aunque la tienda entrara en quiebra. Pero, sin duda, merece un margen de confianza, sus compañeros le han elegido en votación. Otros partidos ni eso hacen.
El problema es que han demostrado que en el PSOE no predomina la militancia de izquierdas, no al menos la que la sociedad, sus antiguos votantes, le demanda. ¿A qué espacio electoral se dirige pues? ¿Aspiran a restar votantes al PP? ¿Conocen a los votantes del PP?
La socialdemocracia europea -absurdamente vencida por la derecha neoliberal a la que terminó imantándose- busca su sitio. Alemania o Italia dan leves síntomas de recuperación. Francia se precipita al vacío con paso firme y decidido. La mayor debacle la ostenta, de momento, el PASOK griego, residual ya en las elecciones europeas. Los socialistas españoles si han hecho un cambio, en principio solo parece de fachada. Lo tiene muy crudo y no parece ser consciente.
Sí, conocemos el caso. Nos lo dijeron mil veces y no quisimos poner atención. Pasada la euforia del cambio de estilismo, compruebas que todo sigue igual. Él pasa y ni te mira. Sale ya con una chica que responde más a sus expectativas. De izquierdas. Coherente y original, sugestiva, estimulante, capaz de construir un proyecto común. Con lo que te has esforzado en recuperarle. No te merece. Pero le quieres, le necesitas más bien. Mucho.
-No, pero me quiere, volverá.